«Alejandro, César, Carlomagno y yo fundamos imperios, pero ¿sobre qué cimientamos las creaciones de nuestro genio? Sobre la fuerza. Solo Jesucristo fundó su reino sobre el amor, y hoy día millones de hombres morirían por él». Esta es una de las más emblemáticas y poderosas frases de Napoleón Bonaparte, en la que se refleja la concepción de inutilidad que el líder tenía sobre la religión, y aún más, su infinita admiración por los grandes liderazgos de la humanidad. Fue justamente la inspiración del camino recorrido por estos grandes hombres, la que lo llevó a adentrarse en una aventura egipcia. En las próximas líneas descubriremos qué vio Napoleón en la pirámide de Kéops, y cómo fue su aventura en este extraordinario monumento.
Si hablamos de nombres emblemáticos en la historia del mundo, el de Napoleón Bonaparte ocupa un especial lugar. Nació en Ajacio, Córcega, el 15 de agosto de 1769. La isla había sido comprada a Génova por los franceses, tan solo un año antes. Si es cierto aquello de que algunos hombres y mujeres nacen destinados para la grandeza, Napoléon seguramente fue uno de ellos. A sus diez años viajó a Francia, donde se graduaría de la Escuela Militar de París. Con tan sólo 26 años, ya ostentaba el grado de General. La rapidez de su ascenso fue fantástica. En 1802 fue elegido Primer Cónsul Vitalicio de Francia, y en diciembre de 1804 se coronaría a si mismo como Emperador, en la catedral de Notre-Dame. Lo que vio Napoleón en la pirámide de Kéops, contribuiría a alimentar su genio. Acompáñanos en Supercurioso a descubrir todo sobre este interesante tema.
¿Por qué Napoleón decidió ir a Egipto?
Egipto es una de las naciones más enigmáticas, ancestrales y misteriosas en la historia de la humanidad. En sus ciudades encontramos los restos de una civilización de Faraones, pirámides, momias y un poderío alucinante. Justo en la ciudad de Guiza encontramos tres de las más fantásticas pirámides de Egipto: Keops, Kefrén y Mikerinos. Estas épicas construcciones, hechas en honor a los faraones del mismo nombre, fueron construidas en el período histórico identificado como Reino Antiguo. Se cree que su construcción pudo ubicarse entre los años 2250 y 2470 antes de Cristo.
Para el militar francés, esta tierra era sinónimo de una cultura ancestral invaluable. Siendo joven y con su popularidad en ascenso, Napoléon logró grandes éxitos militares en la conquista de Italia. Justo después de eso, la República francesa le instruyó lanzarse a la conquista militar de Egipto. Corría el año 1798, cuando aún no era el gran Emperador en el que se convirtió pocos años después. Bonaparte inició entonces una avanzada militar hacia tierras egipcias. Aunque a escala política, la campaña fue un fracaso, lo que vio Napoleón en la pirámide de Keops y en la contemplación de los restos de aquella civilización, bien valió la pena.
Con la energía y la ambición como parte indiscutible de su personalidad, Bonaparte animó a sus soldados frente a las pirámides, diciéndoles que “Desde estos monumentos cuarenta siglos de historia os contemplan”. Pero, como impulsado por su carácter visionario, el líder no llevó a la campaña militar sólo a su batallón de soldados. Pidió a Francia incluir también en la misión a un completo grupo de investigadores. En total, eran cerca de 150 personas que se destacaban como los más grandes sabios del país. Se les encargó investigar sobre la historia, la geografía y la naturaleza egipcia. El resultado de la expedición fue la genial obra Description de l’Égypte.
La inspiración para entrar en las Pirámides
La pasión por la cultura egipcia iniciaría en aquel momento, para luego pasar a formar parte de la contemporaneidad. Lo que vio Napoleón en la pirámide de Keops dejaría en un segundo plano el infortunio militar de la misión. Pero la inspiración del líder francés para decidir, no sólo entrar en el milenario recinto, sino permanecer toda una noche en su interior, en completa soledad, la hallamos en los referentes que contaban con su admiración.
Según cuentan algunas investigaciones en la materia, como el libro La Pirámide Inmortal de Javier Sierra, otros grande estrategas militares y líderes políticos, habían decidido tener esta experiencia. Se cree que tanto Julio César como Alejandro Magno habían pasado una noche entera en el interior de la pirámide de Kéops. Algunas teorías hablan de que los líderes buscaban una vivencia de encuentro consigo mismo y escucha activa de su voz interior. Otros creen que esperaban recibir algún tipo de revelación mística, vinculada a la idea del renacimiento que se asocia a las pirámides.
¿Qué vio Napoléon en la Pirámide de Keops?
Napoleón tenía treinta años de edad cuando, ya siendo General, se lanzó a la conquista de Egipto, que terminaría en fracaso. Pero antes de emprender la retirada, el líder informó a sus hombres y al séquito de investigadores que le acompañaban, que había tomado la decisión de entrar en el interior de la pirámide de Kéops, y pasar allí toda la noche. Si bien aún no había sido descubierta la momia que daría pie a la leyenda de la maldición de Tutankamón, ya las historias de momificaciones eran populares y generaban el terror de muchos. El misterio sobre lo que vio Napoleón en la pirámide de Kéops, quizás guardó relación con el enigma de Tutankamón, que se descubriría más de un siglo después. Sin embargo, no existe ninguna prueba al respecto.
El hecho fue que el militar francés escogió la noche del 12 de agosto de 1799 para sumergirse en el interior de la gran pirámide. Fue acompañado de su séquito de más confianza, así como de un sacerdote musulmán. En los asfixiantes y estrechos pasillos del interior de la pirámide se desplazaron, hasta llegar al punto más ansiado: la cámara del rey. Allí se instaló Napoleón, mientras sus acompañantes emprendían en camino de regreso hacia el desierto exterior.
Fue así como el militar tuvo la oportunidad de observar con ojos de estratega, cada detalle de la impresionante construcción que aún se alza como una de las grandes maravillas de la humanidad. Lo que vio Napoleón en la pirámide de Keops durante la noche, se ha constituido en un enigmático misterio. Toda la cámara del rey ocupaba unos diez metros de largo por unos cinco de ancho. El perfecto rectángulo estaba construido con losas de granito lisas, sin ningún tipo de elemento decorativo ni inscripciones en las paredes. Al centro del espacio se hallaba el único objeto de la habitación: un imponente sarcófago de granito rojo tallado de una sola pieza, vacío.
Todo lo que vio Napoleón en la pirámide de Kéops, se divide entre el mundo de lo objetivo y lo subjetivo. Conoció en persona la cámara del rey y pudo ver y tocar el sarcófago. Pasó más de siete horas en el recinto, en soledad absoluta. Recién cuando el sol empezaba a despegar en el horizonte, se vio la figura del futuro Emperador salir de la pirámide. Venía desencajado, confundido y pálido. Sus hombres de mayor confianza se acercaron a asistirlo y quisieron preguntar por su experiencia y lo que había visto. El líder respondió: «Aunque lo contara, no lo creerían». Se retiraron del infinito desierto egipcio rumbo a Francia. Napoléon nunca más mencionaría su noche en Kéops, ni lo que realmente vio en su interior.