La historia es así: el muchacho enamorado de la doncella quiere casarse, pero se niega a cumplir con el derecho del señor feudal a poseer a su esposa la noche de bodas, así que se casan en secreto, y cuando tiempo después ella muere en manos de los malvados ingleses, pocos saben que estaba casada con Mel Gibson, es decir, William Wallace. Claro, estamos hablando de Corazón valiente (Braveheart), película de 1995 donde se recordó de pasada este tema conocido como el “derecho de pernada”, que cada cierto tiempo genera discusiones entre especialistas y profanos sobre si realmente existió o es pura literatura, y cine.
El derecho de pernada. Más allá de la Edad Media
En primer lugar muchos autores insisten en que no se trataba de un derecho como tal, plasmado en alguna ley, sino de una costumbre, una de las maneras como el señor feudal manifestaba su poder sobre los vasallos, que no necesariamente debía tener un contenido sexual.
Por ejemplo, en algunas regiones de España, la noche de bodas el señor del castillo colocaba una pierna sobre el lecho nupcial, como gesto de que el enlace se hacía con su permiso… Poco creíble, ¿verdad? Se menciona también que el señor feudal tenía derecho a una cuarta parte del animal que se sacrificase para el banquete nupcial, y de allí lo del derecho de pernada, o de pernil.
Pero también hay testimonios sobre esta especie de impuesto sexual ejercido por el señor del castillo, y algunos historiadores creen que podría tratarse de una costumbre anterior a los romanos y presente en algunas tribus germánicas. También pudo haber existido una costumbre similar en otras culturas de Asia y África, y hay quienes remontan este gesto de dominación a tiempos anteriores a los del homo sapiens, al compararlo con algunas costumbres sexuales y de dominación de los chimpancés.
Algunas evidencias
Hay registros del siglo VIII que señalan la práctica del derecho de pernada entre los reyes vikingos; también hay registros de ello en Francia en tiempos mucho más recientes, como los siglos XV y XVI, en los que se daba a los campesinos la opción de pagar un aporte monetario para evitar la participación no deseada del señor en su noche de bodas.
En España, en cambio, hay señales de que esta costumbre comenzó a ser castigada en el siglo XIII, como se registra en las recopilaciones jurídicas de Alfonso X de Castilla, donde se menciona el castigo con la destitución del cargo y una multa de 500 sueldos a aquel que intente “alguu ome desonrrar nouho casando ou nouha en dia de voda” (“deshonrar hombre alguno casándose o mujer alguna en día de boda”, sería una traducción más o menos cercana).
¿Epílogo para una mala costumbre?
Que el dueño de las tierras se impusiese sexualmente sobre las jóvenes casaderas no tiene nada de extraño, es una costumbre que viajó al Nuevo Mundo y que hoy todavía persiste en algunas haciendas y plantaciones de América Latina. Posiblemente no se le diga derecho de pernada, pero la mala intención es la misma.
Lo que sí se puede considerar como un hecho es la actitud de ser dueño de las vidas de quienes vivían y servían en las tierras de los señores, como si no hubiese otra autoridad en el mundo. Y las mujeres, por constituir un sector demasiado vulnerable de la sociedad, siempre fueron utilizadas al capricho del “amo”. Una pésima costumbre humana, sin duda, que lamentablemente sigue en vigencia.
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Imágenes: Borg, Sailko, File Upload Bot (Eloquence), Hardscarf, Beyond My Ken