En Supercurioso te hemos hablado de la Edad Media, de su higiene y de cómo eran las relaciones íntimas en una época tan convulsa, a la vez que tremendamente religiosa, al menos aparentemente. ¿Quieres saber un poco más sobre el medievo? ¡Acompáñanos a descubrir 7 sorprendentes datos!
1. ¡Cerdos asesinos!
Criar cerdos para consumir su carne era algo muy común en esta época y, de hecho, las piaras campaban a sus anchas, tanto por los bosques como por los campos. Como podrás imaginar, cruzarte con varios cerdos era algo más que habitual, que aunque te parezca extraño podía terminar muy, pero que muy mal, incluso con una vida humana menos.
Al parecer, durante la Edad Media se registraron muchísimos casos de niños pequeños – especialmente en los alrededores de París (Francia) – devorados vivos por cerdos. Seguramente, los animales pasaban tanta hambre como sus propios dueños. Estos macabros sucesos explican por qué a partir del siglo XIII se crearon leyes para poder condenar a los culpables, a los cerdos. De hecho, la condena podía ser, entre otras cosas, la ejecución de los cerdos implicados. Impactante, ¿no?
2. El pan de cada día podía drogarte e ¡incluso matarte!
Imagínate que eres un aldeano. Pleno verano. Tus cosechas todavía no están listas, así que tienes que tienes que ir consumiendo tus reservas. Miras en tu almacén y lo único que encuentras para hacer pan es centeno viejo. «Bueno, ¡podré comer!» – te dices -. Sí, pero las consecuencias podrían ser fatales.
El centeno que se guardaba durante mucho tiempo, por desgracia, con frecuencia estaba afectado por un peligroso hongo: el ergot o cornezuelo. ¿Sus efectos? Más o menos los mismos que el LSD. Alucinaciones, gangrena e incluso la muerte asaltaban al aldeano que consumía el pan de centeno viejo, que con tanta dificultad había hecho. ¿Es que no había nada mínimamente seguro en la Edad Media?
3. Un fraile, Roger Bacon, predijo algo con muchísima exactitud
¡Atento a lo que escribió este fraile franciscano (1214-1292, aproximadamente) en su Epistola de Secretis Operibus!:
«Los coches estarán construidos de forma que se podrán mover increíblemente rápido, sin animales. (…) máquinas voladoras podrán ser construidas, las cuales contarán con unas alas artificiales, creadas para cruzar el aire como un ave en pleno vuelo.»
Y eso no es todo, también vaticinó la aparición de los trajes de neopreno, los submarinos y el barco de vapor. ¡Increíble!
4. Los zapatos podían medir hasta casi 70 centímetros
No pisar a alguien a partir de 1330 debió ser algo realmente complicado. A partir de entonces, se pusieron muy de moda los zapatos larguísimos. Tan largos les gustaban, que a finales del siglo XIV, se tenían que rellenar con materiales como lana o huesos de ballena.
Lo cierto es que muy cómodos no eran, de hecho, los cruzados en muchas ocasiones se verían obligados a cortar la punta de sus zapatos para poder huir del enemigo. Peor que ir con tacones, ¿no?
5. La Iglesia no solía liderar las «cazas de brujas»
Si bien la caza de brujas es algo más propio de los siglos XVI y XVII, en la Edad media, especialmente en las tierras de habla germana, también se dieron este tipo de persecuciones. ¿Sus instigadores? Curiosamente, las autoridades civiles, mucho más que el clero.
Esto ocurría sobre el siglo XV, momento en que la postura de la Iglesia respecto al tema de la magia era la de considerarla una tontería, algo imaginario y sin fundamento.
6. ¡Usaban caracoles vivos para las quemaduras!
Sí, en aquella época se aconsejaba coger un caracol vivo y fregarlo contra la piel quemada, consiguiendo que se curase. Aunque parezca una barbaridad este remedio tiene bastante sentido. El efecto de la baba de caracol era el de reducir la sensación de quemazón y el dolor. Todavía te sorprenderá más saber que investigaciones contemporáneas han señalado las propiedades antioxidantes, anestésicas, antisépticas, antibióticas, antivirales y antiinflamatorias de la baba de caracol. ¡Brutal!
Además, como seguramente sabrás, también cuenta con elastina y colágeno, esenciales y muy beneficiosos para la piel. ¡Parece que, por una vez, acertaron!
7. Usaban tuberías
Aunque exista el mito de que eran tan sucios, se trata de una exageración. La gente de aquel tiempo necesitaba tanto como nosotros agua limpia, para lavarse, beber y cocinar. En los pueblos conseguirla solía ser más fácil, pero en las ciudades se volvía algo más complicado. Algunas, como Londres, contaban con unos sistemas de tuberías, basados en un conjunto de cisternas, que hacían llegar el agua limpia de los alrededores a los urbanitas.
Y las ciudades no eran las únicas, muchos castillos también contaban con su propio suministro de agua con cañerías de plomo, como es el caso del Castillo de Dover.
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