¿Habías oído hablar de los dioramas del siglo XVII? Un diorama es una maqueta centrada en representar una escena. El caso que nos ocupa resulta inimaginable para nosotros. Parte de una serie de científicos que querían introducir la medicina y la ciencia en el arte. Para ello, introducían cadáveres, ¡incluso de bebés!

El objetivo era demostrar la belleza de la vida, pero también de la muerte. La figura más representativa de este movimiento es el alemán Frederik Ruysch’s. Este justificaba su afición en sus diarios, diciendo «lo hago para preservar la dignidad de lo que un día fue el hogar del alma«.

En sus obras vemos esqueletos adultos o fetales, junto con tejidos animales y otros elementos de la naturaleza, además de joyas y otros ornamentos. Aunque a nosotros nos pueda parecer morboso, estas piezas se exponían en museos, cuya afluencia no era nada desdeñable. Increíble, ¿verdad?

Los dioramas del siglo XVII se exhibían en museos

Seguramente pienses que el público que disfrutaba de los mismos pertenecía a las clases populares. El morbo y la superstición se atribuyen más a este grupo que a los más cultos y refinados. Nada más lejos de la realidad. Además, también visitaban el museo de Ruysch’s líderes políticos, abogados…

Los macabros dioramas del siglo XVII: hechos con cadáveres, también de bebés

El anatomista alemán siempre fue un amante de la naturaleza. Debido a este amor, no comprendía la separación entre la grandeza de la vida y la muerte. Si ambas forman parte del mismo ciclo, ¿por qué desdeñar una de sus partes? En este sentido, encontró interesante incluir cadáveres en los dioramas, junto con elementos característicos de plenitud de la vida.

Quedarse en la mera creación de los mismos habría sido insuficiente. Tenía que enseñarlos en los templos del arte: los museos. De esta manera, la gente que asistiera aprendería a concebir la vida y la muerte de manera distinta. Como dos caras de una misma moneda y, por tanto, igualmente admirables.

Para entender esto, debemos pensar que los dioramas del siglo XVII aparecen en pleno Barroco. Este movimiento tenía una gran fascinación por la muerte, habida cuenta de que esta era el momento en el que el ser humano se encontraba con Dios y con la verdadera vida. Por tanto, no debería ser motivo de miedo, sino que tendría que abrazarse con tranquilidad y alivio. Por fin estás en la eternidad, por fin llegas a tu propio origen, a tu hogar.

Esta es una de las manifestaciones artísticas más extrañas de nuestra civilización ¿o quizá no? ¿Es acertado mirar al pasado con la mirada del presente? Es posible que desde nuestro punto de vista, los dioramas del siglo XVII resulten macabros, incluso horrorosos, pero ¿no estaría en consonancia con ciertas filosofías de la época? Después de todo, fueron muchos los que disfrutaron de ellos, ¿tú qué opinas?

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Imagen: U.S. National Library of Medicine