Napoleón Bonaparte fue uno de los hombres más poderosos de toda Europa en los años que se aproximan al 1812. Hijo de un abogado, Carlo Buonaparte, y de Letizia Ramolino, se formó en la Escuela Militar de París bajo la subvención del rey Luis XVI y tuvo un importante papel en la historia por la que todavía hoy es recordado. Sin embargo, también protagonizó numerosas anécdotas como la que vamos a contarte en este artículo.

Un hombre políticamente muy activo

Podríamos decir que Napoleón Bonaparte fue un hombre muy activo al que se le conocen muchas historias, conquistas y anécdotas. Fue emperador de los franceses, Primer Cónsul de un importante Consulado, copríncipe de Andorra y rey de Italia, entre otras muchas cosas. Un personaje realmente curioso. Sin embargo, una de las anécdotas que más popularidad alcanzó y que parecen describir muy bien la personalidad de este personaje histórico es la que vamos a contarte a continuación.

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La anécdota se produjo en el contexto de la batalla de Borodino, que tuvo lugar en septiembre de 1812 y que se conoce como una de las más terribles y sangrientas de todas las guerras que se produjeron bajo el mando de Napoleón. Durante la contienda, las tropas del emperador se enfrentaron a las de Alejandro I de Rusia que se retiraron otorgándole la victoria después de una dura batalla. Esa misma tarde, después de acabar la lucha, Napoleón paseaba entre los muertos que yacían en el campo de batalla y mientras lo hacía vio a un niño que formaba parte de su ejército, sentado en medio de todos aquellos cadáveres y tocando el tambor.

¿Qué hace este crío aquí?

Napoleón, extrañado, le preguntó al crío ‘¿Qué haces muchacho? ¿No sabes que tu sitio está donde esté tu regimiento?’ A lo que el muchacho contestó ‘Señor, estoy en mi sitio. Estos son mi regimiento y éste que veis aquí caído era mi capitán’. Napoleón, triste, bajó la cabeza y continuó su camino, no sin antes dar un toque en el hombro del muchacho y decirle:

‘Así es la guerra, feliz y alegre por la mañana y desgraciada al atardecer’.

Curiosa anécdota de Napoleón Bonaparte que no sólo refleja los horrores de una guerra, sino también parte de la forma de entender el mundo del personaje.