La rabia y la ira son emociones que todo el mundo ha experimentado alguna vez en su vida. Ni siquiera los monjes tibetanos se salvan de sentir enojo por alguna razón. Es parte de nuestra condición humana, pero quizás los monjes no tengan en su repertorio insultos tan escandalosos como los que hemos escuchado por ahí en medio de una acalorada discusión.
En cada país la manera de comunicarse y expresarse es diferente. Puede estar influenciada por miles de variables. Sin embargo, en todas partes las personas se insultan. No es deseable ni ideal, pero ocurre y los insultos van desde los más leves hasta los más malsonantes.
Estos son los peores insultos e improperios que puedas encontrar en el planeta
No es cosa de ahora. Los historiadores tienen registro de la agresión verbal que las personas han profesado unas contra otras desde tiempos inmemoriales. Los arqueólogos pudieron comprobar que las calles y las paredes de Pompeya, la ciudad del antiguo imperio romano que fue consumida por la explosión del Monte Vesubio, se podían leer grafitis con mensajes que hacían referencia al pequeño tamaño del pene de algún hombre o sobre como la madre de otro era una prostituta.
Incluso en la Biblia podemos leer insultos, como cuando el primer rey de Israel, Saúl, llama a su hijo Jonatán «hijo de una perdida», durante una disputa por el apoyo que este le dio a su rival David.
La cuestión de los insultos es un tema tan extenso que hay investigaciones profundas al respecto. El lingüista e ingeniero alemán Reinhold Aman, quien durante años editó la revista Maledicta, the international journal of verbal agression, dedicada a este menester, asegura que los campeones de los insultos son los húngaros. Según él, en todos los años que ha estudiado la agresión verbal, nunca ha escuchado ninguna peor que la de los húngaros (es tan subida de tono que no debería ser leída por ojos susceptibles, así que si eres impresionable, te aconsejamos saltar al próximo párrafo): «¡Deja de abofetearme en la cara con tu polla cubierta de mierda del puto Jesús!».
Considerando el contenido de la última frase, es natural pensar que no existe otro insulto peor que ese, pero muy cerca se encuentran las blasfemias de los catalanes y los españoles. «mecàgum Déu, en la creu i en el fuster que la feu, i en el fill de puta que va plantar el pi!» («me cago en Dios, en la cruz y en el carpintero que la hizo y en el hijo de puta que plantó el pino») y «¡Por los 24 cojones de los 12 apóstoles de Cristo!», son de los insultos favoritos del lingüista.
Seguidamente, la medalla de plata se la llevan los judeo-alemanes puesto que de acuerdo con Aman, el repertorio de palabra soeces en yiddish es de los más amplios. Esto se debe a que el yiddish reúne al alemán, hebreo, arameo y las lenguas eslavas.
«Los judíos han estado perseguidos durante más de 2.000 años y, a diferencia del Israel actual, no tenían armas para combatir excepto sus bocas, así que se convirtieron en maestros del insulto y la maldición», agregó aman.
Otras menos acaloradas, pero igualmente desagradables que figuran son las expresiones, en árabe: «¡Que las pulgas de mil camellos invadan tus sobacos!» y en hebreo: «¡Que heredes una mansión con mil habitaciones, y cada habitación con mil camas, y que el cólera te lleve de una cama a otra!».
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Imágenes: Olichel