Un reciente documental de la BBC basado en un estudio realizado por el estadounidense John Edgar Browning, con el título de “Vampiros reales de Nueva Orleans y Buffalo: notas de investigación hacia una etnografía comparativa”, ha vuelto a colocar sobre el tapete, si es que en algún momento dejó de estarlo, el fascinante tema del vampirismo, pero esta vez desde una perspectiva distinta a la de la literatura o las páginas “rojas”.
“True Blood” True
Browning logró contactar con verdaderos bebedores de sangre humana en las ciudades antes mencionadas, aunque cree que debe haber grupos similares en otras ciudades de Estados Unidos y del resto del mundo, pero se mantienen lejos de los medios y de la visibilidad pública debido a las connotaciones macabras y vampirescas de su hábito.
Nada más lejos de la ficción que estos consumidores de sangre humana con familias normales, trabajos y costumbres diurnas normales, y una dentadura igual a la de cualquiera de nosotros. De hecho, las personas contactadas por Browning no tienen mayor interés por el vampirismo, Drácula y sus secuelas, que la que podría sentir cualquier aficionado a la literatura y el cine de terror, o tenga una suscripción a HBO.
Con mordisco o sin mordisco
La práctica de este vampirismo del siglo XXI –que cuenta con antecedentes muy antiguos– está más cerca de una visita a un banco de sangre que de las mordidas sensuales de un Nosferatu. Los “donantes” son contactados a través de distintas redes, deben hacerse exámenes para descartar el sida y cualquier otra enfermedad que pueda trasmitirse por la sangre, y una vez cumplidos estos requisitos puedes elegir entre dos formas de extracción: la convencional, con inyectadora, torniquete, tubo de ensayo y alguna sustancia esterilizadora (como si fuese un examen de sangre); o la toma directa del cuerpo del “donante”.
Este último procedimiento consiste en hacer un corte limpio con un bisturí desechable y luego proceder a chupar. En este caso el comensal también debe asegurarse de que su boca esté debidamente desinfectada.
Causas de esta afición sangrienta
Browning pudo determinar que el consumo de sangre comienza en la adolescencia y sirve inicialmente para compensar una falta de energía generalizada. Los bebedores dicen que no lo hacen por gusto, y que así pueden evitar dolores de cabeza, de estómago y una debilidad crónica, que sólo se quita con la ingesta de sangre humana.
Entre los médicos no hay unanimidad sobre los efectos benéficos o nocivos de la sangre humana, algunos consideran que el modo como quita el cansancio podría ser parte de un efecto placebo, pero creen que sí es posible que alivie dolores estomacales gracias a sus propiedades laxantes.
Las supuestas propiedades de la sangre como alimento o medicina se remontan a varios siglos atrás, y explican en parte los mitos y leyendas sobre vampiros. En torno a este caso se ha recordado el del papa Inocencio VIII, que en el siglo XV fue tratado por sus médicos dándole a beber sangre fresca de tres jóvenes que murieron desangrados.
Tal vez ahora, cuando esta curiosa comunidad comienza a abrirse al escrutinio público, puedan hacerse estudios más exhaustivos que permitan explicar esta extraña afición, y nuestra milenaria fascinación por ella.
Mientras tanto, quédate con nosotros y lee sobre un hombre interesante, Aleksandr Bogdánov, que buscó la inmortalidad a través de la sangre.