Los libros medievales, y en general los de cualquier época, cargan con el conocimiento de la cultura. Desde que se inventó la escritura, el ser humano ha fijado episodios importantes de su historia local, ha registrado noticias, cuentas de compraventa de productos, y hasta recetas de cerveza, en los soportes que su ingenio le ha indicado: piedra, tablillas de arcilla, bronce o madera, placas de hueso o marfil, papiros, pergaminos, papel…
Desde el papiro, que se hacía a partir de fibras vegetales, formando hojas que se pegaban por los bordes hasta formar una larga tira de 5 o 6 metros y se enrollaban alrededor de una varilla, hasta la invención del pergamino, pudieron pasar mil años. Y es con éste, precisamente, que los libros medievales comienzan a elaborarse.
10 curiosidades sobre los libros medievales
1. Su nacimiento
Los libros medievales nacieron gracias a que los rollos de papiro dejaron de ser prácticos, y se reinventó el libro rectangular de varias hojas cosidas al modo de las tablillas romanas unidas por anillas. Hacia el siglo II surgen entonces los códices, o libros rectangulares, en donde era muy fácil marcar la lectura, e incluso hacer notas.
2. El material
Frente a lo complicado y costoso del procedimiento del papiro, hacia el siglo I d.C. surge el pergamino, que provino de la antigua ciudad de Pérgamo, en lo que hoy es Turquía.
El pergamino también conllevaba una preparación elaboradísima y bastante cara, se hacía con las pieles de diversos animales (vacas, ovejas, antílopes, etc.), tratadas con cal y agua, pero en contraposición al papiro, era prácticamente eterno, se podía escribir por ambas caras –lo que abarataba los costos porque se incluía más texto–, y no lo atacaban insectos.
3. Los palimpsestos
Como el pergamino comenzó a usarse hacia el siglo I, numerosas obras antiguas grecorromanas fueron escritas en este soporte. Ya en la Alta Edad Media, hacia el siglo VII, por la escasez de pergaminos y papiros, se comenzó a reutilizar el que estaba disponible, y por eso raspaban la tinta con piedra pómez y escribían de nuevo encima, pero muchas veces quedaban restos de lo que antes estaba escrito.
A este resultado lo llamaron “palimpsesto”, que significa “grabado nuevamente”. Uno de los más famosos contenía las Instituciones del jurisconsulto romano Gayo, cuyo texto fue borrado para escribir encima las obras de san Jerónimo. También el De re publica, de Cicerón, corrió con similar suerte.
4. Pergaminos “cosechados”
Debido a lo costoso de este material, diversos monasterios religiosos decidieron contar con su propia fuente de pergaminos; por ejemplo, los benedictinos y dominicos comenzaron a tener animales, para poder trabajar las pieles y obtener los pliegos de manera más fácil y barata.
5. Las miniaturas
Una de las características más destacables de los libros medievales son las miniaturas, una manifestación pictórica notable. Se llamaban así no porque fueran mínimas, que lo eran, sino porque se pintaban con un pigmento rojo muy utilizado en la época, el minio.
Por lo general, utilizaban tinta negra para el cuerpo de los textos, y el minio para las letras capitales.
6. Un proceso con muchas manos
Para hacer libros medievales se requería de un conjunto de personas con gran conocimiento. Al ser un objeto artesanal, cada libro era una obra distinta y única, y se necesitaban varios especialistas: un miniador (experto en las miniaturas), un escriba versado en caligrafía, un encuadernador, un revisor… Lo necesario para editar un libro.
En el caso de los libros medievales, cada manuscrito se escribía en hojas sueltas, ensambladas luego para su encuadernación.
7. ¿De qué estaban hechos los libros medievales?
Obviamente, de tinta y pergamino, pero también se necesitaba hilo para coser las páginas, cuerda, madera, pan de oro para la decoración, cuero y broches metálicos para la encuadernación.
8. Pupitres, scriptorium
Normalmente, los copistas escribían apoyando las hojas sobre sus rodillas, no tanto en mesas, aunque los scriptorium se volvieron más comunes siglos después, XIV y XV. Lo hacían al aire libre, para aprovechar al máximo la luz solar. Las velas eran algo que trataban de evitar, para no correr riesgos de que todo el trabajo se quemara por un desafortunado accidente.
9. Las universidades, impulsoras del libro
A partir de los siglos XII y XIII, surge un “nuevo mercado”: los estudiantes, necesitados de libros de texto. Así, los libros medievales realizados sólo por los monjes dan paso a un nuevo campo de trabajo: el de copistas, y eran profesionales laicos los que se encargaron de la producción “en serie”.
Por eso se crearon talleres urbanos dedicados a hacer libros, aunque seguían siendo manuales. Podrían llamarse los primeros libreros. Los libros son ahora más sencillos, desaparecen las miniaturas y las letras capitales para copiar más rápidamente los textos. Ya no pertenecen a monasterios o a palacios, sino que se pueden tener en casa, para uso de los estudiantes o profesores.
10. La caligrafía
La masificación del libro produjo un cambio en la manera de escribir. Se introdujo así la letra gótica, que reemplazó a la escritura carolina o carolingia. Los textos, a partir de entonces, comenzaron a utilizar signos de puntuación, se separaron mejor las palabras, y se adoptaron dos columnas de texto en cada página.
Los contemporáneos del siglo XVI llamaban a la letra gótica littera moderna, y la despreciaban como letra de bárbaros porque no la entendían. Ellos fueron quienes trataron de difundir y recuperar lo que consideraban la letra antiqua, la carolina, de formas redondeadas. Y es con este tipo de letra con la que se imprimieron los primeros libros. Como curiosidad, es la base de las letras actuales.
Con la entrada del papel en Europa y la invención de la imprenta, desaparecieron definitivamente los libros medievales, y poco a poco fue creciendo la industria del libro, hasta llegar a lo que es hoy.
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