Cristal: delicado, transparente y definitivamente vulnerable. Imagínate por un momento que eres de este material, hecho de arena y fuego, y cuyo resultado es un universo infinito de formas, tan caprichosas como la naturaleza.
Imagínate que alguien se te acerca y quiere tocarte… ¿qué harías si fueses de vidrio?
Un trastorno medieval
En esta época fue común que las personas se sintiesen de cristal y temiesen romperse con la misma facilidad que un vitral al contacto con una piedra; tan común que hay numerosos registros recogidos en libros europeos durante los siglos siguientes.
El caso más famoso –por tratarse de un monarca– fue el rey francés Carlos VI, de quien se dice que hasta se envolvía en sábanas para que sus nalgas no se quebraran. Y en la literatura, un relato muy conocido es El licenciado Vidriera, de Miguel de Cervantes, una de sus Novelas ejemplares publicadas en 1613. El personaje cree tener todo el cuerpo de vidrio y se obsesiona con la idea de hacerse añicos al menor roce.
Quienes sufrían de glass delusion, como se llama en inglés, se veían normales, como cualquiera, sólo que los llenaba de ansiedad la certeza de saberse de cristal y que la cercanía de otras personas pusiera en riesgo su vida, al quebrar su frágil envoltura.
Uno de los datos más curiosos es que los registros de esta enfermedad mental, muy rara sin embargo, terminan en 1830.
La ilusión de cristal en el siglo XX
Hay psiquiatras que explican la aparición de esta enfermedad como una manifestación del temor a las nuevas tecnologías, y el vidrio transparente era un material bastante novedoso en la Edad Media y hasta siglos después; además, era percibido como mágico o producto de la alquimia. Era un modo bastante radical de representar temores profundos debidos a las guerras o a las enfermedades y de exteriorizar la honda fragilidad humana, que ciertamente nos sigue acechando.
Tal vez sea una razón para que los casos dejaran de existir en 1830, cuando ya el vidrio se había convertido en artefacto cotidiano. Sin embargo, un psiquiatra de Leiden, Holanda, descubrió casos contemporáneos. Andy Lameijn, que así se llama, encontró un caso en su propio hospital, y tuvo la suerte de estudiar de cerca este trastorno. A partir de allí comenzó a desarrollar una investigación sobre la ilusión de cristal que lo llevó a ubicar casos perdidos, registrados después de 1830: en Escocia, en un hospital mental de Edinburgo, existía una conferencia de 1883 en donde se documentaban síntomas de 300 mujeres, una de las cuales creía que sus piernas eran de vidrio.
Otro caso lo encontró en una edición más reciente de El licenciado Vidriera, en las notas al pie, pero no se especificaban detalles. Otro colega, al enterarse de su estudio, le refirió un caso de una mujer de 1930 que juraba que su espalda y sus piernas eran de cristal, y que tal era su miedo al contacto físico que no dejaba siquiera que las enfermeras se le acercaran, como señalaban las notas. Luego de un tratamiento, la joven se recuperó. Asimismo, otro doctor le llevó información de otro caso de 1964, de otro centro de salud.
El caso vivo
El paciente que descubrió en su propio hospital se presentó diciendo que era totalmente de vidrio. Lameijn se dedicó por completo a él, pues era la oportunidad de enfrentarse a una persona que sufría el trastorno «en vivo».
El hombre pudo describir, de primera mano, lo que significaba para él ser de vidrio, y para ello le preguntó al médico qué era lo que él veía a través de la ventana, a lo que Lameijn enumeró: árboles, calle, autos, personas… El paciente dijo: “Se le olvidó el cristal de la ventana. No lo vio, pero está allí. Así soy yo, estoy aquí, pero no lo estoy, como el cristal”.
Esto le indicó a Lameijn otra dimensión, el paciente creía que podía desaparecer y reaparecer, casi a voluntad, como si tuviese un interruptor en su mente. Más tarde en la conversación, surgieron detalles de un accidente que había sufrido hacía poco, lo que ha permitido elaborar una teoría sobre por qué alguien pudiera sufrir de ilusión de cristal en estos tiempos.
Para Lameijn, la ilusión de cristal en este paciente funcionaba como un regulador de distancia, pues tras el accidente la familia se había vuelto sumamente sobreprotectora; el trastorno era un modo de huir de esa situación y de recuperar algo de privacidad.
Teorías actuales
El psicoanalista Adam Phillips adelanta un argumento: en las sociedades modernas, donde el espacio personal y privado se ha hecho público, la fragilidad y la transparencia se han vuelto pertinentes para muchos, lo que puede generar una gran ansiedad.
En este sentido, la sensación de ser de cristal puede verse como una forma de lidiar con un mundo superpoblado en el que los avances tecnológicos nos ofrecen opciones de comunicación que parecen ilimitadas, al mismo tiempo que nos aíslan más que nunca.
Pero según Edward Shorter, historiador especializado en psiquiatría de la Universidad de Toronto, la clave para entender estos desórdenes está en la novedad de los materiales. A lo largo de la historia, la “mente inconsciente” ha vinculado sus delirios a las nuevas materias primas y a los avances tecnológicos.
Por ejemplo, en el siglo XIX, cuando se comenzó a utilizar el cemento como nuevo material de construcción, hizo su aparición la “ilusión de cemento”, y fue tan común en su momento como las falsas creencias de las últimas décadas, basadas en que la CIA y otras agencias de seguridad pueden “leer la mente” a los ciudadanos a través de microtransmisores.
Tal vez el miedo profundo a sentirnos vulnerables sea el detonante de estos trastornos. Si te interesó este artículo, no te pierdas 5 figuras históricas y sus trastornos mentales.