El Ars moriendi, o arte de morir, fue una especie de manual medieval para guiar a los agonizantes en el último y más “terrible” acto humano, la muerte.
Ars moriendi, “El arte de morir”: la guía medieval para moribundos
La muerte es territorio desconocido. Ningún ser humano común y corriente ha muerto y regresado para contarnos, por lo que, más allá de las religiones y creencias, la muerte constituye uno de los más grandes misterios y temores de nuestra vida. A lo largo de la historia diversas culturas han ofrecido a los que van a morir estas “guías”, que se supone ayudarán en esa transición, como el Libro de los muertos egipcio.
El Ars moriendi surgió en una época terrible, el siglo XV europeo, como una respuesta de la Iglesia católica a la inmensa cantidad de muertes ocurridas por la peste negra y las continuas guerras que diezmaron notablemente a la población.
Como quizá sepas, la horrorosa pandemia que azotó el mundo en el siglo XIV, extendiéndose en posteriores oleadas hasta 1490 –sin la gravedad que tuvo entre 1346 y 1361–, causó la muerte de un tercio de la población europea, calculándose en 25 millones los decesos en este continente. Todos morían, no importaba la clase social a la que pertenecieras, el dinero que tuvieras contigo o lo bueno o malo que hubieses podido ser: la peste se llevaba a todos. Eso causó pánico entre los sanos, a los que no se podría culpar de no querer atender a los enfermos: sólo imagínate que en la mañana alguien se enferma y ya en la noche es cadáver.
Si bien médicos, sacerdotes y otras personas arriesgaron sus vidas cuidando a los contagiados, la muerte era casi segura, por lo que fue común que muchos sacerdotes y religiosos se negaran a administrar los santos óleos, movidos por el miedo primitivo a contagiarse y morir.
A un fraile dominico del que desconocemos el nombre se le ocurrió escribir una obra, llamada Tractatus –o Speculum– artis bene moriendi, en 1415, probablemente a petición del Concilio de Constanza, realizado en Alemania entre 1414 y 1418, para terminar con el Cisma de Occidente, estudiar posibles cambios en la iglesia y otros temas, entre los que estaría el “protocolo” para el bien morir.
El Ars moriendi, así, se convertiría en un manual para los moribundos, pues en los casos en que no hubiese un sacerdote disponible, serviría para prepararse y salvar el alma; y por lo mismo, fue un éxito editorial para la época, siendo leído y traducido a casi todos los idiomas europeos occidentales.
En estos años de peste, muerte y guerras (la Guerra de los Cien Años, entre Inglaterra y Francia, además de las locales), la idea religiosa del Juicio Final colectivo fue dando paso paulatinamente al concepto de la muerte como un hecho individual; lo que sí permaneció fue el temor a la perdición eterna, y el Ars moriendi ofrecía un medio de alcanzar la salvación. En 6 capítulos explica todo el procedimiento, tanto para el moribundo como para los familiares:
1. En el primero se habla del lado bueno de morir, y de que la muerte no es de temer, lo cual servía para consolar al moribundo.
2. El segundo habla de las 5 tentaciones que atacan a quien está a punto de morir, y de cómo eludirlas: la falta de fe, la desesperación, la impaciencia, el orgullo espiritual y la codicia.
3. El tercero dispone las preguntas que hay que hacerle al enfermo para reafirmar su fe y se arrepienta de sus pecados.
4. El cuarto explica la necesidad de imitar la vida de Cristo.
5. El quinto estipula el comportamiento que los familiares deben adoptar al acompañar al moribundo, que incluye mostrar imágenes sagradas y pedirle la aceptación de los sacramentos.
6. En el sexto se establecen las oraciones que habrán de decirse en la hora de la muerte para ayudar al moribundo a «morir bien».
Fue sumamente popular en Inglaterra y en Alemania, con casi 300 versiones manuscritas, y en España hubo al menos dos traducciones. Ya para el 1500 circularon cerca de 100 ediciones, siendo el Ars moriendi uno de los primeros libros impresos con tipos móviles.
Hubo también una versión corta, basada sobre todo en el segundo capítulo, con ilustraciones muy claras de las tentaciones y cómo superarlas, y ambas, la larga y la corta, corrieron con igual buena suerte editorial en toda la comunidad cristiana, y aquella tradición sobrevivió hasta entrado el siglo XVIII.
El arte del bien morir es un concepto que se desprende de otro, el arte del bien vivir, como expresión de una vida coherente y correcta. Desde cualquier religión o creencia es una ayuda para morir, el acto más seguro que tenemos en la vida.
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