Todos conocemos la tragedia que supuso el tráfico de esclavos desde las costas Africanas hasta América desde el siglo XVI al XIX. Conocemos muchas historias sobre este hecho vergonzante y a algunos de sus protagonistas. Hemos leído libros como «La cabaña del tío Tom», visto series de televisión como la magnífica «Kunta Kinte» o visto películas como «Django Desencadenado», entre otras, y sabemos lo que sufrieron estas personas. Sin embargo, poco o casi nada se sabe de los esclavos blancos de Berbería, capturados en las costas mediterráneas y atlánticas. Acompáñanos a conocer la tragedia en que se convirtieron sus vidas.
Los esclavos blancos de Berbería
Se llamaba Berbería al área mediterránea que comprende la costa de los actuales Túnez, Argelia, Marruecos y Libia. La denominación «Berbería» procede de los bereberes que eran conocidos como «berberiscos». El vocablo se aplicaba a los piratas y a los comerciantes de esclavos que vivían y «trabajaban» en esas costas.
Marineros, viajeros y aldeanos de las costas del Mediterráneo sabían que corrían el riesgo de caer en manos de los berberiscos y ser vendidos como esclavos. Sus ataques no se limitaban a los navíos, sino que atacaban poblaciones de Italia, España, Francia…e incluso hacían incursiones en Irlanda e Inglaterra, llevándose en ocasiones poblaciones enteras.
Desde mediados del siglo XVI hasta finales del siglo XVIII, se cree que más de 1 millón de europeos fueron hechos esclavos y vendidos por los musulmanes de Berbería. Sin embargo, es simplificar el pensar que únicamente los musulmanes de Berbería se dedicaban a ese execrable comercio y únicamente capturaban blancos. Los corsarios no distinguían de razas o religiones y lo mismo le daba que el cautivo fuera blanco o negro, judío, cristiano o musulmán. También ingleses y holandeses participaron en algunos momentos de la historia de este negocio cuando capturaban enemigos.
Las vidas de estos esclavos fueron tan terribles como las de sus homólogos africanos conducidos a América. Muchos morían en el viaje hasta los mercados de Túnez y Argel, donde eran vendidos en subastas. Los hombres para los trabajos más duros en minas, galeras o canteras y las mujeres como esclavas domésticas o sexuales. En algunas épocas, habían tantos esclavos blancos en la zona que para sus amos era más rentable agotarlos y matarlos trabajando y comprar un nuevo esclavo, que ofrecerle unas condiciones de vida que asegurasen su supervivencia. Únicamente si el cautivo tenía alguna profesión que fuera de provecho para su amo o si se convertía al Islam podía ver mejorada su vida, pero no perdía la condición de esclavo.
La única esperanza que tenían los esclavos era ser rescatados ya fuera por un pago de sus familiares o los que no tenían recursos por los padres trinitarios o mercedarios. Estas órdenes religiosas recogían dinero en toda Europa para el rescate de los esclavos blancos de Berbería. Desgraciadamente, según los historiadores, únicamente conseguían rescatar entre un 3 o 4% de los esclavos que se hacían anualmente. Los que regresaban explicaban los horrores, el terrible mal trato y la crueldad que habían sufrido.
Las actividades esclavistas de los corsarios de Berbería aflojaron a finales del siglo XVII al hacerse más poderosas las marinas de los países europeos, pero hasta principios del siglo XIX siguieron con sus actividades. En 1816 los corsarios de Argel, tras un ataque conjunto anglo-holandés, se vieron obligados a firmar un tratado por el que se comprometían a no esclavizar más cristianos, aunque lamentablemente se les permitió continuar su execrable actividad si los cautivos no eran europeos.
¿Conocías la existencia de estos esclavos blancos de Berbería? ¿Sabías que habían sido tantos? Si te ha interesado este artículo, quizá quieras leer:
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