La revista de la «Asociación médica americana», llamó a la pequeña Michelle Funk, de poco más de dos años, la niña milagro. Esta historia aconteció en Salt Lake City a finales de los años 80, y aún ahora, sigue siendo uno de esos relatos curiosos que los médicos suelen contarse entre ellos para demostrar que, efectivamente, los milagros existen.

Michelle pasó 66 minutos bajo un arroyo de frías aguas congeladas después de caer accidentalmente. Cuando la sacaron, estaba muerta, no respiraba, no tenía pulso y sus pupilas estaban completamente dilatadas. Sin embargo, algo increíble ocurrió…. ¡Te lo explicamos!

Aquella mañana en que la pequeña Michelle se acercó demasiado al río

Estamos en Salt Lake City, Utah, en Estados Unidos. La primavera siempre es una estación peligrosa en esta parte del país, los lagos y los ríos se desvisten ya de sus fríos abrigos invernales y se inicia el deshielo. Son esos días en que la naturaleza reluce con nuevos brillos, con el despertar de las flores, de los campos y de esos animales que dejan ya atrás los meses de retiro e hibernación. La belleza es casi hipnótica en este escenario incomparable. ¿Cómo adivinar entonces que podría venir el desastre?

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Michelle tenía dos años y paseaba aquella mañana junto a su hermano. En un momento de descuido, la niña decidió tomar ventaja y acercarse hasta un arroyo para tocar esas capas de hielo que cubrían el agua. ¡Cómo brillaba todo! No pudo evitarlo. La niña se decidió entonces a acercarse un poco más hacia el hielo y, después de haber dado unos pasos, un súbito crujido rompió el silencio del bosque para anunciar el desastre. Su hermano vio cómo desparecía por un agujero, y aunque intentó cogerla, no pudo ver más cómo la corriente se la llevaba.

Corrió hasta su casa y avisó a su madre, ésta, aterrada, llamó a emergencias, para después ir en busca de su hija, recorriendo todo el arroyo y los recovecos que llevaba la corriente. Cuando llegaron los servicios de rescate y lograron dar con la niña en otro afluente que alimentaba el arroyo principal, rompieron la capa de hielo para extraerla. ¿Sabes cuánto tiempo había pasado desde que la madre de Michelle había llamado a emergencias? 66 minutos exactamente. A ello debía sumarle el tiempo en que su hermano tardó en ir a casa.

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Cuando cogieron en brazos a Michelle, estaba morada, sin pulso, sin respiración y sus ojos, estaban abiertos como dos lunas con las pupilas totalmente dilatadas. Se temieron lo peor, si lograban recuperarla, lo más probable es que tuviera daños cerebrales irreversibles debido a la hipoxia. El Doctor Bolte estaba ahí, y aunque era muy consciente de que la niña estaba muerta y de que cualquiera se hubiera rendido ante esas condiciones, dio la casualidad de que él y un compañero acababan de desarrollar una nueva técnica de reanimación que consistía en «calentar la sangre» mediante una máquina que favorecía la circulación «pulmón-corazón». Se trataba de una técnica que debía realizarse a corazón abierto y en pacientes muy particulares. No obstante, Michelle, tenía una particularidad especial: su baja temperatura corporal.

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Si hay alguna situación en la cual, la reanimación es posible, es si el cuerpo ha sido sometido a temperaturas muy bajas. Tres horas después, Michelle fue intervenida para bombear de nuevo su corazón elevando la temperatura de la sangre. Y se hizo la magia. No obstante, tuvo que pasar dos largos meses en el hospital antes de poder volver a reunirse con su familia… Pero lo hizo sin ninguna secuela, pudiendo hacer una vida completamente normal. Según los médicos, la hipotermia, la suerte por contar con una revolucionaria técnica y esos hilos invisibles que suele mover todo milagro obraron sin duda lo singular de esta historia que hoy, hemos querido traerte para ti.

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Michelle Funk

Y ahora dinos ¿conoces alguna historia parecida? ¿Algún relato personal a medio camino entre el milagro y la realidad? Si es así no olvides dejarnos tu comentario. Mientras, te dejamos con otra historia asombrosa: la madre que rescató a su hija del más allá. ¡Increíble!