La religión católica es una de las que con más potencia ha marcado la historia de la humanidad, desde tiempos inmemoriales. En las curiosidades de La Biblia encontramos un sinfín de historias que marcan la fe de los creyentes. Leyendas como la de Sodoma y Gomorra o el temido Apocalipsis, se combinan con las acciones de los personajes más extraordinarios. Desde Jesucristo, pasando por María, José, María Magdalena y los apóstoles, cada figura del catolicismo está llena de las más profundas simbologías. El profeta Daniel es uno de esos personajes, cuya leyenda se ha extendido con la fama de ser el vencedor de leones. En efecto, San Daniel marcó una era, en la que con su Dios como arma y escudo, venció los peligros e intrigas más increíbles.
La historia de Daniel en la Biblia nos presenta a un hombre de larga túnica, rodeado de fieros leones que no osaban devorarlo. Nacido en el seno de una familia importante de Jesusalén, el profeta Daniel mostró desde muy joven una inteligencia aguda y una especial pasión por el estudio, cualidades que configurarían su destino. Su festividad se celebra todos los 21 de julio, y su historia está reflejada en en Libro de Daniel, que forma parte del Antiguo Testamento. Acompáñanos en Supercurioso a conocer la vida y obra de San Daniel.
Quién fue San Daniel
El nombre de Daniel proviene del hebreo y su significado es Dios es mi juez, o Justicia de Dios. La historia que lo convierte en un personaje bíblico inicia tras la caída de Jerusalén, en el año 587 a.C. En aquel momento, el profeta Daniel era tan solo un joven de catorce años, hijo de una familia judía de la nobleza. Fue apresado junto a otros compañeros, y llevado cautivo a Babilionia. El Rey Nabucodonosor II lo escogió, junto a otros tres jóvenes hebreos, para ser educados y entrar a su servicio.
Pronto San Daniel tuvo oportunidad de dar muestras de su inteligencia y audacia. Intervino con maestría en el proceso de acusación de adulterio de una mujer llamada Susana, consiguiendo demostrar su inocencia mediante un hábil interrogatorio a los falsos acusadores. Entonces Nabucodonosor ordenó que el joven fuera instruido con esmero en las áreas de ciencias políticas y sociales.
Fue así como el profeta Daniel aprendió la lengua, la cultura, la tradición literaria y la escritura de sus captores, que incluso cambiaron sus nombres a la lengua acadia. Pero tanto él como sus compañeros hebreos mantuvieron sus costumbres, a pesar de residir en la corte del rey. Daniel rezaba a su Dios tres veces por día. Gracias a su alimentación kosher se mantuvo saludable y sobrio, sin consumir alcohol ni ninguno de los alimentos prohibidos en la Ley de Moisés. Presentados todos a Nabucodonosor, este supo apreciar las particulares virtudes de Daniel, que tenía la especial gracia de la profecía, pudiendo revelar sueños y visiones.
Cuando Nabucodonosor tuvo un sueño, buscó a sus astrólogos, incluido Daniel, para que le explicaran su significado. Al no recibir una respuesta satisfactoria, los condenó a la muerte. Pero San Daniel consiguió aplazar la ejecución. Justo esa noche Dios le reveló lo qué había soñado el rey y su interpretación. Al día siguiente, exigió ser llevado ante el rey, y enfrentándose a él directamente le develó el significado de su sueño. Gracias a ello fue nombrado gobernador de la provincia de Babilonia y jefe de los sabios y expertos de la corte. Sus compañeros judíos recibieron también importantes cargos en la administración del imperio.
La historia del profeta Daniel y el foso de los leones
Cuando Nabucodonosor murió, San Daniel continuó desempeñando sus funciones para los sucesivos monarcas. La sabiduría con la que Dios le bendijo, le permitió mantenerse en los más altos puestos de gobierno, durante el reinado de cuatro monarcas diferentes. Además de ser una figura de renombre durante el período en el que gobernó Nabucodonosor, también se mantuvo en las más altas esferas en los gobiernos de Baltasar, Darío y Ciro.
Fue justamente durante el reinado de Darío, cuando Daniel fue víctima de los más duros ataques de sus detractores. Fue acusado por los sátrapas, que eran los gobernadores de provincias, de no obedecer el edicto del rey, en el que se prohibía tajantemente rezar a ningún «dios» que no fuera él mismo durante treinta días. En efecto, el profeta Daniel desobedeció la orden y siguió orando, tal como era su costumbre, tres veces al día al Dios de Israel. Fue descubierto y apresado por ello.
El castigo para el que hasta entonces era un personaje importante de la vida política, fue ejemplar. Su condena fue ser arrojado al foso de los leones, lo que suponía una muerte segura, ya que las fieras se mantenían hambrientas. Sin embargo, Dios lo protegió y tapó la boca de los leones. Al día siguiente seguía vivo entre los feroces felinos. El rey Darío, al comprobarlo, ordenó que fuera liberado y sus acusadores arrojados al foso, donde perecieron devorados. Darío entonces decretó que «De parte mía es puesta esta ordenanza: Que en todo el dominio de mi reino todos teman y tiemblen ante la presencia del Dios de Daniel; porque él es el Dios viviente y permanece por todos los siglos. Su reino no será jamás destruido y su dominio perdurará hasta el fin.»
La tumba de San Daniel
Existen seis lugares en el mundo que se disputan ser el lugar en el que reposan los restos del profeta Daniel. Dos de ellos están en Irak: en la antigua ciudad de Babilonia y en Muqdadiyah. Otros dos en Kurdistán, uno en Sousa, Irán, y el último y más conocido en Samarcanda, Uzbekistán. Cerca de esta última tumba brota un manantial al que los fieles atribuyen la propiedad de ser milagroso, y cuya agua tiene al parecer, dotes curativas.
Justamente la tumba de Samarcanda teje a su alrededor las más insólitas leyendas sobre San Daniel. Se cuenta que los restos del profeta, aquí enterrados, siguen creciendo cada año. No es de extrañar, pues la enorme tumba alcanza ya unos 18 metros de largo, y sigue creciendo. Hay quienes afirman que fueron los cristianos quienes trajeron hasta aquí sus restos. Otros aseguran que fue el antiguo conquistador Tamerlán quien ordenó su entierro en este lugar.
En todo caso, la tumba del profeta Daniel es un símbolo de gran valor. Este personaje bíblico no solo es venerado en el catolicismo, sino también en el Islam, con el nombre del predicador Khodja Daniyar, y en el judaísmo, como uno de los cuatro grandes profetas israelíes. En este sentido, este mausoleo representa uno de los pocos lugares de peregrinaje en el mundo, en el que musulmanes, cristianos y judíos, se reúnen a rezar y a celebrar su fe.