Divertirse en el pasado requería de mucha creatividad, pues, evidentemente, no contaban con Netflix, Internet o teléfonos inteligentes para pasar el rato sin mucho esfuerzo. Así inventaron distracciones que, para la consciencia moderna, algunas pudieran considerarse como incomprensibles, otras enternecedoras…e incluso las hay macabras. A continuación, te las contamos.
INQUIETANTES formas de divertirse en el pasado
1.Incendiar gatos
Lo que hoy sería considerado como un acto repudiable para quienes estamos en contra de la crueldad animal, en Francia, incendiar gatos era una de las maneras retorcidas de divertirse en el pasado.
Durante los solsticios de verano del siglo XVI, los parisinos acostumbraban a celebrar fiestas en los alrededores de la hoguera del Place de Greve. Bailaban, tomaban vino y comían, pero la situación se tornaba espeluznante a medida que avanzaba el festejo. Los asistentes recogían a gatos vivos y los introducían en sacos. Supuestamente estos felinos eran aliados del diablo y de las brujas, así que los colgaban en un mástil y los condenaban a morir lentamente…incinerados.
Los franceses disfrutaban escucharles soltar alaridos mientras se consumían con el fuego. Incluso a los reyes les entretenía ver el acto. Por desgracia, la costumbre de incendiar felinos por esparcimiento, se propagó a otras partes de Europa.
2. Asistían a exhibiciones de bebés prematuros
Por las limitaciones de la ciencia antes del siglo XX, la mortalidad en bebés prematuros era altísima. Sin embargo, la invención de la incubadora, que sería una esperanza de vida, vino acompañada de un fuerte escepticismo. Los padres no confiaban en que esta máquina pudiera salvar a sus pequeños.
Fue entonces cuando al Dr. Martin Corney, pionero en neonatología, se le ocurrió una idea descabellada para convencer a la gente sobre su funcionalidad y así reducir el índice de muertes: Corney ofreció en Berlín, Alemania, a comienzos de 1900s, la primera exhibición de bebés prematuros incubados. Sí, ¡tal como lo lees!
Al doctor no le costó demasiado esfuerzo lograr que los padres les confiaran a sus pequeños para que se convirtieran en el centro del “espectáculo”. Eran personas cuyos bebés se les había negado la atención médica por ser de escasos recursos. Entonces, si no eran atendidos…morirían, y si usaban la incubadora, temían que ocurriera lo mismo. Por lo que no les quedó otra alternativa más que arriesgarse para mantenerlos con vida.
La exposición se convirtió en un éxito. Cientos de personas pagaban, a diario, entradas de 25 centavos para ver a los bebés dentro de estos aparatos que, para la época, eran vistos con extrañeza. La exhibición lucía como una institución médica tradicional, había enfermeras y doctores asistiendo a los pequeños, a excepción de que el lugar tenía una pared de cristal en la que al otro lado se encontraba un público curioso.
Es inconcebible que bebés que luchan por sus vidas sean exhibidos como criaturas de feria, pero gracias a esto, el Dr. Corney probó que las incubadoras eran de fiar y muchos niños prematuros se salvaron.
3. Fotografiarse sin cabeza
El fotógrafo Oscar Rejlander puso de moda una tendencia fotográfica, en 1853, llamada “Fotografía sin cabeza”. Nada tenía que ver con los tétricos retratos post-mortem. Era más bien una manera creativa y divertida para fotografiarse, aunque muy sombría.
Rejlander realizaba fotomontajes tomando negativos de imágenes, combinados, para crear la ilusión de que sus modelos posaban sosteniendo sus propias cabezas. El público recibió con entusiasmo esta técnica fotográfica, pues tiempo atrás, se sentían atraídos con todo lo relacionado con la muerte.
4. Imitar la cojera de Alejandra de Dinamarca
La Reina Alejandra de Dinamarca, esposa del Rey Eduardo VII, era muy querida en Reino Unido del siglo XIX por ser caritativa y cercana con la gente. Tanto así que sus seguidores, por fanatismo, hacían cosas verdaderamente extrañas… como imitar su cojera.
La Reina contrajo fiebre reumática luego de dar a luz a su tercer hijo, en 1867, y el percance la dejó con cojera permanente. Lo curioso es que poco después que se propagara esta noticia, su afección se convirtió en moda entre sus seguidores. Otros solo se divertían imitándola.
De Londres a Edimburgo, las mujeres comenzaron a comprar zapatos con desniveles para cojear con naturalidad. Por suerte la tendencia acabó cuando los periódicos de la época consideraron que esto era una burla hacia la querida soberana, entonces reaccionaron.
5. Recolectar lágrimas
Esta no era, propiamente, una manera de divertirse en el pasado, pero sí se trató de una costumbre común en la era victoriana. Nadie en estos días recolecta lágrimas en un lacrimatorio, que es una pequeña botella donde se recogía gota a gota del llanto de los que perdían a un ser amado. Ellos creían que, una vez que las lágrimas se evaporaban, se debía dar por terminado el luto.
Este hábito también fue frecuente durante la Guerra Civil americana. Las mujeres solían llenar botellitas con lágrimas para mostrarles a sus maridos lo mucho que le habían echado de menos mientras se encontraban en combate.
6. Ennegrecían sus dientes
“Mientras más blancos, mejor”…éste sería un buen lema para definir a la estética dental moderna. En cambio no podría decirse lo mismo sobre los dientes de los siglos XVI y XVII, donde hubo muy poca higiene bucal. Y a ellos, esto no le producía ningún complejo, sino al contrario: mientras más negros tenías los dientes, más rico parecías ante los demás.
Esta idea descabellada nació con Isabel I de Inglaterra. Ella tenía los dientes ennegrecidos por su adicción a los postres, y como el azúcar tenía un coste elevado por ser un producto importado, la gente comenzó a ver la dentadura negruzca como símbolo de riqueza.
De este modo, personas de todos los estatus sociales hicieron lo inimaginable para conseguir la sonrisa descuidada de Isabel I. Quienes no contaban con el dinero suficiente para comprar azúcar, buscaban otros métodos. Entre búsqueda y búsqueda, la obsesión se transformó en un pasatiempo.
7. Viajar para ver a mujeres con anorexia
Lo que hoy es considerado como un asunto preocupante, a finales del siglo XIX, la anorexia era todo un entretenimiento.
Las mujeres que padecían de este desorden alimenticio eran conocidas en la época victoriana como “mujeres ayunadoras”. Ellas aseguraban que podían sobrevivir sin probar ni un bocado de comida, por muchísimo tiempo. A esto lo justificaban con que tenían poderes mágicos.
La gente creía ciegamente en estas historias, así que las visitaban de todas partes del mundo para admirarlas y llevarles ofrendas. Esperaban que ellas sirvieran de puente con lo divino para concederles milagros. Eran las celebridades del momento.
¿Qué te han parecido estas formas de divertirse en el pasado? Algunos de los puntos expuestos en este artículo dictan mucho sobre las costumbres en siglos pasados, interesantes desde la perspectiva moderna.
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Imágenes: wikipedia.