En el campo de las ciencias, la física, la química o las matemáticas, nos encontramos con el legado de hombres y mujeres de capacidades extraordinarias. Basta con recordar nombres como el de Albert Einstein, Charles Darwin, Marie Curie, Rosalind Frankiln o Stephen Hawking, para visualizar que los grandes avances del mundo han llegado de la mano de la mente humana. Hoy en Supercurioso nos hemos animado a explorar en la vida de un matemático no tan conocido, pero absolutamente genial. Su nombre era Wim Klein, y sus capacidades con los números eran tan alucinantes, que muchos llegaron a considerarlo como una verdadera calculadora humana. Acompáñanos a conocer la historia de su vida y legado.
¿Quién fue Wim Klein?
Las dificultades y los obstáculos marcarían la vida del hombre que estaba destinado a ser conocido como la calculadora humana. Wim Klein nació en Ámsterdam, Países Bajos, el 4 de diciembre de 1912. Su escena familiar fue del todo compleja. Presionado por su padre, médico de profesión, se sintió obligado a dedicarse también a la medicina. También tuvo que atravesar por el suicidio de su madre, lo que marcaría su vida.
En el año de 1932, terminó la escuela secundaria. Poseía un talento notable con los números, al punto de que con tan solo 14 años había logrado memorizar las tablas de logaritmos, siendo al poco, la segunda persona en el mundo capaz de memorizar las 150 primeras de dichas famosas tablas. Pero, a pesar de que su pasión por las matemáticas era notoria, cedió a la presión y se inscribió en la escuela de medicina, de donde se licenció en 1935.
En 1937 falleció su padre, por lo que, libre de dogmas familiares, fue abandonando de a poco la carrera de médico. Sin embargo, fue justamente un médico quien marcaría parte de su futuro. Tanto Wim Klein, como su hermano mayor, Leo, fueron examinados a profundidad por un neurólogo. ¿El motivo? Ambos poseían una capacidad para las matemáticas que excedía todo parámetro de normalidad. El doctor calificó a Wim como una «calculadora auditiva», y a su hermano Leo como una «calculadora visual».
Una vez que los alemanes invadieron Holanda, en el año de 1940 y en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, Wim Klein se incorporaría al trabajo en un hospital judío. Dos años después tuvo que esconderse. Su hermano sufrió peor suerte, siendo deportado al campo de exterminio de Sobibor, donde murió. Habiendo quedado solo en el mundo, después de la guerra Klein empezó un estilo de vida un tanto nómada, en el que realizaba exhibiciones de matemáticas en Francia, Bélgica y los Países Bajos. Fue esa la época en la que cosecharía los dos nombres artísticos por los que fue conocido antes de ganarse el apodo de la calculadora humana: Pascal y Willy Wortel.
1. ¿Cómo se convirtió en la calculadora humana?
Este matemático neerlandés de ascendencia judía, alcanzó su fama por algunos cálculos épicos. Por ejemplo, el 27 de agosto de 1976 logró calcular la raíz 73 de un número de 500 dígitos en 2 minutos y 43 segundos. Esta hazaña fue tan alucinante, que quedó en el registro del Libro Guinness de los Récords. Pero su carrera formal en el mundo de las matemáticas empezaría unos años antes.
El 1952, el Instituto de Matemáticas de Amsterdam se enteró de que había un joven que, mediante espectáculos callejeros destinados al entretenimiento, demostraba sus alucinantes aptitudes para el cálculo. Lo buscaron, le hicieron algunas pruebas y lo incorporaron a su equipo. Unos años después, en 1958, llegaría la mejor de sus oportunidades. Fue en este año cuando Wim Klein fue contratado por el Centro Europeo para la Investigación Nuclear. Recordemos que era una época en la que aún no disponíamos de los ordenadores tan sumamente potentes y versátiles de la actualidad.
En el CERN (Centro europeo para la investigación nuclear), eran decisivas ciertas fórmulas. Calcular ciertos conceptos con los cuales progresar en los trabajos. De ahí que se valieran de ese otro recurso tan valioso: el cerebro humano. Para ilustrar la labor de Wim Klein en aquel momento, es necesario que hablemos de física cuántica, de esa dimensión compleja pero tan fascinante a la vez. Pensemos, por ejemplo, en un electrón cualquiera suspendido en su singular mundo subatómico. En un momento dado aparece un fotón a lo lejos, dos partículas que avanzan en su interesante trayectoria espacio-tiempo interaccionando, chocando, cambiando de velocidad, alejándose y volviéndose a encontrar de nuevo.
Un proceso interminable lleno de misterios para el hombre, construyendo lo que conocemos como las Leyes de Electrodinámica cuántica. Pero ¿Cómo predecir esos movimientos? ¿Esas interacciones? El mundo de las matemáticas se llena entonces de complejas fórmulas con los que reproducir la actividad de los escurridizos fenómenos cuánticos. Pero estamos en 1958 y no, no hay máquinas tan hábiles todavía para conseguir estos datos. Fue entonces cuando las habilidades de la calculadora humana, empezaron a asombrar y a adquirir protagonismo, que mantuvo durante cierto tiempo.
2. El declive de su labor
Lamentablemente, para Wim Klein la evolución de la tecnología representó su propio fracaso. Estuvo durante 18 años en el Centro europeo para la investigación nuclear, un tiempo en el que los avances tecnológicos arrasaron con cientos de procesos manuales. Cada año que pasaba los procesos se automatizaban, con lo que su habilidad era cada vez menos necesaria para las investigaciones. Las máquinas sustituyeron al mejor ordenador humano de la historia, hasta que llegado el 1 de agosto de 1986 -cuando hacía ya 10 años que había dejado el CERN- Willem Klein fue cruelmente asesinado en su casa de Amsterdam.
Alguien lo acuchilló hasta la muerte sin que nunca se supiese quien fue el autor o la razón de tal brutal final para un hombre, que dio todo su talento para el mundo de la ciencia, hasta que la propia ciencia lo acabó sustituyendo para dejarlo nuevamente, en el mundo del espectáculo. Ahí donde exhibir su don.
Y tú, ¿Habías escuchado hablar sobre Wim Klein, la calculadora humana? Sin duda que uno de esos muchos genios a los que la historia no supo hacer justicia. Si te ha gustado este artículo, te invitamos a que también descubras la vida de otro hombre brillante que también sufrió un desgraciado final: William James Sidis, el hombre más inteligente y el más triste.