Los asuntos de los dioses, tanto griegos como romanos, suelen traslucir relaciones complicadas cuando no, a los ojos de los ciudadanos del siglo XXI, absolutamente delictivas. Muchos de ellos, forzaban a sus parejas y en el caso de Poseidón, el dios griego del mar, puede hablarse incluso de un violador en serie. Venganzas, castigos, asesinatos…, y en el caso que nos ocupa una mutilación. Acompáñanos a conocer el mito de Lara, la ninfa a la que Júpiter ordenó cortar la lengua. ¿Por qué lo hizo?
Lara, la ninfa que perdió la lengua
Cuenta el mito de Lara (también Larunda o Laranda) que esta era una náyade, es decir una ninfa del agua, hija del dios-río Almón. Era una joven muy bella, pero sus padres le recriminaban con frecuencia que no pudiera contener su lengua. Lara hablaba sin parar y revelaba secretos que no debía.
Júpiter se había enamorado de una ninfa llamada Yuturna, pero esta no le hacía caso. Como el dios no paraba de acosarla, la ninfa decidió lanzarse a la Tíber y esconderse en sus orillas. Júpiter llamó a todas las náyades y les ordenó que impidiesen que Yuturna se escondiese. Todas obedecieron menos Lara, que acudió donde estaba Juno, esposa de Júpiter, y le explicó lo que estaba sucediendo.
Júpiter enfureció y mando que le cortasen la lengua como castigo por hablar de lo que no debía. Una vez aplicada la sentencia, ordenó a Mercurio en su calidad de psicopompo que la acompañara al inframundo donde debía permanecer para toda la eternidad. Sin embargo, Mercurio se enamoró de ella y en el camino mantuvieron relaciones de las que nacieron dos hijos: los lares. El dios escondió a su amada en una cabaña en el bosque para que Júpiter no pudiera encontrarla. Finalmente, éste dio con ella y la obligó a vivir en los cruces de caminos, que según la mitología romana son lugares en los que también se cruzan el mundo de los vivos y el de los muertos.
Lara, al serle cortada la lengua, enmudeció. Por este motivo era venerada en Roma como diosa del silencio protegiendo de las palabras maliciosas y de la envidia. También se la conoce como «Tácita» y Numa Pompilio, el segundo rey de Roma, inició su culto como «Dea Muta», diosa muda, al considerar que en la política el silencio era tan valioso como la elocuencia. Se la relaciona con la tierra, los hogares y los fantasmas así como con los cruces de camino donde con frecuencia los romanos depositaban ofrendas de rosas y vino para implorar su protección. Sus símbolos son los hogares (fuego de la casa), la arcilla y los hornos.
Sus hijos, los lares, eran divinidades protectoras del hogar. Como dioses domésticos invisibles eran venerados en todos los hogares romanos.
¿Conocías a Lara? ¿Sabías que los lares romanos eran hijos de esta ninfa y de Mercurio?