A lo largo de la historia la humanidad ha tenido que enfrentarse a situaciones que han sido sinónimo de violencia, enfermedad y muerte. Basta solo con recordar eventos como las cruzadas de la Iglesia, la Primera Guerra Mundial, la Guerra Civil española o la Guerra Fría. Pero entre todos esos conflictos que dejaron a su paso un saldo de sangre y dolor, destaca con especial potencia la Segunda Guerra Mundial. Y no solo por los soldados caídos en batalla, sino por haber sido el escenario del mayor genocidio del que el mundo haya sido testigo, el Holocausto Judío. Y justo en el marco de esa masacre de dimensiones espeluznantes, surgen las impactantes fotografías de Czeslawa Kwoka, la niña en Auschwitz que a través de sus expresiones transmitió todo el dolor de aquella experiencia en la que estuvo signada con el número Auschwitz 26947. Hoy en Supercurioso nos acercamos a su historia.
¿Quién fue Czeslawa Kwoka, la niña en Auschwitz?
La transformación al color de algunas fotografías de los terribles eventos ocurridos durante la Segunda Guerra Mundial, ha servido para dotar a todos aquellos sucesos de un significado mucho más profundo, más vívido. Percibir la palidez de la piel, el violeta de los moretones o el rojo oscuro de la sangre, consiguen comunicar con mucha más potencia el sufrimiento de aquellas personas. Czeslawa Kwoka, la niña en Auschwitz, fue una de ellos. Esta pequeña de origen polaco tenía tan solo catorce años cuando fue llevada hasta uno de los campos de concentración más terribles de la guerra, en el que fue identificada como Auschwitz 26947.
Czeslawa, junto a su madre y otras 116 mil personas, fueron desalojadas del condado de Zamosc y convertidos en prisioneros. Era de religión católica y no hablaba el alemán, así que nunca comprendió lo que le decían ni por qué la sometían a aquellos horrores. A su madre la asesinaron a los dos meses de haber llegado al campo de concentración, por lo que la niña quedó en la más absoluta soledad.
El desalojo de su pueblo obedeció a intereses políticos. Los nazis aspiraban instalar una colonia agraria de alemanes arios en este lugar situado al sudeste de Polonia. Para cumplir este propósito, sus ocupantes fueron enviados en camiones hacia distintos campos de concentración, en condiciones inhumanas. Hacinados, confundidos y llenos de temor, unos se dirigían hacia Majdanek, otros hasta Zwierzyniec, y Czeslawa Kwoka fue a parar a Auschwitz, el 13 de diciembre de 1942.
A partir de ese momento, la pequeña niña en Auschwitz perdió su nombre. Ahora solo tenía la identidad del número que se plasmaba en su pijama y en su piel: 26947. Su infancia, su familia y todo lo que conocía le sería arrebatado en un abrir y cerrar de ojos. Se convirtió en prisionera de un sistema del horror que acabó con su vida y la de millones de inocentes. Muchos años después, la artista brasileña Marina Amaral tomó para sí el proyecto de darle color a las imágenes de este período histórico, y entre ellas destacó la de la pequeña Czeslawa.
Las fotografías de la niña en Auschwitz
El retrato de la niña en Auschwitz es uno de los más famosos del holocausto. Fue tomado por otro prisionero, el fotógrafo polaco Wilhelm Brasse, quien logró sobrevivir a su paso por Auschwitz. Brasse había sido encomendado con la función de realizar el registro fotográfico del resto de los reclusos. Tan terrible y cruda resultó aquella experiencia para el hombre, que desde que salió de Auschwitz y hasta sus noventa y dos años, edad en la que murió, jamás volvió a tomar una fotografía. Según dijo en entrevistas posteriores a su liberación, alcanzó a tomar unas cuarenta a cincuenta mil imágenes durante su permanencia en el campo de concentración, pero el rostro de Czeslawa Kwoka era el que mejor recordaba.
Antes de presionar el disparador de la cámara, Czeslawa fue golpeada en el rostro con un palo, de una manera bestial, por un guardia de seguridad. Sus labios sangraban, ella lloraba asustada, pero al saber que nada podía hacer para defenderse, se resignó, se secó la cara, limpió un poco la herida y posó para el lente de Brasse. “Antes de tomar la fotografía, la niña se secó las lágrimas y se quitó la sangre del corte en el labio. Siendo sincero, sentí como si me estuvieran golpeando a mí mismo, pero no pude interferir. Hubiera sido fatal para mí”, expuso el propio fotógrafo luego de su liberación.
En blanco y negro la herida de la niña en Auschwitz podría pasar desapercibida si la miramos de pasada. Sin embargo, desde que Marina Amaral, experta colorista, dibujó cuidadosamente estos retratos, la sangre que antes se apreciaba como un rayoncito oscuro, ahora es roja, difícil de ser ignorada. Vemos su sufrimiento a todo color, por lo que inevitablemente la empatía y el dolor por los abominables actos de la humanidad, aparecen para embargarnos. Empatía por ella, y por tantas otras personas que encontraron la muerte en uno de los momentos más oscuros de la historia.
La muerte de Czeslawa Kwoka
La pequeña Auschwitz 26947 no contó con la suerte de su fotógrafo. Lamentablemente se sumaría a la lista de niños que encontraron la muerte en medio de la barbarie nazi. En efecto, en los campos de concentración los niños eran los primeros en ser asesinados, puesto que tenían poca utilidad y resistencia para el trabajo. Pero las cosas cambiaron en el año 1943. Fue aquel el momento en el que Josef Mengele, “el ángel de la muerte”, comenzó a incluir a la población infantil en sus experimentos.
La niña en Auschwitz de cuya historia te hablamos fue una más de sus víctimas. La prisionera identificada con el número Auschwitz 26947 tan solo duró unos meses en aquel calvario. Mengele fue el responsable de firmar y ejecutar su sentencia de muerte. La pequeña Czeslawa murió a consecuencia de una inyección de fenol en el corazón, que resultó inmediatamente letal. Su muerte ocurrió el 12 de marzo de 1943.
En definitiva, la historia de Czeslawa Kwoka, la pequeña Auschwitz 26947, es una más de las millones que ocurrieron entre los fríos muros y alambres de los campos de concentración nazi. Más allá de cualquier enfrentamiento militar, el mundo no había conocido jamás tal despliegue de odio, xenofobia y barbarie. Hoy las imágenes de esta pequeña que recién iniciaba su vida, una de los 230 mil niños que asesinados en aquel campo de concentración, sirven como un recordatorio y una advertencia de hasta donde puede llegar el hombre cuando se deja embargar por el odio.
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