A través de los años, la historia ha sido marcada por horribles y trágicos sucesos que han hecho temblar a más de uno y que para otros, han representado un parte aguas que marcaría un antes y un después en sus vidas.
¿Te imaginas haber presenciado y vivido en carne propia algunos de estos terroríficos hechos? Los sobrevivientes del Holocausto han tenido que lidiar con ello, con la huella imborrable que les recuerda a diario su paso por los campos de concentración nazis: el número de serie tatuado en sus brazos.
El reto de identificar a millones de prisioneros
Al llegar al campo de concentración Auschwitz, las autoridades de la SS asignaban un número de serie a las personas para quienes se tenía el propósito de poner a trabajar, sin embargo, muchos de ellos no fueron registrados porque eran enviados directamente a las cámaras de gas.
En un principio, aunque los prisioneros fueran a ser ejecutados o se hallaban en el hospital, la SS les marcaba la parte del uniforme que cubría el pecho con tinta indeleble, al morir, se les quitaba la ropa y el número se perdía, dado que el índice de mortalidad era extremadamente alto, resultaba imposible identificar los cuerpos, por ello se tomó la decisión de tatuarlos.
¿Cuál era el procedimiento para tatuar a un prisionero?
El primer método que se utilizó era un sello de metal, este dispositivo constaba de una aguja que perforaba el contorno de los dígitos numéricos en la piel.
En 1941 dio inicio el sistema del tatuaje en Auschwitz y en 1942 en Auschwitz II (Birkenau), complejos en donde la mayoría de los prisioneros eran judíos. No fue hasta 1943 que se comenzó a marcar a casi todos aquellos que ya estaban registrados, además de los recién llegados, incluidas las mujeres. Sin embargo, existían las excepciones, los de nacionalidad alemana y «prisioneros de reeducación» (Personas no judías de nacionalidades europeas que eludían los trabajos forzados en zonas de control alemán) no eran incluidos.
En 1940 se introdujo la primera serie de números asignada principalmente al sexo masculino. A partir de 1941, se le asignó a 12 mil prisioneros una serie nueva, después, se introdujo una tercera, precisamente con la llegada de las mujeres en 1942, dos años más tarde, se habían identificado alrededor de 90 mil prisioneras con la serie especial que comenzaba con “1”, además. a algunas de ellas se les tatuaba un triangulo debajo de número.
¿Cuál era la técnica para asignar los números de serie?
Para evitar series excesivamente altas, la SS comenzó a utilizar secuencias desde mediados de 1944, la primera, precedida por la letra “A”, iniciaba con “1” y llegó hasta 20 mii, al llegar a este número, la serie cambiaba a «B» y llegó a 15 mil, curiosamente, la serie «A» para mujeres siguió hasta 30 mil.
Para los prisioneros de reeducación se utilizaba una serie de números diferentes, de forma retroactiva, de prisioneros que habían muerto o que eran liberados, este fue el único caso en donde se reciclaron alrededor de 9 mil, en cambio, para las mujeres en la misma condición, la serie comenzó con “1” y los números llegaron a 2000 registros.
En 1943, se emitieron dos series de números diferentes para los gitanos (prisioneros romaníes), para mediados de 1944, la primera serie llegó a 10, 094 y la segunda a 10, 888, además, se les asignaban la letra Z (En alemán, gitano se escribe «Zigeuner”)
Jóvenes heredan su legado; se tatúan la serie de números
En 2012, Dana Doron y Uriel Sinai se embarcaron en un proyecto llamado «Numbered«, el cual consistía en fotografiar y grabar a sobrevivientes quienes expresaban su sentir y su relación con el número que han llevado en sus cuerpos a través de los años.
Durante su realización, se descubrió que sus sucesores, sobre todo los jóvenes, han hecho de este acontecimiento parte de sus vidas, tatuando el número llevado por sus abuelos o familiares con el propósito de mantener el recuerdo de lo que vivieron sus ancestros.
«Es un símbolo de mi fuerte conexión con mi abuelo, su herencia. Pero también tiene otro significado más abstracto: una denuncia de cómo convertimos a las personas en objetos», explica un joven de Tel Aviv de 28 años.
Doron y Sinai comenzaron a fotografiarlos en 2008, año en que se calculaba que existían alrededor del 10 mil sobrevivientes, actualmente, se estiman menos de 4 mil.
«Es un monumento vivo que está desapareciendo. Son personas que han tenido una experiencia única y han estado expuestos por el número toda la vida: todo el que lo ve sabe por lo que han pasado», dice Dorón.
La serie de números se convirtió más que en un hecho terrorífico, en un aliado de vida, de fuerza y de resistencia ante la situación, a pesar de su controvertido significado dentro de los campos de concentración, hoy en día se ha convertido en un símbolo de supervivencia, una prueba de heroísmo que prolongara su recuerdo generación tras generación.