¿Alguna vez has tenido uno, cualquier objeto que sientes que te trae buena suerte, o que te protege? ¿Ese anillo que te pones cuando vas a una cita, o los calcetines para cuando presentas un examen? Pues no eres el único. Los amuletos han estado con nosotros desde que comenzamos a tener conciencia de nuestro lugar en el mundo, e incluso más atrás.
El poder de los amuletos
Comencemos por definirlos. Un amuleto es un objeto al que se le atribuye un poder especial para proteger o propiciar la buena suerte a una persona; este poder es sobrenatural, no tiene que ver con sus características físicas o cualidades, tampoco la religión. Es más bien producto de miedos o temores sociales y colectivos, y prueba de ello son los amuletos que utilizaban los pueblos más antiguos de la Tierra para conjurar pasos peligrosos, situaciones desconocidas o procurar lluvias que permitieran la continuidad de la vida.
El peligro podía ser físico, espiritual o moral, y para protegerse, en un principio, escogían piedras, maderas, cristales, todos objetos naturales que presentaran alguna rareza o peculiaridad que los hacían distinguibles y dignos, por lo tanto, del poder que se les confería. Un ejemplo clarísimo son las piedras sagradas, los meteoritos que han caído y se han convertido en sitios de culto, como la Ka’aba en La Meca.
Del latín amuletum, que significa “objeto que protege a una persona frente a un problema”, ya Plinio hablaba de ellos en su Historia Natural, vinculándolos a supersticiones. Y es que el terreno de los amuletos es, precisamente, el de la superstición; no existen razones lógicas por las que a determinada cosa se le otorgue tal poder. Son distintos de los talismanes, y a menudo confundidos, aunque la diferencia radica en que mientras los amuletos son objetos con propiedades mágicas inherentes, los talismanes deben ser “cargados” con la magia por la persona que lo haya creado. Además, el talismán se elabora por una razón concreta, mientras que los amuletos se usan de forma general, como protección o para la buena suerte.
Por otro lado, a medida que pasó el tiempo, los amuletos también fueron objetos hechos por el ser humano: estatuillas, monedas, anillos, incluso oraciones –como “Vade retro Satanás”– para alejar al demonio o al mal. También podrían considerarse amuletos la famosa pata de conejo, o incluso la cruz cristiana.
En la Edad Media fueron muy comunes los pentagramas para atraer la buena suerte o el amor, y para protegerse de envidias y de desgracias; los cuadrados mágicos y los símbolos cabalísticos eran muy usados, y de hecho para fines buenos y malos.
Ha habido amuletos que fueron parte de determinados sucesos, y eso les confiere poder a quien los tenga. Porque ésa es otra de sus características: el ser portátiles y “al portador”, es decir, protege a quien lo lleve consigo, de allí la importancia de cargarlo encima: crucifijos, escapularios, piedras… La fe en el amuleto es lo que lo hace verdaderamente poderoso.
Incluso en la actualidad es muy común ver a parejas modernas colocarles una pulserita con una piedra de azabache a su bebé recién nacido, para protegerlo del “mal de ojo” –en Venezuela, al menos, es cotidiana esa práctica, y no distingue posición social o educación–; es muy común también en el ámbito deportivo, de cualquier disciplina, que los jugadores tengan una camiseta “de la buena suerte”, o calcetines, o literalmente cualquier objeto que les dé la sensación de que podrán hacer un buen juego. Si se los quitas, probablemente jueguen muy mal y pierdan…
Después de todo, la magia aún sigue siendo una parte importante de nuestra existencia. De lo contrario no habría tantas ofertas (¡hasta por internet!) no sólo de amuletos, sino de hechizos para protegerte del mal y hacer que el amor de tu vida te ame por toda la eternidad.
En cualquier caso, el amuleto sólo servirá si crees en él. Si tienes alguno, comparte con nosotros sus bondades y cómo lo usas. Y, por supuesto, descubre los del antiguo Egipto y un de los amuletos más populares de la actualidad: La mano de Fátima.