Su nombre, Girolamo Segato. Este cartógrafo, naturalista y egiptólogo entró por méritos propios en la historia por ser una figura muy avanzada para su época en materia de medicina. Si bien es conocido ante todo como «El pertrificador», lo que en realidad consiguió Girolamo Segato fue «mineralizar» los cadáveres.

Así pues, no podemos decir que realmente petrificara los cuerpos, sino que lograba endurecerlos como un férreo mineral, como si la carne hubiera sido esculpida por un maravilloso artista experto en el morboso arte de la muerte. Su historia, el relato asociado a la figura de este eminente hombre, bien merece formar parte de nuestro espacio para Supercuriosos, seguro que te sorprende.

Girolamo Segato, «Il Petrificatore»

Girolamo Segato nació en Florencia en 1792. Ya desde muy joven se sintió atraído por el Antiguo Egipto, por su historia, sus tierras, su misticismo… y sus técnicas de momificación. Quizá por ello pasó parte de su vida en este país, formando parte de varias expediciones militares, atravesando el desierto arábigo primero, llegando después hasta el Mar Rojo, y emprendiendo después largos viajes por Saqqara, el oasis de Siwa, entrando a numerosas pirámides y residiendo después en Egipto para estudiar botánica, química y documentándose todo lo que pudo sobre las antiguas técnicas de momificación.

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Relieve de Girolamo Segato

Sin lugar a dudas, y según nos cuentan los expertos, no debió basarse exclusivamente en las técnicas egipcias para desarrollar su propio modo de momificar, lo más probable es que dedicara varios años a experimentar por su cuenta, en especial, en un laboratorio que instaló en su Florencia natal, donde llevó a cabo numerosas pruebas. Y lo logró. Lo que consiguió Segato a día de hoy no tiene aún una explicación clara y detallada. Los cuerpos de personas, animales o miembros aislados que Segato momificaba, eran simplemente perfectos. Podían incluso permanecer a la intemperie a lo largo de años y años sin degradarse.

Logro «petrificar» mosquitos y roedores mediante su técnica de mineralización, llamando tanto la atención de la comunidad científica que el Hospital de Santa María Nuova le facilitó varios cadáveres para que realizara la momificación y demostrara sus curiosas habilidades. No obstante, eran tan perfectas y él tan hermético a la hora de «revelar» el modo en que lo conseguía, que empezó a levantar cierta polémica, muchas inquietudes y algo de desconfianza. La élite eclesiástica de Florencia lo etiquetó de hereje, mientras que la comunidad científica se dividía entre la admiración y el rechazo.

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Hasta que al final, ocurrió lo inevitable. Una noche entraron en su casa, causándole graves desperdicios, robo de documentos, destrozos materiales… Fue todo un desastre. Después de esa noche, Segato tomó una decisión. Sabía que no le habían robado nada importante, nada que revelara el secreto de su técnica de momificación, no obstante, pensó que lo mejor era hacer desaparecer toda prueba y papel donde se descubriera su fórmula. Y seguidamente, quemó todos los restos humanos y de animales que había momificado hasta entonces. Sólo quedaron unas pocas piezas que conservaban en el Hospital universitario, y que a día de hoy podemos ver en el museo Anatómico de la Universidad de Florencia.

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¿Pudo averiguarse de qué modo «mineralizaba» o «petrificaba» los cuerpos? La verdad es que no. Y él, se llevó el secreto a la tumba, tras fallecer tempranamente a los 43 años, quedando para siempre en el mundo de la medicina como «Il Petrificatore».

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