Puede que pienses que el interés o la fama de los muertos vivientes es un tema exclusivamente actual. No estamos hablando de los clásicos zombies que vuelven de la tumba con ansias caníbales, en absoluto, estamos hablando simplemente de ese interés centrado en la figura de los muertos y su trascendencia.
Puede que te sorprenda, pero a lo largo de la historia del arte y en especial en la Edad Media era muy recurrente una imagen tan llamativa como «inquietante». Se trata de «los tres muertos vivientes». Una composición terrorífica que podemos ver en obras como «La danza macabra» (Totentaz) o el clásico «Triunfo de la muerte».
La leyenda de los tres muertos
No hay nada más enigmático que la muerte. Un enigma al que ni la ciencia ni la filosofía nos pueden dar respuesta (de momento), una imagen que sólo la religión ha intentado explicarnos desde diversos prismas y siempre desde un punto de vista doctrinal. ¿Qué hay después de la muerte? ¿Hay un paraíso, un castigo para el pecador, acudimos al refugio de una deidad cálida donde siempre existe el perdón? El arte ha sido desde sus inicios el campo en el que manifestar todas estas inquietudes, siendo la Edad Media y el Renacimiento esos periodos clásicos en que lo «ininteligible» aspiraba a hacerse cercano, incluso con un mensaje moral.
Disponemos de gran cantidad de testimonios artísticos donde se repite una llamativa imagen: tres esqueletos irrumpen en escenas cotidianas, tres muertos que asustan, que «asaltan» el mundo de los vivos con sus huesos y sus carnes abiertas. Pero ¿por qué razón? «La danza macabra», «El triunfo de la muerte», el mural del «Convento de San Pablo de Peñafiel», el «Libro de las horas» del siglo XV y tantos otros son ejemplos de estas representaciones que siempre nos arrancan un escalofrío. Pero ¿qué se pretendía con ello?
Existe una fábula medieval titulada los «Tres vivos y los tres muertos vivientes» que nos podría dar una explicación ilustrativa sobre el tema. En la British Library se nos da una indicación muy clara sobre ello y que pasamos seguidamente a reflejarte. Esta fábula nos habla de tres jóvenes de casas distinguidas que disfrutan de su tiempo y su vida ociosa. Un día los tres deciden ir de caza a los bosques de uno de los muchachos. Armas en mano y a galope, inician lo que en principio iba a ser una jornada normal.
Pero en un momento dado, cuando están caminando por la espesura del bosque, se encuentran con algo impactante e inexplicable. Son tres cuerpos, tres hombres harapientos y sin apenas piel cubriendo sus huesos que avanzan hacia ellos con suma tranquilidad. Los jóvenes advierten de inmediato que esos tres cuerpos carecen de vida, que son retornados y que, por la razón que sea, aún tienen la capacidad del habla.
A pesar del terror y la conmoción, logran atender las palabras de estos tres muertos vivientes. Les hablan de la fugacidad de la vida, de la necesidad de cuidar sus actos y de hacer el bien antes de que sea demasiado tarde. Como puedes ver, esta fábula no está exenta del carácter moralista tan clásico de esta época. Se ensalza, por así decirlo, el «Memento mori», el «recuerda que un día morirás», una concepción en la cual se nos hace pensar en la fugacidad de la vida y en la necesidad de saber aprovecharla adecuadamente.
¿Por qué la insistencia en el número tres?
¿Por qué tres muertos vivientes y no dos o cinco? El número tres dispone de una tradición en nuestra historia, también en la religión, no tenemos más que recordar la imagen de la Santa Trinidad. Para Platón, por ejemplo, era la imagen del ser supremo en sus tres personalidades: materia, espíritu e intelecto, mientras que para Aristóteles determinaba la totalidad del hombre: principio, medio y fin.
Las Parcas eran 3, y 3 son las partes del día; el 3 es, a su vez, el número de la logia masónica… una cifra que fascina y que simboliza el poder y la unidad, un número primo que incide, al parecer, en los principios fundamentales del orden. De ahí que no nos extrañe que sean también tres los muertos que aparecen en muchas de nuestras representaciones artísticas del medievo. Muertos, eso sí, que no pretenden más que recordarnos la necesidad de aprovechar esta vida a veces es tan efímera para el ser humano…
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