El éxito de una empresa está influido por muchos factores que deben ser identificados. Muchos usuarios del mundo laboral piensan que para conseguir buenos resultados lo único necesario es ofrecer un producto llamativo, necesario y con buenas prestaciones para el consumidor, pero son muchos los ejemplos de compañías que han fracasado en su camino a la cima aun cuando su oferta era formidable. Una empresa se construye desde los cimientos y el producto y su venta es el resultado visible de todo el entramado profesional que hay detrás de ellos.
Uno de los aspectos más importantes para garantizar la buena salud de un negocio es la calidad de sus trabajadores. No sólo hablamos de tener a los más preparados, sino de poder sacarles todo su potencial y garantizar que aportan su máximo rendimiento sin necesidad de grandes y extenuantes esfuerzos. La productividad laboral depende hasta en un 70 % de este aspecto. Actualmente, tanto empresas como trabajadores cuentan con el hándicap de la competencia desmedida, lo que comporta una modernización continua y una formación constante que evitará el anquilosamiento y el desfase de la compañía.
Continuar formando a los profesionales es de capital importancia para que el éxito no sólo llegue, sino que se mantenga. Para ello, ofreceremos seguidamente algunos consejos interesantes sobre cómo realizar una buena formación interna a los trabajadores de nuestra empresa. No nos arrepentiremos.
Claves para una buena formación
Algunos empresarios piensan que la formación debe llegar cuando los trabajadores empiezan a dar muestras de su incapacidad para adaptarse a las exigencias de la empresa por las circunstancias de mercado, pero esto es un error. Este aprendizaje debe ser un motor de avance, no un salvavidas de emergencia. ¿Qué hacemos entonces para que esta práctica funcione?
Diferenciar la modalidad
Lo primero que debemos definir es qué tipo de formación daremos a nuestros empleados. Continua, interna, externa, bonificada… Aunque la continua parezca la más eficiente, no siempre es necesario invertir en ella. A veces con formaciones anuales o bienales es suficiente, o, simplemente, en aquellos momentos en los que la implantación de un nuevo hábito laboral lo requiera. A veces no puede ofrecerla la propia empresa, sino que se recurre a una empresa ajena que forma a los trabajadores con más rigor y mejores resultados. Y si queremos ahorrarnos unos miles de euros, la formación bonificada por la Seguridad Social es la mejor opción.
¿Por qué ofrecemos la formación?
Establecer la finalidad de la formación de empleados es fundamental para que ésta sea lo más productiva posible. Es cierto que la preparación siempre es buena, pero a veces no resulta eficaz. Una empresa debe definir el objetivo que quiere alcanzar con los cursos, qué departamentos o sectores deben ser los receptores de esos conocimientos y cuáles son los resultados que espera de esta formación, ya que a la postre habrá que evaluar su utilidad. Aprender la gestión de turnos, los usos avanzados de Excel, las posibilidades de la IA, las funciones de algún software de gestión empresarial… Cuanto más focalicemos su aprovechamiento, mayor será el rango de asimilación de los empleados.
Aprovechar el talento interno
En muchas ocasiones las empresas recurren a otras empresas del sector o a profesionales ajenos a la plantilla para impartir estas formaciones. Generalmente, suelen ser expertos en la materia que se desea enseñar y personalidades que ha mostrado su sobrada capacidad para llevar a cabo ciertas tareas o dirigir un departamento concreto.
Sin embargo, las compañías deben tener en cuenta lo que se conoce como la gestión del talento interno, es decir, la posibilidad de aprovechar el conocimiento amplio y demostrado de un empleado propio.
Algún jefe de departamento, algún trabajador con 40 años de experiencia, quizá con formaciones externas por propia motivación personal. Todo eso material que una empresa debe explotar para conseguir dos cosas: la primera, reconocer ante todo el mundo la profesionalidad de un empleado propio. La segunda, potenciar la formación a los receptores gracias al conocimiento interno de la empresa que tiene el profesor, en este caso un compañero.
Escuchar a los trabajadores
Los trabajadores son desoídos en ciertas empresas donde se les otorga poca capacidad de decisión. Sin embargo, si asumimos que queremos una formación porque nos importa el nivel de estos, una buena forma de comenzar es escuchar qué necesidades o debilidades plantean los empleados frente al mercado al que se enfrentan diariamente. Encuestas, informes, entrevistas… cualquier de esos formatos puede ser útil para conocer qué carencias muestran los profesionales de nuestra empresa y decidir qué campos deben mejorar.
Otra posibilidad es reconocer capacidades óptimas en un grupo, en cuyo caso la formación potenciará su rendimiento para convertirlos en el mejor equipo del mercado.
En definitiva, los trabajadores de una empresa son uno de sus activos más valiosos. Asegurarnos de que siempre ofrecerán el mejor rendimiento es también responsabilidad de los jefes y directivos, y una forma muy sencilla de garantizarlo es mediante las formaciones. Si mejora el equipo, también la marca.