En China, aunque oficialmente lleva el nombre de República Popular China y es comunista, es actualmente cuna de los nuevos multimillonarios mundiales. De hecho, “fuerdai” significa literalmente “la segunda generación de ricos”, y con este término aluden a los hijos de los empresarios que se han enriquecido gracias a las reformas y a la relativa apertura económica de este país asiático.
En los últimos tiempos la palabra se ha generalizado y la utilizan para referirse a los hijos de la gente rica.
Cuestión de ¿clase?
Estos jóvenes nacidos en las décadas de los 80 y 90 han heredado riquezas incalculables y su educación es más bien occidentalizada, y no tienen nada que ver con los muchachos que asisten a las universidades chinas. Por las leyes de control de natalidad, son siempre hijos únicos y muchas veces malcriados.
Se supone que serán los encargados de las empresas de sus padres, pero muchos de ellos no parecen interesados en los negocios, sino en disfrutar de la vida y del dinero: se dedican a coleccionar autos de lujo (con los que suelen hacer carreras en medio de la ciudad, al mejor estilo norteamericano) y a fotografiarse con modelos famosas y mujeres espectaculares.
Salen en las noticias y no son queridos por su sociedad.
Accidentes y privilegios
Uno de estos herederos, Hu Bin, un fuerdai de tan sólo 20 años, conducía un auto de carreras Mitsubishi en las calles de Hangzhou; allí el límite de velocidad es de 50 kmph. Sin embargo, en esa fecha (2009) atropelló a un joven ingeniero, Tan Zhuo, de 25 años.
El informe policial preliminar indicaba que la velocidad a la que iba Hu Bin era unos 70 kmph. Esto generó indignación en la población, ya que Tan Zhuo fue lanzado a 5 metros de altura y cayó a 20 metros de distancia debido al impacto, lo que sugería a ojos vistas que la velocidad era mucho mayor.
La actitud de Hu Bin no podía ser más chocante, pues no pareció importarle lo que había sucedido y parecía más bien muy tranquilo, ya que todo indicaba que durante la investigación hubo intentos de protegerlo.
Sin embargo, fue a juicio y allí se estableció que conducía entre 84 y 101 kmph, y por ello fue condenado a tres años de cárcel.
Pero no es el único incidente. Otro fuerdai, apenas en junio de 2015, alquiló parte de un río, en la provincia de Henan, para pasear a su novia en canoa, y los trabajadores fueron obligados a pararse en la orilla y saludar a los jóvenes –como si se tratasen de reyes– para que la chica se sintiese a gusto.
Este comportamiento ha despertado un gran rechazo e indignación hacia ellos y en las redes sociales son criticados a menudo y muy duramente. Aunque no parece afectarles, de hecho, ellos mismos deciden subir fotografías de sus extravagancias a estas redes. Por ejemplo, Wang Sicong, el hijo del hombre más rico de China, publicó una foto mostrando a su perro con dos relojes Apple en sus patas delanteras.
También es común que se les dé publicidad no deseada a sus excesos y fiestas sexuales, así como a sus problemas con el alcohol.
¿Y de quién es la responsabilidad?
Ésa sería una pregunta un tanto retórica en Occidente, pues lógicamente ese tipo de comportamiento habría sido enseñado por los padres y ellos serían los responsables. Trabajaron duro y quisieron darle lo que ellos no tuvieron a sus hijos. Comprensible.
Pero en China, que es comunista, el Estado también tiene cierta responsabilidad. Según el diario Beijing Youth Daily, el diario de la Liga de Jóvenes Comunistas, el presidente Xi Jiping exigió duramente a los fuerdai autodisciplina y control, así como un comportamiento correcto y acorde con los principios comunistas, para limpiar la imagen tan deteriorada.
Incluso, se inició una campaña oficial para “reeducar” a los fuerdai:
“La segunda generación de niños ricos chinos está acompañada de connotaciones negativas: son vistos como mimados, arrogantes y tercos. Algunos jóvenes ricos sólo saben que tienen dinero, pero no entienden de dónde viene; saben cómo mostrar su riqueza, pero no saben cómo crearla”.
Así se lamentaba el Departamento de Trabajo del Frente Unido (agencia del Partido Comunista que maneja las relaciones con la élite no comunista de China).
Por supuesto, el tema de fondo es el económico. El gobierno de China está alarmado porque estas familias ricas son el soporte del sector privado, lo que ha generado mucha riqueza al país. Si estos jóvenes no se preparan para suceder a sus padres en el manejo de los negocios, ciertamente todo el sector privado chino se verá afectado, y el país también.
En esta campaña formó parte también una iniciativa de las autoridades de la provincia de Fujian, hacia el sur de China, en la que se diseñó una clase especial para 70 hijos de multimillonarios, con temas que van desde la doctrina de Confucio hasta las gestiones modernas. Los padres registraron muy contentos a sus hijos, pero la reacción pública fue controvertida, pues se quejaron de que no había justicia social en esas clases sólo para ricos.
Por lo visto, en China siguen los problemas de clase social. Y si bien hay fuerdai decentes, estudiosos y trabajadores, la mala fama de sus “colegas” los salpica a ellos. Habría que ver si esas clases para ricos dan los resultados esperados.
¿Qué crees tú? Y si te interesó el artículo, no te pierdas Krampus, el anti-Claus, y adónde van los millonarios en vacaciones.
Imágenes: Wikipedia