¿Qué compone al corazón de una mujer… además de venas, arterias y nervios?

Es difícil reseñar con exactitud a partir de qué instante en el tiempo este órgano se consagró como el centro de todos los sentimientos, pero ya en el siglo XIX lo romantizaban con intensidad. Lo reconocían como apología al amor, también del odio, además de todas aquellas emociones que afloran desde lo más intrínseco del ser.

Precisamente, un artista de la época ilustró un mapa del corazón de una mujer que captura los ideales de la época y la idea de complejidad que todavía nos persigue a las mujeres, aunque diferente en ese entonces. ¿Hacia dónde conducía este mapa? ¡Explóralo con nosotros!

El mapa del corazón de una mujer de 1833

Imaginemos al corazón femenino como un poblado que orbita en el interior, entonces ¿de qué manera figuras su topografía? Seguramente habría muchos caminos y atajos que recorrer, tal como los hay en El Mapa del Campo Abierto al Corazón femenino,  creado por D. W. Kellogg, entre 1833 a 1842.

El contexto sociocultural en el que fue concebido el inusual mapa del corazón de una mujer, era el de una sociedad que experimentaba el desarrollo urbanístico, el asentamiento de sistemas de transportes y comunicaciones, un auge que discurría entre ideas radicales, sobre todo relacionadas al rol de las féminas en la sociedad.

El idealismo hacia la mujer era pronunciado, existía tal cosa como “la verdadera feminidad”, una que se debía a la complacencia masculina y que estaba al margen de todo prejuicio. La mujer debía, a priori, mantener una compostura sujeta a patrones limitantes.

¿Qué rutas de emociones pudieron constituir los corazones de las mujeres del siglo XIX? Tal vez más de las que ellas mismas pudieran creer entonces. Sin embargo, este mapa del corazón de una mujer no es más que el reflejo de los preconceptos masculinos con respecto a la mujer de la época. Como describe su autor, el propósito del plano era «exhibir sus comunicaciones internas, atajos y peligros para los viajeros en el mismo.»

El mapa del corazón de una mujer de 1833

¿Qué riesgos? ¿Qué vías? ¿Qué atajos?

En el mapa del corazón de una mujer encontramos, por ejemplo, las planicies de la Susceptibilidad y la Región del Sentimentalismo – integradas por el sentido común, el afecto platónico, la prudencia y el entusiasmo-. Estas dos zonas son aledañas a las fronteras de la Coquetería y el Egoísmo, áreas de gran extensión y de alta peligrosidad para los caballeros viajeros.

mapa del corazón de una mujer

Como cabía esperar, incluyó también la Tierra del Amor a los Vestidos, pero dispuesta al lado de El Amor a la Exhibición y con ello la visión del autor sobre la frivolidad y superficialidad de la mujer. Así, también vemos otros lugares sujetos a distintas interpretaciones, como la Provincia de la Decepción.

Como puedes ver en la imagen superior, además, entre los Sentimientos y la Coquetería y justo junto a la Región del Afecto platónico, está la Ciudad y Distrito del Amor. En el centro y alarmantemente pequeña. 

El lado izquierdo, por su parte, permite intuir todavía más la forma en que se leían las intenciones de las mujeres de aquel momento:

lado izquierdo corazón de una mujer

En este lado podemos ver: La tierra del Amor por la Admiración, que cuenta con una región llamada Vanidad y que colinda con la Tierra de la Coquetería (antes mencionada), unida a la Tierra Egoísmo, que tiene lo que parece una ciudad del Capricho Inconstante y que está claramente separada por una pronunciada sierra de la Región de los Sentimientos. Esta, dicho sea de paso, también tiene unas medidas sospechosamente reducidas

Si bien este mapa pudiera tratarse de un sentir colectivo sobre el corazón de la mujer de aquel siglo, también es probable que el artista no haya tenido buena fortuna con el género opuesto, considerando la vastedad de “zonas rojas” para el hombre plasmadas en el mapa y se trate de una interpretación personal, aunque sin duda habrá algunas consideraciones que obtuvo de la cultura de su época. ¿Qué opinas de esta pieza? ¿Cómo la interpretarías? Cuéntanos tus impresiones. A nosotros nos ha sorprendido mucho (e indignado un poco).

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Imágen: Heart D. W. Kellogg, c. 1833–1842