Marco Rodríguez Pantoja tuvo una infancia difícil, marcada por los golpes, la miseria y el abandono. Irónicamente, en el momento en el que se halló en la soledad más absoluta, aislado de todo, fue cuando descubrió el amor, la lealtad y esa sensación de protección que desconocía de la humanidad.
Esta es la historia poco conocida del niño criado por lobos, en España.
El casi desconocido caso del niño criado por lobos ¡en España!
Lo que vivió Marco, el niño criado por lobos, es uno de esos casos insólitos que mucho nos cuesta tomarlos por verdaderos. Pero en su experiencia, aunque inaudita, agridulce y cercana a la fantasía, no hay más que verdad y una gratitud profunda hacia estos seres salvajes que le dieron cobijo y sanaron su corazón.
La difícil existencia de Marco comenzó en Añora, Córdoba, en 1946. Su madre murió cuando era apenas un chiquillo. Era el menor de tres hermanos que quedaron a la suerte de un padre abusivo. Su progenitor, al poco tiempo de enviudar, se volvió a casar con una mujer que solo hizo que empeorar la situación.
En los años ’50, su núcleo familiar se trasladó a Fuentecaliente, en Sierra Morena, España, para dedicarse a la fabricación de carbón. Por pobreza o desapego, Melchor, el padre, entregó a sus hermanos a unos familiares, quedando el pequeño Marco bajo la potestad de unos padrastros que lo golpeaban sin descanso… aunque no por mucho tiempo.
El pequeño acostumbraba a robar bellotas bajo órdenes de su familia. Si regresaba con el saco vacío, recibía palizas que a duras penas podía soportar…y si lo atrapaba la policía, también era hostigado a palazos. El martirio terminó cuando a los seis años, Marco, fue vendido a un cabrero en el Valle del Silencio, a quien le serviría como cuidador de ganado.
Tuvo un techo y alimento cerca de un año, hasta que su capataz murió. A partir de ese momento viviría alienado del mundo en la Sierra Morena. Tuvo una vida salvaje, en la que cazaba y comía carne cruda para sobrevivir, aplicando los pocos conocimientos que pudo recoger en su corta vida sirviendo a los adultos y otros que se fueron dando por su propio instinto y por los de sus acompañantes de otra especie.
Sus amistades variaban entre culebras, águilas y cualquier animalito que estableciera una conexión con él, pero existió una unión más significativa. Una vez encontró una cueva habitada por una manada de lobos, eran cachorros. Marco jugó con ellos hasta agotarse, así que se abrió un espacio entre ellos y durmió entre sus cálidos cuerpecitos. Pronto la madre entró a la lobera y despertó al niño de impresión, pues, en lugar de penetrar su cuello con sus filosos colmillos, lo saludó con lamidas como muestra de aceptación. Desde ese momento se convirtió en parte de la familia; en el niño criado por lobos.
Aprendió a interpretar sus aullidos para comunicarse con ellos hasta olvidar su propio lenguaje. Caminaba encorvado, llevaba una larga melena a la altura de la cintura, vestía con pieles de animales y sus pies se endurecieron con enormes cayos por vagar sin zapatos. Si tenía hambre, convocaba a su mamá loba y al líder de la manada con aullidos para ir en búsqueda de alimento. Ellos atendían el llamado y hacían lo propio para llenar sus estómagos.
El amor y la compasión la conoció de ellos. A estas criaturas agradeció que le hicieran sentirse acompañado y valorado como nunca se sintió cuando estuvo rodeado por humanos. Tanto fue así que lamentó haber sido encontrado a los 19 años, en 1965, por la Guardia Civil, pues la naturaleza era su hogar y los lobos su familia.
El camino para reincorporarse a la sociedad fue difícil, tuvo que aprender a comunicarse mediante palabras de nuevo, un sacerdote le auxilió en la misión. Además, su comportamiento era errático por los largos años en los que vivió sin contacto humano. No entendía el valor del dinero, ni cómo funcionaban las relaciones humanas, por lo que sufrió estafas y engaños.
Hoy por hoy, a sus 70 años, tiene la inocencia de un niño. Y de esos 12 años viviendo aislado rescata que vivir con humanos es mucho peor que vivir con animales, aunque todo el que lo conoce lo describe como un hombre alegre y simpático, tan travieso como un crío. De sangre dulce para la gente, y por supuesto, amante de los animales.
Actualmente vive en Galicia junto a Manuel Barandela, un amigo que le ofreció un espacio en su hogar a cambio de trabajo. De vez en cuando regresa a lo que era su hogar para jugar con los lobos. Su increíble historia como un niño criado por lobos, en la Sierra Morena, fue contada y dirigida por Gerardo Olivares en el filme Entrelobos, en 2010. ¿Te gustaría verla?
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Imágenes: El confidencial, bbc,