La crueldad y la ferocidad no son privilegio exclusivo de los hombres. Nosotras también podemos ser despiadadas, bárbaras y salvajes cuando se trata de ejercer el poder y dejar huella en la historia.
5 reinas brutales que cambiaron la historia
1. La reina Didda de Cachemira
Esta mujer gobernó Cachemira durante gran parte del siglo X. Se hizo con el poder administrativo durante el reinado de su marido, el rey Ksemagupta, y luego fue reina regente de su hijo y nietos.
Pero no se contentó con ser asesora, mantuvo a sus tres nietos bajo su poder usando métodos medievales de tortura y hasta brujería, gobernando como monarca durante 23 largos años. Ejecutó a quienes se le pusieron en contra, incluidas sus familias.
A pesar de su ambición y crueldad, hoy es recordada como una de las más grandes figuras de Cachemira, y su nombre fue acuñado en monedas de la época junto al de su marido.
2. Reina Ranavalona I de Madagascar
Su apodo era “reina loca”, y había razones. Sospechosa de envenenar a su marido para sucederle en el poder, reinó en Madagascar durante 33 desgarradores años, en el siglo XIX. Los historiadores occidentales la conocen como “la moderna Mesalina”, “la Bloody Mary de Madagascar” o “la Calígula femenina”.
Inició una campaña brutal contra todos los que se negaron a abandonar el cristianismo, y los que se negaban se enfrentaban a morir desmembrados, escaldados o arrojados por un acantilado. Se dice que mató de esta manera a casi la mitad de la población de la isla. Ciertamente, no le temblaba la mano para mandar a asesinar a quien se interpusiera en sus metas.
Su intención era librar a Madagascar del colonialismo europeo, expulsó a los extranjeros de la isla y rompió todos los tratados internacionales que había suscrito. Murió en 1861, y la isla se reabrió al mundo.
3. Irene de Bizancio
Nos encontramos en Constantinopla, en el siglo VIII. Irene se casó con el emperador León IV, y al morir éste asumió la regencia en nombre de su hijo Constantino VI, de 10 años. Mientras duró su regencia –11 años–, ella fue la única gobernante efectiva.
Valiéndose de su poder, decretó en 790 que ella siempre tendría prioridad en el gobierno frente a su hijo, aunque éste fuese adulto; esto propició conspiraciones, que fueron descubiertas por “el emperador” (nombre que adoptó ella, en lugar del femenino emperatriz), quien castigó a los culpables, encarceló a su hijo y obligó al ejército a jurarle fidelidad.
Constantino decidió devolverle el poder a su madre, que fue confirmada como emperatriz. Sin embargo, pocos años después, ella misma tramó una conspiración contra su hijo, quien fue apresado y cegado por orden de Irene. A la muerte de Constantino, Irene se transformó en la primera emperatriz de la historia del imperio bizantino en ocupar el trono en su propio nombre, no como consorte o regente.
4. Isabel de Francia, reina de Inglaterra
Conocida por los ingleses como “la loba de Francia”, Isabel se casó con el rey Eduardo II, homosexual reconocido que tuvo favoritos, Piers Gaveston y Hugh Despenser el Joven, quienes la menospreciaban en público.
Luego de años de frustraciones, humillaciones y de engendrar al futuro Eduardo III, Isabel tuvo que regresar a Francia, desde donde comenzó a actuar bajo el amparo de su hermano, el rey Carlos IV de Francia, reuniendo a todos los enemigos de su marido, entre ellos a lord Roger Mortimer (con quien mantuvo relaciones hasta que fue ejecutado), escapado de la Torre de Londres. Armaron un ejército de mercenarios y el 22 de septiembre de 1326 salieron de Flandes rumbo a Inglaterra.
Capturaron a Hugh Despenser el Joven, lo castraron y descuartizaron y sus restos enviados a “las cuatro esquinas de Inglaterra”, persiguieron y apresaron al rey, que luego de un cierto tiempo murió, según los rumores, asesinado por la “loba francesa”, y así Isabel se convirtió en la regente por cuatro años, hasta que Eduardo III, su hijo, cansado de las intrigas de la regencia, acusó a Mortimer de traición y decretó el arresto domiciliario de su madre, que duraría casi 30 años.
5, La reina Fredegunda, del imperio merovingio
Su vida fue una continua serie de asesinatos. Vivió en el siglo VI, fue la tercera esposa de Chilperico I y luchó contra la reina Brunegilda hasta su propia muerte.
En 561, el rey Clotario I murió dejando al reino franco en un absoluto caos, y repartido entre sus 4 hijos: Chilperico, Sigiberto, Gontrán y Cariberto, lo que significó un período de guerras civiles y matanzas espantosas. Sigiberto se había casado con la hija de los reyes visigodos, Brunegilda, y Chilperico lo hizo con la hermana menor, Galswinta. Fredegunda, que ya era concubina de Chilperico, la hizo estrangular, y así logró casarse con él.
Esto inició un feroz ataque. Fredegunda envió a dos esclavos a apuñalar a Sigiberto. Brunegilda cayó en poder de Chilperico, quien la encarceló, pero ésta sedujo a Meroveo, el hijo de Chilperico, con quien luego se casó… Es un enredo histórico complicado, dificilísimo de resumir en pocas líneas.
El hecho es que Fredegunda, para asegurar la línea del trono a su hijo Clotario II, asesinó a todos los demás hijos y familiares de su marido, sofocó rebeliones y consolidó el buen funcionamiento de los merovingios; por supuesto, Clotario II fue rey.
Hubo otras reinas terribles a lo largo de la historia que ejecutaron, traicionaron y asesinaron a todos los que se atrevieron a interponerse en el camino de sus ambiciones. Al mejor estilo de Juego de Tronos.
El ejercicio del poder está lleno de estos personajes, mujeres y hombres, y así lo puedes leer en: