A lo largo de la primera mitad del siglo XX se sucedieron las tragedias marítimas. La más conocida fue la del Titánic en 1912, pero hubo otras de similar magnitud en cuanto al número de víctimas. Unas fueron causadas por descuido, otras por desconocimiento y algunas fueron el resultado de las dos contiendas mundiales que tuvieron lugar en ese período. La tragedia del RMS Emperatriz de Irlanda, acaecida el 29 de mayo de 1914, tuvo dos motivos claros: la imprudencia y la niebla. Acompáñanos a conocer qué ocurrió para que murieran más de 1.000 personas.
La tragedia del RMS Emperatriz de Irlanda
El RMS Emperatriz de Irlanda era un transatlántico canadiense perteneciente a la compañía Canadian Pacific Steamship Company. Estaba realizando su viaje número 96 cuando naufragó causando 1.012 víctimas mortales entre las 1.477 personas que iban a bordo.
Tras la tragedia del Titánic dos años antes, las compañías marítimas tomaron precauciones extras en todos sus barcos de pasajeros. En el caso del EMS Emperatriz de Irlanda se había dividido el barco en 11 secciones con 24 puertas estancas con accionamiento manual y además llevaba un número de botes salvavidas que excedía el necesario para el pasaje que transportaba. El capitán, H.G. Kendall, había realizado simulacros de emergencia y conseguido bajar la totalidad de los botes salvavidas en menos de 4 minutos. Sin embargo, a pesar de que se habían tomado todas precauciones, la desgracia atacó de pleno y se cebó en los que iban a bordo.
El Emperatriz de Irlanda zarpó de Quebec hacia Liverpool con 420 tripulantes y 1.057 viajeros. Su capitán Henry George Kendall acababa de ser ascendido y era la primera vez que realizaba el recorrido por el río St. Lawrence. En este curso fluvial desaguan los grandes lagos canadienses y desemboca en el Océano Atlántico. El bajel fue pilotado por un práctico hasta llegar de madrugada a Pointe-au-Père, cerca de Rimouski, donde desembarcó. En ese momento, con buena visibilidad, tomó el mando el capitán Kendall. A una distancia de seis millas (11’1 km.) divisó un barco carguero noruego llamado SS Storstad que comandaba el capitán Thomas Anderson.
Kendall decidió tomar la ruta más rápida para salir al Atlántico y girar a estribor contraviniendo las regulaciones náuticas, sortear el Storstad y cruzar posteriormente a babor. El piloto del carguero noruego vio las luces del Emperatriz de Irlanda y pensó que seguiría las normas cruzando por babor cuando, repentinamente, una espesa niebla invadió la zona. El banco de niebla eran tan denso que los buques dejaron de verse por completo y basaron sus movimientos en suposiciones. El Storstad varió su rumbo para dejar el máximo espacio al barco de Kendall, sin darse cuenta de que avanzaba hacia él en rumbo de colisión, ya que este se había detenido en mitad de su cruce ilegal. Cuando se vieron ya no hubo nada que hacer. El noruego embistió al canadiense causándole tremendos daños por estribor bajo la linea de flotación ya que su proa estaba reforzada para enfrentarse al hielo. El agua empezó a entrar y se cortó el fluido eléctrico.
La mayoría de pasajeros dormían en ese momento y el barco empezó enseguida a escorar, hundiéndose en 14 minutos. No tuvieron tiempo de bajar casi ningún bote. Los pasajeros que pudieron salieron por los ojos de buey de babor y cayeron en el agua helada teniendo que combatir la hipotermia. Los tripulantes del Storstad arriaron sus botes salvavidas y recogieron a todas las personas que pudieron, pero únicamente se salvaron 465 personas, pereciendo 1.012.
A raíz del hundimiento del Emperatriz de Irlanda se hicieron nuevas modificaciones en los diseños de los barcos para tratar de evitar nuevos hundimientos. El inicio de la Primera Guerra Mundial hizo olvidar rápidamente la tragedia del RMS Emperatriz de Irlanda y la niebla. Hoy en día los restos son visitados por numerosos submarinistas en la desembocadura del río St. Lawrence.
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