Los misterios del cuerpo humano no paran de sorprendernos e impresionarnos. Por ejemplo, ¿Sabías que el apéndice solo sirve para generar un tremendo dolor cuando se inflama, y que parece que su única función es entrenar al sistema inmunológico durante la gestación? ¿O sabías que nuestro cuerpo tiene un promedio de entre 4,5 a 6,5 litros de sangre? Pues las curiosidades del funcionamiento del organismo son realmente alucinantes. Hoy en Supercurioso hemos querido hablarte sobre una vinculada a la maravillosa acción de reír. Seguro que alguna vez le has hecho cosquillas a tu hijo, a tu pareja o a algún amigo. Pero, ¿Has tratado de hacerlo contigo mismo? Si dices que sí, sabemos el resultado: no tuviste éxito. Sigue leyendo y te contaremos por qué no podemos hacernos cosquillas a nosotros mismos.
1. ¿Qué son las cosquillas?
Antes de puntualizar en por qué no podemos hacernos cosquillas, bien vale la pena que tengamos en claro el concepto formal de esta sensación que todos hemos experimentado. Las cosquillas son justamente una sensación que se genera en algunas partes del cuerpo cuando son ligeramente tocadas o estimuladas. Se trata de una especie de conmoción agradable que produce la risa involuntaria de la persona que la recibe. Inicialmente las cosquillas suelen ser placenteras, aunque si se extienden por mucho tiempo pueden volverse molestas.
Recibir cosquillas según los científicos sirve para relajar y fortalecer los músculos. Por ejemplo, las cosquillas en los pies ayudan a activar la musculatura de la pierna y el pie. Zonas como las costillas, el cuello, las manos, las plantas de los pies o las axilas son las que, al ser estimuladas con cosquillas, generan un ataque de risa involuntario y prácticamente inmediato. Ahora bien, la respuesta a por qué no podemos hacernos cosquillas parece obedecer a varios motivos. Desde la autopercepción de nuestro cuerpo hasta la concepción de vínculos sociales y afectivos con las personas que nos rodean. Veamos más en detalle los misterios de las cosquillas.
2. ¿Por qué no podemos hacernos cosquillas a nosotros mismos?
Seguramente todos hayamos experimentado lo que ocurre cuando le haces cosquillas a alguien en los pies, en la barriga o en el cuello, las llamadas cosquillas-tortura, pero… ¿Por qué uno mismo no es capaz de retorcerse de risa o ni siquiera sentir un pequeño reflejo de esa misma sensación que cuando te las hace otra persona? Pues para dar respuesta a este curioso fenómeno aparecen dos grandes variables. Veamos de qué se tratan.
Conocemos nuestros propios estímulos
La primera explicación a por qué no podemos hacernos cosquillas es que conocemos nuestros propios estímulos. Las cosquillas son como una señal de alarma que crea nuestro propio cuerpo ante un estímulo del exterior, y como puedes comprobar ahora mismo, nadie puede alarmarse a sí mismo. Esto sería como intentar asustarnos a nosotros mismos y además conscientemente. Un poco difícil, ¿no crees?
Como ya sabrás, el cerebro es el encargado de recibir los estímulos y las sensaciones que recibe todo nuestro cuerpo y también de amortiguar y redirigir su intensidad, por lo que, si este detecta un nivel bajo de amenaza, ni siquiera nos lo advierte. Por ejemplo, cuando alguien nos roza con su pie, nuestro cuerpo se pone en alerta (puede que nos pisen y enseguida quitas el pie), sin embargo, la presión y el roce que ejerce el calcetín en nuestro tobillo pasa desadvertido para nosotros. Es el cerebelo el encargado de distinguir este tipo de sensaciones que provienen de otras personas o de nosotros mismos y, dependiendo del caso, te advierte o no de ellos.
Para nuestro cuerpo, las cosquillas no son ninguna amenaza si las hacemos nosotros mismos, ahora bien, si te las hace otra persona… ¡Cuidado! ¡Pueden indicar un riesgo elevado de espasmos y risa! Ahora bien, explicarnos por qué no podemos hacernos cosquillas puede representar también un síntoma de salud mental. Se sabe que existe un único grupo de personas con capacidad de generarse cosquillas a sí mismas, y son quienes padecen de esquizofrenia. Estas personas padecen de delirios de control, en los que pueden llegar a sentir que sus actos o en ocasiones sus pensamientos, no les pertenecen del todo, o existe una fuerza extraña que los crea para ellos. Teniendo este pensamiento como base, pueden auto-estimularse generándose cosquillas.
Las cosquillas como parte de un vínculo
La otra corriente de pensamiento complementaria que busca explicar por qué no podemos hacernos cosquillas es la comprensión de que el proceso de dar y recibir cosquillas obedece a una especie de programación neurológica que establece vínculos personales. Sería un equivalente a lo que sucede con el sexo. Las cosquillas son una forma que tenemos los seres humanos para comunicarnos con los otros de manera innata.
3. Experimentos sobre las cosquillas
Los científicos e investigadores no dejan de profundizar en por qué no podemos hacernos cosquillas a nosotros mismos, así como en probar métodos que venzan esta barrera. Justamente en un estudio dirigido por Sarah-Jayne Blakemore, catedrática de neurociencia cognitiva en el University College de Londres, se hizo uso de un robot con un brazo mecánico al que se había incorporado un trozo de espuma suave, con el que se acariciaba la palma de la mano de las personas participantes en el experimento. Ahora, el resultado fue prioritariamente negativo. Las personas podía prever que iban a tener una sensación de estimulación, por lo que la respuesta perdía intensidad.
Sin embargo, un dato interesante apareció en el camino. Cuando el robot transfería el movimiento causante de las cosquillas con un mínimo retardo, de entre 100 a 300 milisegundos, la sensación de cosquilleo aumentaba de manera notoria. Es decir, esa mínima demora era suficiente para que el cerebro anulara su capacidad de prever las consecuencias de la acción de estimulación. Entonces si se generaba algo más parecido a lo que sentimos cuando alguien nos hace cosquillas.
En definitiva, tal como decía el gran Víctor Hugo en una de las más célebres frases sobre la risa, esta es «El sol que ahuyenta el invierno del rostro humano.» Y si llega en forma de cosquillas y en su justa medida, pues bien vale la pena disfrutarlas. Y si te ha gustado este tema, no te pierdas el artículo en el que te contamos si es verdad que es posible morir de risa.