Aunque no sea totalmente cierta, una de las diferencias principales entre plantas y animales que nos enseñan desde niños es que las primeras no tienen capacidad para moverse o desplazarse del lugar donde echaron raíces. Y decimos que no es totalmente cierta porque hay animales que no se mueven, como los corales, y especies vegetales que viven a la deriva, como las que se encuentran en el plancton, o la curiosa palma latinoamericana Socratea exorrhiza, conocida también como la “palma caminante”.

La leyenda de la palma caminante

La Socratea es una palma originaria de los bosques tropicales de Centro y Suramérica, que se distingue de su extensa e interesantísima familia (las palmae o arecaceas) por contar con unas raíces aéreas que la elevan sobre el piso como tentáculos, o como las patas de una araña. Desde que fue descubierta y descrita, esta característica ha llamado la atención de los botánicos y propiciado un par de teorías para explicarla.

Esta palma, cuyo nombre indígena pemón en la Gran Sabana es kapaichandek, es de aspecto estilizado y puede alcanzar los 25 metros de altura; su fruta es comestible y el resto de la planta tiene diversos usos medicinales o como elemento de construcción.

Las teorías en torno a la función de las raíces aéreas van desde plantear que se debería a que la palma evolucionó en zonas pantanosas o inundables, o que sería una estrategia en la competencia con otros árboles por alcanzar más rápido la luz del sol, hasta que podría tratarse de una manera de crecer en áreas perturbadas por muchos troncos caídos, con rocas o en zonas muy pendientes.

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Pero la teoría más polémica es la que le da el nombre: las raíces aéreas servirían a la palma hasta cierto punto como extremidades para recuperarse y desplazarse después de haber sido derribada por la caída de otro árbol. Al estar derribada la palma echaría nuevas raíces, las viejas se pudrirían y el tronco crecerá sobre las nuevas; de este modo la palma podría desplazarse hasta un metro al año.

Guías de turismo y pobladores de las regiones donde abunda la “palma que camina” cuentan a los visitantes que ésta se va moviendo para alejarse de la sombra de otros árboles y buscar sitios donde penetre la luz del sol.

Sin embargo, muchos investigadores consideran cuestionables tanto la teoría como la creencia popular, como el biólogo Gerardo Ávalos, del Centro de Estudios de Desarrollo Sostenible, de Atenas (Costa Rica) y uno de los mayores expertos en la socratea, que en 2005 publicó un análisis de esta planta en la revista Biotrópica, donde argumenta que, contrario a la creencia popular, la planta nunca se desplaza del sitio donde creció.

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Sin embargo, nada nos cuesta imaginar que en los bosques tropicales durante la noche, cuando todos dormimos, los árboles cambian de sitio…

¿Qué te parece? ¿Has visto en persona esta palma caminante? Lee también Pando, el ser vivo más grande y pesado del mundo.