Tal y como hemos comentado en otras ocasiones en el ámbito criminal no existen estereotipos por lo que cualquiera puede ser un criminal, o peor aún un asesino en serio, sin atender a género, raza o estatus social. Prueba de ello la encontramos al revisar los asesinatos más famosos de la historia desde los cometidos por Jack el Destripador hasta los más recientes cometidos por Volcker Eckert o Joan Vilar pasando por un sinfín de perversos y despiadados asesinatos que han logrado entrar en la historia como los crímenes de Elizabeth Bathory que analizaremos hoy desde otro punto de vista.
En qué consistieron los crímenes de Elizabeth Bathory
Elizabeth Bathory fue una poderosa y rica aristócrata de la legendaria Transilvania, actual Rumanía, en una época donde el total oscurantismo en el que vivía la sociedad otorgaba aún más poder a los aristócratas, que se creían con absoluto derecho e impunidad. Por ello, trataban a sus empleados más que como esclavos, como meras posesiones a las que podían infringir cualquier tipo de castigo, según su propio criterio, que si era carente de empatía, llegaba al abuso y al maltrato, por lo que es fácil de entender que en una sociedad de este tipo ser un “sociópata” estaba casi dentro de la normalidad. En este entorno crece Elizabeth Bathory, la llamada condesa drácula.
A esto debemos añadir que dentro del árbol genealógico de la familia Bathory podemos observar como era muy frecuente los matrimonios dentro del mismo círculo familiar, por ejemplo los padres de Elizabeth eran a la vez primos entre ellos.
Ésto había provocado que varios miembros de la familia nacieran con importantes trastornos como la epilepsia o incluso esquizofrenia, por lo que no sería de extrañar la propia Elizabeth padeciese también de alguna enfermedad del sistema nervioso y, de hecho, se sabe que desde pequeña la condesa Bathory mostraba síntomas de desequilibrio pasando de la calma a la cólera repentinamente.
Seguidamente, los supuestos crímenes de Elizabeth Bathory, de acuerdo con lo que varios testigos declararon en su juicio. Generalmente sus macabras acciones tenían como objetivo a sus sirvientes, aunque alguno también a sus enemigos.
- Los encadenaba por las muñecas cada noche, de forma que se cortaba la circulación de sus manos, que quedaban azules. Algunos escupían sangre.
- Los hacía apalizar de forma tan brutal que los charcos y manchas de sangre en las habitaciones alcanzaban tales dimensiones, que se tenían que usar cenizas para absorber el líquido y poder limpiar.
- Les hacía quemaduras con barras de metal, llaves y monedas ardiendo.
- Los apuñalaba
- Cosía sus labios y lenguas.
- Los mutilaba con tijeras cortándoles partes de la cara y, en ocasiones, incluso les amputaba alguna extremidad.
- Los obligaba a permanecer en bañeras de agua helada hasta que morían.
- Cubrió el cuerpo de uno de ellos, una joven, con miel y la dejó a la intemperie para que todo tipo de insectos la atacasen.
- Les impidió comer y beber durante una semana, para que cuando tuvieran sed sólo tuvieran acceso a su propia orina.
- Les obligaba a comer comida muy, muy caliente para que quemasen.
- Hizo un hechizo que provocó que una gran nube, portadora de 90 gatos, se desplazase hasta el hogar de sus enemigos para torturarlos.
Entre estos crímenes también se encontraba el de haber intentado envenenar a György Thurzó, sobre quien leerás seguidamente. Como has visto, si bien el sadismo de la condesa sangrienta es evidente, es fácil sospechar -especialmente en el caso del hechizo de los gatos- que entre estos testimonios hubiera exageraciones, sobre interpretaciones e incluso… una conspiración.
La posible conspiración contra Elizabeth Bathory
En la familia Bathory se encontraban altos cargos militares que se habían convertido en héroes de guerra militares en su lucha contra los turcos otomanos, altas posiciones eclesiásticas como el cardenal Andrew Bathory, que más tarde fue príncipe de Transilvania e incluso un rey, Stephen Bathory rey de Polonia.
Siendo una familia tan poderosa era normal que suscitase envidias, conflictos de intereses e incluso conspiraciones, como la que se hipotetiza que dirigió György Thurzó -un magnate húngaro de la época que ostentaba el cargo de Paladín, que implicaba ser el máximo representante del poder judicial- contra Elizabeth, cuando un sobrino de esta fue elegido Príncipe de Transilvania, en 1607. Este nombramiento mandó al traste las expectativas de Thurzó de conseguir más poder e hizo aún más amenazante a la «condesa sangrienta», que se hallaba en una posición todavía más favorecedora, así que orquestó la denuncia de los crímenes de Elizabeth Bathory para ser juzgados por él mismo y la condenó a una reclusión de por vida en una habitación emparedada de su propia casa.
Con ésto no se pretende ni disculpar ni tanto menos exculpar a la que se considera una sanguinaria asesina, sino más bien entender mejor tanto la psicología criminal de Bathory como las circunstancias que rodearon su condena.
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