El amor sincero, real y enriquecedor no ve fronteras y lo da todo por el ser amado. Esta historia dio la vuelta al mundo, y es muy probable que ya la hayas visto en la televisión o leído en un periódico, no obstante, lo que sí lamentamos en no poder «olerla», porque esta historia de amor auténtico va de fragancias… De esas que unen corazones y traen la felicidad.
No te pierdas lo que hizo el señor Kuroki por la señora Kuroki…
Descubre lo que un hombre hizo por amor a su esposa
Este relato acontece en Japón, este país lleno de misticismo, encanto y fidelidad, ahí donde las almas encuentran su sentido en la naturaleza, el viento y el agua… La señora Kuroki ha vivido ya muchas décadas y ha visto muchos de esos ciclos naturales donde a través de su ventana, ha disfrutado de ese verano que daba paso al invierno, y cómo el invierno, traía ese festival maravilloso donde las flores alegraban siempre su corazón.
Pero los años tienen un alto precio en el ser humano: la vejez y la enfermedad. A la señora Kuroki le diagnosticaron diabetes, y con el tiempo, ocurrió algo inevitable: la pérdida de su visión iba a ser irreversible y definitiva. Y así fue, y con la vista, se le borró también la sonrisa, las ganas de vivir. El mundo se había vuelto negro para alguien acostumbrado a ver las bellezas de este mundo orlado de colores, matices, luces y formas…
Los Kuroki viven en Shintomi, en la prefectura de Miyazaki, en una agradable casa de campo en la cual, nuestra protagonista se enceró para no volver a salir. Cayó en una terrible depresión y su esposo, derrumbado por la tristeza que se llevaba de su lado a su mujer, inició un interesante plan.
La naturaleza tiene poder, y si hay algo que es capaz de hacer, es despertar nuestros sentidos, envolvernos y seducirnos… pero ¿de qué manera? Mediante el olor, a través de la fragancia de las flores. El señor Kuroki eligió un tipo de flor tan mágica como espectacular por su increíble olor para traer la felicidad a su esposa: la ‘shibazakura’.
Este trabajo duró dos años, tiempo durante el cual, no dejó ni un día de intentar sacarle la sonrisa con el proyecto que tenía en mente. No sabemos si su esposa llegó a creer que lo iba a conseguir, que su idea era crear todo un océano de flores «shibazakura» que atraería a su vez, a decenas de curiosos.
Y así fue, el señor Kuroki lo consiguió porque cuando llegó la primavera, por la ventana de la habitación de su esposa llegó día a día un olor tan intenso y embriagador, que su tristeza se fue deshilachando como el humo que escapa de una ventana. Volvió a sonreír, a salir de casa y a disfrutar de maravillosos paseos al lado de su amado esposo. Desde entonces, acontece otro detalle aún más asombroso: los turistas nunca dejan de visitar este inmenso jardín de la prefectura de Miyazaki.
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