La fotografía en la época victoriana tiene características bastante particulares, o más bien…lúgubres. Basta con ver retratos post mortem para captar a toda luz esa visión romántica hacia lo oscuro que se entrañaba en los humanos de aquel período. En Supercurioso ya te habíamos contado sobre esta práctica en la que se inmortalizaba a un familiar fallecido a través de la fotografía.
Como el tiempo de exposición del daguerrotipo era largo, los fotógrafos llegaron a construir soportes con los que sostenían las cabezas de los muertos y otras extremidades, para conseguir así una postura con la que simularan vida y que nada se desprendiera de su lugar. Aunque fotografiar a personas vivas, especialmente a bebés, también requería de algunas herramientas… como la de los seres bajo mantas que acompañaban a los niños victorianos en estas fotografías.
¿Qué son esos perturbadores seres bajo mantas que sostienen a los niños victorianos?
A simple vista pudiéramos razonar que las figuras espectrales de siluetas oscuras presentes en los retratos de los niños victorianos, son parte de una extraña tendencia asociada a ese halo de misterio que envolvía al siglo XIX. Pero, ¿para qué querrían que una fotografía infantil luciera perturbadora? No era para nada lo que ellos pretendían.
La explicación detrás de estas extrañas composiciones fotográficas consiste en que estos personajes eran, en realidad, padres ocultos bajo mantas. Con su presencia, los retratos adoptaban un aire siniestro, pero el objeto de todo este montaje era asegurarse de que los infantes -comúnmente inquietos- permanecieran inmóviles y tranquilos durante unos minutos, mientras la cámara efectuara el disparo.
Solían colocarse detrás de sus hijos, de las sillas o en otros puntos estratégicos. Era una maniobra que consideraban discreta y con la que aparentemente los niños parecerían estar posando solos en los retratos, aunque, como verás, no lograron pasar inadvertidos. Imitaron, de forma totalmente involuntaria, la estampa icónica de la muerte… postrada a la espalda de los pequeños. El resultado es terrorífico.
Fue una solución tan simple como extraña. No obstante, debido a las limitaciones fotográficas, captar una imagen definida demandaba la inmovilidad. De ahí a que surgieran recursos como este o la opción de narcotizar a los bebés para que se mantuvieran apacibles durante la sesión. Sin duda, fotografiar a niños victorianos ameritaba más que alzar unos cuantos juguetes para conseguir una sonrisa y mantener su atención en el foco por unos breves segundos, como ocurre en la fotografía moderna.
A mediados de 1800, la aparición del colodión húmedo simplificó la labor de los padres ocultos con mantas, ya que pasaron de sostener a los pequeños durante horas o varios minutos con el calotipo y el daguerrotipo, a entre 18-30 segundos a los que se redujo el tiempo de exposición.
Sin embargo, con este nuevo método fotográfico, por más fotogénicos que fueran los niños victorianos, sus fotografías terminaban produciendo una sensación similar a la que los retratos post mortem provocaban. Pues, además de aparecer estas figuras -ya no tan misteriosas-, las imágenes adoptaban una luminosidad singular por los procesos de revelado, que en conjunción con los otros elementos las hacía lucir fantasmagóricas. Algo que llamó nuestra atención y nos llevó a retroceder al pasado, para hablarte hoy de esta singular técnica fotográfica.
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