Te voy a contar una historia: un hombre quiere conseguir a toda costa una copia del famoso juego La leyenda de Zelda: la máscara de Majora, que es de un chico que hace mucho tiempo se ahogó. Se llamaba Ben. Luego de eliminar el archivo guardado de Ben, el hombre nota que cosas raras están sucediendo: el juego empieza a funcionar solo, de manera extraña, hay PNJs (personajes no jugadores) que abren el archivo del jugador “Ben” en lugar del archivo guardado, hay cajas de texto que están fuera de lugar, faltan PNJs, hay fallos técnicos y audios de reproducción hacia atrás… como si fuera un virus. Pero todo ello hace que el hombre que juega crea que sufre trastornos mentales. Cleverbot, la aplicación que recolecta conversaciones con otros usuarios de internet, interviene y afirma saber qué fue lo que le pasó al chico ahogado… y hay vídeos que respaldan lo que el hombre ha visto en el juego… ¿Te suena?
Seguramente debes conocer de qué se trata. Es la famosa creepypasta Ben drowned (Ben el ahogado).
De las palabras en inglés creepy (espeluznante, tenebroso) y paste (pegar) surge una traducción literal que podría ser “historia de horror pegada” -porque se refiere a textos copiados y pegados en los foros de discusión de la web-.
Son historias cortas de terror, recogidas y compartidas en internet con la intención de asustar a quien las lee.
¿Leyendas urbanas?
Pues son similares, aunque no siempre toman la forma escrita. Muchas creepypastas son más bien imágenes, vídeos o videojuegos que están “supuestamente” embrujados.
Hay estilos diversos en este nuevo género: las “imágenes encantadas”, que son historias de ficción cuya principal imagen perseguirá y atormentará al lector (o al menos es lo que se busca); los “episodios perdidos”, historias inventadas sobre aquellos capítulos descartados de series de televisión, pero más comúnmente sobre caricaturas.
La intención de estos episodios perdidos es poner nervioso al espectador porque se enfocan en la muerte y cambian las conductas usuales de los personajes, y muchas veces incluyen imágenes hiper realistas de esos personajes.
Los “rituales” son las creepypastas que cuentan y explican métodos para invocar entidades sobrenaturales, como el juego “Charlie Charlie”.
Las más famosas creepypastas, entre muchas, son Slenderman, Ben el ahogado, Jeff the Killer, El suicidio de Calamardo o Sonic.exe.
Lo que une todo esto es el terror que se genera en quien lee u observa, porque ése es el fin y el objetivo de la creepypasta. Además, el target más bombardeado suele ser el de los adolescentes, sumamente impresionables.
Por otro lado, los personajes suelen ser también chicos de 13 o 14 años que son o las víctimas o los asesinos y en muchos casos se cuenta que comienzan a suceder cosas extrañas e inexplicables, pero con la pátina de la “realidad”. Son convincentes, y es lo que las hace más aterradoras.
Se vuelven virales y la difusión es extraordinaria.
Un género antiguo en nuevo formato
En otro artículo nos preguntábamos por qué nos gusta sentir miedo y por qué gustan tanto las películas de terror.
Desde mucho, mucho tiempo atrás, a la gente le agrada asustarse. ¿Has estado alguna vez de excursión con un grupo de amigos, y cuando cae la noche y encienden la fogata comienzan todos a contarse “historias reales” de miedo?
Claro, y aderezadas con expresiones como “me lo contó mi primo, a él le pasó”, o “yo misma lo vi”.
Por algo tienen tanto éxito los cuentos de vampiros, de posesiones demoníacas, de personas hipnotizadas que obedecen órdenes de matar. El halo de realidad los vuelve aún más creíbles y por lo tanto más creepy, más espeluznantes.
El “boca a boca” cibernético es un medio de difusión extraordinario, que quizá todavía no entendamos del todo, especialmente aquellas personas que, como yo, crecimos sin internet.
En todo caso, el género de terror se ha renovado. La fogata ahora es la red.
¿Qué piensas tú, estás de acuerdo? Si te gustó el artículo, lee sobre las caricaturas malditas.