Llega la Navidad y ese desvivirnos por encontrar los mejores regalos para nuestros seres queridos. Pronto, nos damos cuenta de que no sabemos qué comprar, sobre todo a los niños. Tienen tantos juguetes que nos cuesta la misma vida dar con algo que les haga verdadera ilusión. Sin embargo, hay otros lugares, otros espacios donde una manta o libro son un verdadero lujo. Este es el caso del joven que robó más de 300 libros.

Flavio Fernando de Oliveira: un adolescente brasileño roba para leer

No paramos de repetir que la educación es la cura de la pobreza y la corrupción. La cultura nos ayuda a ser más conscientes del mundo en el que vivimos y, por tanto, nos convierte en ciudadanos más exigentes con los mandatarios. Además, estimula la imaginación, por lo que nos capacita para crear soluciones diferentes a los obstáculos que nos vayamos encontrando. Sin embargo, todo esto se queda en mera palabrería cuando las personas más vulnerables no pueden acceder a ella.

Lo que suele suceder es que estos aceptan el discurso y se resignan a su suerte. O no. Otros delinquen para mejorar sus condiciones materiales, dando de espalda a los libros, como si estos fueran el símbolo de un lugar al que no pertenecen. Pero también hay excepciones, como el de este joven que robó más de 300 libros en Brasil, con el único objetivo de leer y aprender. Por ello, es inevitable cuestionarse la naturaleza de su delito, ¿de verdad merece un castigo?
Lo cierto es que desde que ocurrió en julio de 2017, no hemos sido los únicos que nos hemos hecho esta pregunta. De hecho, la hermana de Flavio cuenta cómo mucha gente llamó a las puertas de su casa, con la intención de regalarle libros, hasta el punto de que, manisfestó, tenían ya problemas de espacio en casa por culpa de los mismos. Ya no quedaba sitio para guardarlos.

Cómo descubrieron al joven que robó más de 300 libros

Desde hace años, Flavio pasa horas encerrado en su habitación leyendo. Su familia estaba contenta por ello. Gracias a esta afición, el adolescente estaba a salvo de los peligros y las tentaciones de la calle. Cuando le preguntaban de dónde sacaba los libros, él respondía que se lo habían prestado o regalado. Nunca contaba que los robaba de la biblioteca.

La biblioteca de Itápolis detectó la falta de libros, así que decidió informar a las autoridades. Estas instalaron cámaras de seguridad para dar con el delincuente. Ahí, se dieron cuenta de que el culpable era un chico de 18 años que, además, hacía de las suyas en otras bibliotecas de la zona.

Cuando entraron en su casa, vieron que los 384 ejemplares sustraídos estaban apilados en su dormitorio. Su voluntad estaba clara: solo quería leer. Es cierto que no supo responder a la pregunta de por qué no los devolvía. Aunque también lo es que quienes disfrutamos con la lectura, comprendemos muy bien ese deseo de tener esas historias que te marcan junto a ti.

A pesar de la simpatía suscitada y de lo excepcional del delito, el caso tiene que juzgarse. Pero el joven también recibirá ayuda para ello, ya que varias personas se han puesto en contacto con su familia para ofrecerle la ayuda económica y legal que necesita para salir bien parado del problema.

Lo sucedido con Flavio ha generado todo un debate sobre las contradicciones de un sistema que promociona la educación como el eje vertebrador de una sociedad sana, pero que no garantiza el acceso a la misma. Mientras unos afirman que el joven merece un castigo, puesto que podía haber usado la biblioteca como un usuario normal, otro ven en él a un chico extraordinario. Y vosotros, ¿de qué lado estáis?

Imagen: Camilo Durán, Hugo Orell