Si bien mezclar el tema del feminismo con la iglesia católica resulta un tanto descabellado –para nadie es un secreto que las religiones, y en particular las monoteístas, son un foco de machismo–, resulta interesante descubrir que hay 4 doctoras de la iglesia que ésta ha reconocido en los últimos años.
¿Te animas a seguir con nosotros, a ver a quiénes y por qué se nombraron doctoras de la iglesia?
¿Sólo hay 4 Doctoras de la Iglesia Católica en 2.000 años de historia?
Doctor de la Iglesia no lo es cualquiera. Lo demuestra la cantidad que hay desde que el cristianismo se erigió como religión oficial del imperio, en tiempos del emperador Constantino.
Este título lo otorga el Papa o un concilio ecuménico, que significa más o menos asamblea de obispos reunidos para “reconocer la verdad en materia de doctrina o de práctica y proclamarla”. En este concilio se revisan los candidatos (son siempre santos, canonizados por la iglesia), sus vidas y sus aportes a la fe y a la doctrina católicas. Actualmente hay 36 doctores, de los cuales 4 son mujeres, tres de ellas incorporadas en el siglo XX, y la última en 2012.
¿Qué se requiere para ser doctor de la iglesia? En vista de la importancia eclesiástica y de la gran influencia en el desarrollo del cristianismo, son contados los escritores y teólogos que forman parte de ese elitesco grupo, pues gracias a ellos se han sentado las bases de la doctrina, y sus interpretaciones han servido para esclarecer diversos campos de la teología. Por eso la Iglesia Católica enlaza el título a tres condiciones primordiales: la eminensis doctrina, que significa la relevancia doctrinal en cuanto a teología y culto; la insignis vitae sanctitas, o vivir en un elevado grado de santidad, y la ecclesiae declaratio, la proclamación formal de la iglesia.
Así, los primeros cuatro doctores se proclamaron en 1295 –san Agustín de Hipona, san Ambrosio de Milán, san Jerónimo de Estridón y san Gregorio Magno– por sus diversos aportes y su profundización en aspectos religiosos, reconociéndolos como maestros de la cristiandad.
Y para las mujeres, ¿fueron iguales esos requisitos? En honor a la verdad, debemos decir que no. Con ellas la cosa es un poquito más exigente (por algo sólo hay 4). Las doctoras en cuestión son santa Teresa de Ávila (España), santa Catalina de Siena (Italia), santa Teresita de Lisieux (Francia) e Hildegarda de Bingen (Alemania).
Todas ellas llevaron vidas de santidad, pero además hicieron gala de su virginidad; todas se “consagraron en cuerpo y alma a Dios”, y ésta es una condición indispensable para que una mujer pase a formar parte del exclusivo círculo (y por allí llega la primera injusticia, si acaso pudiéramos llamarla así, ya que muchos de los doctores, antes de ser santos, llevaron una vida plena de pecados). Hay muchas santas viudas o que estuvieron casadas, pero ninguna es doctora.
Estas doctoras de la iglesia, desde su más temprana edad, fueron dedicadas a Dios, como Hildegarda, que fue la décima y última hija de sus padres, y en razón del diezmo, fue ofrecida desde su nacimiento a la iglesia. Y las otras tres igual, doncellas predestinadas a llevar una vida pura y santa. Además, todas pertenecían a familias nobles o acomodadas (una ventaja social con respecto a otras mujeres), lo que les permitió una cierta cultura y el dominio de la escritura y la lectura.
Otra condición, que si bien no es requisito de la iglesia, todas muestran: la capacidad de experimentar visiones o éxtasis. Y aquí habría que hacer una distinción, ya que tener visiones y experimentar arrobamiento místico no es lo mismo.
Hildegarda, por ejemplo, tenía visiones y no caía en el éxtasis místico, y así lo dijo en muchos de sus escritos, que “veía con los ojos y oía con los oídos del cuerpo, no los del alma”; santa Teresita, santa Catalina y santa Teresa –la mística por excelencia–, experimentaban arrobamiento místico, y deseaban la unión intelectual y espiritual con Dios. Ambas condiciones eran sentidas también en el plano físico.
El requisito más importante que pide la iglesia es la creación de una obra donde se explique o profundice una verdad de fe. Tanto santa Teresa como santa Hildegarda escribieron tratados doctrinales y filosóficos, y santa Catalina y santa Teresita dejaron testimonios de cómo vivir de acuerdo a la fe. Incluso, santa Catalina llegó a mantener discusiones de religión con importantes estudiosos de su época.
Si estudiamos las cuatro vidas y obras de estas 4 doctoras de la iglesia, veremos que, como sigue sucediendo en muchos ámbitos actuales, su “currículum” es muy extenso, y la iglesia, aunque tardíamente, ha tenido que reconocerles su mérito.
Santa Teresa y santa Catalina fueron proclamadas por Pablo VI en 1970 (las primeras mujeres en ser incorporadas); santa Teresita de Lisieux en 1997, por Juan Pablo II, y santa Hildegarda por Benedicto XVI, en 2012.
Y ahora el papa Francisco está intentando cambiar el panorama para la mujer dentro de la norma litúrgica, y abre la puerta a que puedan casar y bautizar y acceder al diaconato. ¿Qué te parece a ti la idea? Comparte con nosotros, pero antes lee los 7 pecados capitales.