Este artículo tiene que ver, como muchos otros de nuestra página, con las capacidades de nuestro cerebro y con el modo en que enseñamos a nuestros pequeños a pensar.

La escuela, fuente de ¿errores?

Robert Swartz, doctor del Centro Nacional para la Enseñanza del Pensamiento (National Center for Teaching Thinking) de Estados Unidos, cree que la escuela es un recinto donde no se enseña a pensar adecuadamente, sino a memorizar. Se enseña al niño a repetir y no a razonar, ni a resolver problemas siendo creativos.

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Para este investigador, el progreso de la humanidad depende de que seamos capaces, como especie, de pensar de forma amplia y creativa.

Comunicación y empatía

Si bien Swartz admite que los sistemas escolares del siglo XXI son bastante distintos a los de otros siglos, señala que la humanidad no sabe usar la mente precisamente por no haber cambiado la manera de educar a los más jóvenes.

A menos que sea en escuelas más bien progresistas, a los niños se les enseña una rígida estructura jerárquica donde el maestro siempre tiene la razón, y donde disentir o refutar es mal visto o no tolerado.

El experto en psicología educativa propone así fomentar la comunicación desde muy temprana edad, pues para él el 99% de los problemas humanos tiene un origen lingüístico. Es decir, en la medida en que un niño sea capaz de expresar sus sentimientos será un adulto preparado para comunicarse con efectividad, sin insultar ni descalificar al otro.

Esto incluye, naturalmente, una re-educación de los padres. Según Swartz, la escuela “produce” sujetos pasivos: todos reciben información, sin posibilidad de procesarla, cuando lo que hay que hacer es crear sujetos activos. Es decir, que tengan capacidad de pensar de forma crítica. Ésta es la clave para un verdadero avance humano, como especie. Y sería como volver al método socrático: preguntar, debatir, confrontar ideas…

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Para ello, propone fomentar la empatía desde la más remota infancia, y así aprendan a valorar las opiniones diversas y distintas, el trabajo en equipo y tengan capacidad de adaptación, sin renunciar al pensamiento crítico.

Tarea difícil pero plausible, si en verdad promovemos desde nuestros hogares la libertad de pensamiento y el análisis. Hacerles preguntas a los niños, ofrecerles la oportunidad de dar soluciones a determinados problemas, involucrarlos con la resolución de conflictos en casa… pueden ser algunas formas de crear esos sujetos activos que tanto necesitamos.

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Entretanto hay ciertas escuelas, como Summerhill en Inglaterra o Saunalahti, en Finlandia, y muchas otras que no mencionamos aquí, donde se han “arriesgado” con los niños y están formando a futuros adultos con grandes dosis de empatía y capacidad de razonamiento, y donde no se les castiga por pensar.

Y tú, ¿sabes pensar?