El tren Orient Express es famoso por sus apariciones recurrentes en obras famosas. Hércules Poirot resolvió su caso más famoso allí, la dama de Alfred Hitchock desapareció de él y James Bond viajó en él de Estambul a Londres, pero la verdadera historia de esta locomotora es casi tan fascinante como la ficción.
El tren Orient Express y las aventuras reales que allí ocurrieron
En 1865, el hijo de un prominente banquero belga llamado Georges Nagelmackers soñó con un majestuoso tren que recorrería todo un continente, desplazándose sobre una cinta continua de metal por más de 2400 km.
A Nagelmackers le llegó la inspiración durante un viaje a los Estados Unidos, donde fue testigo de las innovadoras invenciones que se ponían en práctica para los viajes en tren, entre ellas el «coche de lujo» sin precedentes de George Pullman.
No fue un emprendimiento sencillo. Debió enfrentar problemas financieros y dificultades para negociar con varias compañías ferroviarias nacionales. Pero en 1883, la Compagnie Internationale des Wagons-Lits de Nagelmackers estableció una ruta de París a Estambul, llamada «Constantinopla» en un origen. Los periódicos, sin embargo, llamaron al tren el «Expreso de Oriente» («Orient Express»), en referencia a dirección que tomaba, rápidamente Nagelmackers decidió adoptar este popular nombre.
El 4 de octubre, el Orient Express emprendió su primer viaje formal, y el emprendedor belga invitó a muchos periodistas para que se maravillaran públicamente ante el lujo y la belleza del tren. A bordo del mismo, los pasajeros quedaron encantados, sintiendo que habían entrado en uno de los mejores hoteles de Europa. Admirando los intrincados paneles de madera, sillones de cuero de lujo, sábanas de seda y mantas de lana para las camas, realizaron el recorrido de París a Estambul en poco más de 80 horas.
Durante sus viajes, el tren acumuló muchas anécdotas, como por ejemplo, el extraño comportamiento de algunos reyes a bordo del Orient Express.
Uno de ellos fue Fernando de Bulgaria, quien temiendo ser asesinado se encerró en el baño. Por otra parte, el rey belga Leopoldo II tomó el tren a Estambul después de hacer arreglos para infiltrarse en el harén de un hombre turco. El rey de Bulgaria, un ingeniero aficionado, insistió en que se le permitiera conducir el tren a través de su país, y lo hizo a velocidades exageradas para el horror del resto de los pasajeros.
Por su parte, el zar Nicolás II impuso que se crearan coches especiales para él en su visita a Francia. Algunas décadas más tarde el presidente francés Paul Deschanel cayó torpemente de uno de estos coches en la oscuridad de la noche, un evento que provocó tal ridículo que finalmente renunció.
En su momento más popular, el Orient Express se ganó otro sobrenombre: «Spies ‘Express» (Expreso de Espías). Los agentes secretos en Europa adoraban el tren, porque podían hacer su trabajo más fácilmente y sus viajes eran mucho más cómodos. El más notable de estos agentes fue un inglés llamado Robert Baden-Powell, que se hizo pasar por un coleccionista de mariposas recogiendo muestras en los Balcanes. Sus intrincados bocetos de las formas y colores de las alas de mariposa eran en realidad representaciones codificadas de las fortificaciones que divisó a lo largo de la costa dálmata, que fueron de gran ayuda para los ejércitos británico e italiano durante la Primera Guerra Mundial.
El Orient Express jugó un papel simbólico fascinante en las dos guerras mundiales. El 11 de noviembre de 1918, los oficiales alemanes firmaron un documento de rendición en el vagón Wagons-Lits de un comandante aliado, que utilizó como sala de conferencias móvil. Los franceses exhibieron con orgullo el automóvil en París hasta junio de 1940, cuando Hitler ordenó que fuera transportado al lugar preciso donde los alemanes se habían visto obligados a rendirse 22 años antes; allí él dictó los términos de la rendición francesa.
Cuatro años más tarde, cuando parecía que la derrota de Hitler era inminente, ordenó que hicieran explotar el vagón, por temor a que se convirtiera en un trofeo de los Aliados una vez más.
Sus recorridos lo convirtieron en un símbolo de lujo y realeza. Por su opulencia y cargada historia, el Orient Express llegó a ser llamado «el Rey de los Trenes y el Tren de los Reyes».
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