Si has soñado alguna vez que, de pronto, caes al vacío o que simplemente caes de la cama, entonces formas parte de ese 95% de la población que comparte un mismo patrón onírico. Seguro que esta súbita y corta experiencia te ha hecho despertarte alarmado y con la respiración agitada. Un sobresalto que lejos de propiciar un sueño relajado nos llena de inquietud en la tranquilidad de la noche.

Pero ¿por qué ocurre? Te lo explicamos a continuación y te damos unos pequeños consejos para evitar que te suceda más veces.

¡Me voy a caer! ¿Por qué me hace esto el cerebro?

Hablemos primero de esa experiencia tan común: la de soñar que nos caemos de la cama. Si haces un pequeño esfuerzo de memoria, te darás cuenta de que este fenómeno se da sobre todo en los primeros instantes del sueño, a los pocos minutos de cerrar los ojos e incluso cuando nos quedamos dormidos en el sofá. Sin saber cómo, experimentamos de improviso una sensación extraña, como si estuviésemos a punto de volcar, de caer.

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Expertos de la Unidad del Sueño del Hospital de Madrid, nos explican que esto se debe básicamente a una estructura muy concreta: el sistema vestibular. Es este el que nos permite mantener el equilibrio y el que hace que logremos mantener adecuadamente regulados el cuerpo y el sistema cinestésico.

Pero ¿qué ocurre entonces cuando estamos dormidos? Que se da una pequeña descompensación entre los impulsos del sistema vestibular y el cinestésico. Al haber un estado disociado de consciencia  – estar medio dormidos se produce un leve error de información entre ambos centros de nuestro cuerpo. Es algo que se da al inicio del sueño y que es un sensación breve. Breve, pero que siempre consigue que nos despertemos sobresaltados. Puede que hasta alguna vez, de la impresión, hayas caído verdaderamente de la cama.

El fascinante mundo de los sueños y los caprichos cerebrales

Pensemos ahora en todos esos sueños que hemos experimentado, en los cuales, nos vemos a nosotros mismos cayendo al vacío: un acantilado, un camino que de pronto desaparece bajo nuestros pies y nos hace descender, una escalera que se convierte en humo… etc. Ahora, hazte una sencilla pregunta ¿Cómo te encontrabas esos días? ¿Estabas nervioso/a por algo? ¿Inquieto/a tal vez? ¿Estresado/a?

Muchas veces nos metemos en la cama con un sinfín de pensamientos en la mente. Aún no hemos cortado ese «cordón umbilical» que separa el día del instante «de descanso». Ahí donde necesitamos ya estar relajados y tranquilos para sentir el alivio de la cama y refugio de un sueño reparador.

Es muy frecuente que en esos días en que hemos hecho muchas cosas, nuestro cerebro llegue a conciliar el sueño pero aún esté presente en él esa actividad, esa presión y esa ansiedad. El cuerpo sin embargo está relajado, muy relajado… pero él no, de ahí que exista esa desigualdad mente-cuerpo y el cerebro lo interprete, sencillamente, como una «caída».

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Por si fuera poco, en esa caída al vacío el cerebro también nos prepara ante la idea de sentir el dolor, aumentando así el nivel de adrenalina de un modo tan intenso que acabamos despertando sobresaltados. De un «salto».

Este fenómeno también está relacionado con la «parálisis hipagógica», o más conocida como la parálisis del sueño, de la que ya te hemos hablado alguna vez en Supercurioso. Nuestro cerebro nos da una alarma neurológica de peligro real, incluso muchos de nuestros sentidos se activan: oído, vista… y sin embargo, somos incapaces de reaccionar. Nuestro cuerpo sigue relajado mientras el cerebro es todo un carrusel de emociones y pánico.

Y entonces ¿qué debemos hacer para no sufrir estas experiencias?, ¿para conciliar un sueño tranquilo en el cual, no nos despeñemos, por ejemplo, por un barranco? Sencillamente, separa las preocupaciones diarias en cuanto llegues a casa, en especial cuando llegue el momento de ir a la cama. Recuerda que lo ideal es cenar dos horas antes de ir a dormir, algo ligero y que le de tiempo al estómago de digerir con tranquilidad. Toma una ducha caliente y recuerda también apagar el ordenador y dejar a un lado el móvil una hora antes de acostarte. Este tipo de ondas presentes en los aparatos electrónicos tienden a estimular muchísimo nuestro cerebro impidiendo un sueño tranquilo.

Y ten en cuenta lo que una vez te explicamos en Supercurioso: ¡Sacar un pie fuera de las mantas también nos ayuda a conciliar el sueño!