Entre las naciones con un acervo histórico más valioso y determinante en la realidad del mundo moderno, se cuenta Inglaterra. Sus curiosidades nos dibujan una región tradicional, señorial y plena en cultura y leyendas. La monarquía inglesa, actualmente liderada por la Reina Isabel II, ha estado plagada a lo largo de los siglos por los más curiosos personajes. Mientras algunos se han enfocado en mantener rígidas las costumbres de la corte, otros las han desafiado, dando lugar a grandes transformaciones en las épocas en que vivieron y gobernaron. Es el caso de Ana Bolena y Enrique VIII, y su particular y tortuosa historia de amor.
Tan relevante fue la relación entre Ana Bolena y Enrique VIII, que sus consecuencias modificaron las bases con las que la Iglesia Católica funcionaba hasta el momento, generando en Roma un escándalo, que acabaría con la conformación de un nuevo culto: la Iglesia Anglicana, de corte luterano y fuera de la jurisdicción de la figura del Papa. El matrimonio entre Ana Bolena y Enrique VIII la consolidó a ella como una de las Reinas consortes más importantes de la historia de Inglaterra. Acompáñanos en Supercurioso a descubrir los detalles de este matrimonio prohibido.
¿Como fue la historia de Ana Bolena y Enrique VIII?
La historia entre Ana Bolena y Enrique VIII no era fácilmente previsible. Fue llamada Ana de los mil días, pues fue ese el tiempo aproximado que permaneció como la Reina consorte, unida en matrimonio con el Rey. La joven Ana era una dama de la aristocracia inglesa, nacida, según los historiadores, entre 1501 y 1507 y con parentescos con figuras de la corte. Desde pequeña fue enviada a Francia, para recibir educación con la monarquía de aquella nación.
A su regreso a Inglaterra, se incorporó al servicio de la Reina Catalina de Aragón, la hija de los Reyes Católicos, como una más de las damas de su corte. La historia entre Ana Bolena y Enrique VIII empezaría poco después. El Rey se impactó con la belleza y encanto de la doncella y quiso hacerla su amante. Ana, por su parte, contó con el cortejo del lord Henry Percy, pero Enrique VIII se encargó de acabar con estas aspiraciones matrimoniales, afirmando que él mismo se presentaría como pretendiente.
Algunos expertos en la materia aseguran que Ana se había convertido en amante del Rey, mientras otros sostienen que la negativa de la joven al acceso carnal, fue el impulso para que Enrique VIII se enfrentara a Roma para poder estar con ella. Ese particular Rey tuvo nada menos que seis matrimonios. Las esposas de Enrique VIII pasaron por las más particulares vicisitudes, llegando incluso a terminar sus días por una condena a muerte. Sus nombres fueron Catalina de Aragón, Ana Bolena, Juana Seymour, Ana de Cleves, Catalina Howard y Catalina Parr.
Las tensiones con Roma
La materialización del romance entre Ana Bolena y Enrique VIII implicó grandes revuelos y transformaciones en la corte de la época. Para el momento, el Rey estaba casado con Catalina de Aragón, con quien no había logrado tener descendencia masculina. Le preocupaba no tener un heredero para continuar con la Dinastía de Los Tudor. Esto, sumado a su interés amoroso por la joven Ana, lo llevó a solicitar la anulación de su matrimonio por la Iglesia, para poder contraer nuevas nupcias.
Enrique VIII había ascendido al trono en el año 1509, luego del fallecimiento de su padre, Enrique VII. Ese mismo año se había casado con Catalina de Aragón, quien además de ser la hija menor de los Reyes Católicos, era también la viuda de su hermano mayor, el príncipe Arturo, muerto a causa de una enfermedad. Con su primera esposa tuvo una hija, María Tudor. Pero a pesar de la insistencia, el heredero no llegó. Cuando el rey tomó la decisión de hacer a Ana Bolena su Reina, pidió un permiso expreso al Papado para que se le permitiese anular el sacramento ya ejecutado.
La respuesta de Roma fue tajantemente negativa. La relación entre Ana Bolena y Enrique VIII no podría jamás transformarse en un matrimonio legítimo. El Rey Carlos I de España contribuyó a la negativa, presionando para que la anulación fuese rechazada. La respuesta del rey de Inglaterra sacudió las bases de la iglesia, generando una importante crisis política. Enrique VIII decidió romper relaciones con Roma y con el Vaticano, anulando por sus propios medios su matrimonio.
Proclamándose como Jefe Supremo de la Iglesia de Inglaterra, Enrique VIII dio pie al nacimiento de la Iglesia Anglicana, bajo los mismos principios de la fe Cristiana, pero liberándose del dominio y las órdenes del Papa. La relación entre Ana Bolena y Enrique VIII fue el exclusivo detonante de este importante acontecimiento que marcaría la historia de Europa e impulsaría una reforma protestante en diferentes países del continente.
¿Cómo fue el matrimonio entre Ana Bolena y Enrique VIII?
Luego de dar por terminada la subordinación de Inglaterra a la Iglesia romana, Ana Bolena y Enrique VIII celebraron su enlace matrimonial en secreto, el 25 de enero de 1533. La ceremonia tuvo lugar en la capilla privada del rey en el Palacio de Whitehall. Justamente sería esa misma capilla donde, años más tarde se casaría con su siguiente esposa, Juana Seymour, y donde moriría, en el año 1547.
Ana Bolena y Enrique VIII tuvieron una hija a la que llamaron Isabel, pero el tan anhelado heredero varón tampoco llegó. Durante dos años seguidos, la reina consorte sufrió varios abortos espontáneos. El rey, frustrado hasta el exceso por no haber engendrado un hijo varón, se fijó en otra dama de la corte, Juana Seymour. Al no poder anular de nuevo un matrimonio, ideó la forma de deshacerse de su esposa. Los historiadores defienden que el destino sufrido por Ana Bolena fue producto de un complot armado por el propio rey para satisfacer su deseo de un próximo matrimonio.
Se acusó a la entonces reina de adulterio, incesto y alta traición. Se le torturó hasta obtener las declaraciones en las que aceptaba su culpabilidad. La condena fue a muerte. La historia entre Ana Bolena y Enrique VIII terminó manchada por sangre. La sangre de ella. Ana fue decapitada por un golpe de espada en la Torre de Londres, el 19 de mayo de 1536. Su cuerpo fue enterrado en la capilla de San Pedro ad Vincula de la propia Torre de Londres.
Luego de la muerte de Ana Bolena, Enrique VIII pudo casarse con Juana Seymour, que se convertiría en su tercera esposa. Al fin lograría tener el hijo varón que había estado persiguiendo por años, pero Juana no corrió con buena suerte luego del enlace. Un año después del matrimonio, murió. Exactamente doce días después de dar luz a Eduardo VI, futuro rey de Inglaterra.
La historia entre Ana Bolena y Enrique VIII estuvo marcada por los tabúes y prohibiciones de una época, así como por la indolencia en la búsqueda de intereses personales. El rey no tuvo inconveniente en evitar que la joven desposara a otro pretendiente, pues su belleza lo hizo quererla para él. Sin embargo, al no satisfacerlo con un heredero, tampoco tuvo reparos en mandarla a una muerte cruel y sin sentido, apoyado por los detractores de la joven en la corte. Los restos de Ana Bolena serían envueltos y enterrados en una tumba común, en la que seis años después, le haría compañía el cuerpo de Catalina Howard, la quinta esposa de Enrique VIII, que también moriría ejecutada.