Los remedios de la Edad Media a menudo nos parecen más mágicos que científicos, y eso es porque se nos escapa el hilo conductor que guiaba a los médicos de entonces.
Para entender la aplicación de los tratamientos medievales primero hay que “meterse” en la época: los médicos de la Edad Media pensaban que el cuerpo humano era una creación o reflejo microcósmico del universo. Esta creencia provenía de la antigua tradición filosófica grecorromana (desarrollada a partir de Hipócrates y Galeno, entre otros), y constituyó el fundamento de la medicina medieval.
Para Galeno, por ejemplo, la buena salud dependía del equilibrio de cuatro factores fundamentales: seco, húmedo, frío y caliente; cualidades presentes en los cuatro humores: el Aire se asoció con la sangre, el Fuego con la cólera –que se encuentra en la bilis roja o amarilla–, la flema era húmeda y fría, y se asociaba a una sustancia acuosa, mucosa, la bilis negra era fría y seca, y era el menos sano de los humores.
Los remedios de la Edad Media se basaban entonces en el principio de la totalidad, en restaurar el equilibrio de la existencia, y así, para ellos una aflicción podía deberse a un desequilibrio cosmológico en el paciente; el remedio debía corregir tal desequilibrio (lo cual nos hace pensar que tal vez conocieron algunos principios de la medicina ayurvédica), y se preparaban desde “simples” –donde un ingrediente del remedio era tomado de la naturaleza–, sangrías y ventosas hasta otros procedimientos más extraños a nuestros modernos ojos.
6 remedios de la Edad Media horribles, pero ¿útiles?
1. Para la ictericia, ¿un murciélago vivo?
La abadesa Hildegarda von Bingen escribió un célebre tratado, Physica, donde explicaba y recomendaba muchos remedios de la Edad Media; estos remedios estaban basados en la observación y en la relación de los cuatro humores de los que hablamos al comienzo del artículo.
En la medicina galénica, la bilis amarilla se asociaba con la ictericia; Hildegarda, en su Physica, tiene el remedio: debes aturdir a un murciélago golpeándolo suavemente, y luego asegurarlo sobre tu espalda superior, tus hombros; debes estar pendiente de que la espalda del murciélago dé con la tuya. Lo dejas un rato, unos 15 minutos, y después lo atas sobre tu estómago, donde lo dejarás hasta que el animal muera.
La relación galénica entre la ictericia y el murciélago podría indicar que este animal era capaz de contrarrestar el calor de la bilis amarilla a través de su propio calor, o por sus propiedades de enfriamiento.
2. Oreja de león para problemas de audición
Pues sí, hasta en verso. De nuevo con la Physica de nuestra Hildegarda, la fina audición leonina ayudaría a recuperar la humana. Debes mantener una oreja de león sobre el oído sordo hasta que la primera se caliente. Al mismo tiempo decir la siguiente oración: “Oye, adimacus, por el Dios viviente, y por la nitidez de la gran audición del león”.
Esta cura, como habrás notado, también funcionaba con la oración, y con la idea de “lo semejante cura lo semejante”, comunes ambos métodos en los remedios de la Edad Media. La cuestión era conseguir la oreja…
3. Para dolencias testiculares, huevos de golondrinas
Otro remedio de la multifacética Hildegarda: quemar un huevo de golondrina –con cáscara y todo–, y luego moler finamente hasta volverlo polvo; añadir algo de grasa de pollo y mezclar.
Una vez hecha esta emulsión, debes aplicarla a los testículos. Según Hildegarda, el huevo cocido tiene el equilibrio de los humores, por lo que sus poderes curativos son «innegables».
4. Pezuña de unicornio para detectar veneno
Suponiendo que pudieses encontrar un unicornio, y además arrancarle una pezuña, estabas de suerte, pues entre los remedios de la Edad Media, éste –decían– era muy eficaz.
Si sospechabas que alguien pudiese estar envenenándote, no tenías más que colocar la pezuña de tu unicornio debajo del plato o de la taza; si la comida era caliente, la pezuña haría que hirviese; y si lo que estaba en el plato era frío, la pezuña haría soltar vapor del plato.
Era corriente durante el medievo pensar en el unicornio como algo extremadamente puro, tanto así que lo relacionaban con Cristo y su pureza.
5. ¿Viagra medieval?
La cantidad de remedios de la Edad Media dirigidos al tratamiento de la impotencia, a la anticoncepción y a la concepción, dice mucho de la preocupación de aquel tiempo por estos temas.
Para un hombre que ha perdido su “condición” y está frío en su cuerpo, el remedio es el siguiente: mezclar semillas de hinojo y perejil, madera de agar, juncia, corteza de canela, cardamomo y algunas otras hierbas (que no se mencionan), triturar todo en un mortero y poner en un recipiente, añadir azúcar y fundir con calor.
Luego de que la mezcla se haya derretido, colocar en un vaso lo que queda y beber. Se supone que esta bebida era excelente para restaurar la potencia viril en los hombres.
6. Mollejas de golondrina para la epilepsia
Ésta es una receta del famoso médico inglés del siglo XIV, Juan de Gaddesden. Hay unas pequeñas piedras rojas en las mollejas de las golondrinas, y resultan muy útiles si se cuelgan del cuello del paciente, sea éste epiléptico o loco. Pero hay que extirparlas en la mitad del día.
El momento de la extracción era importante para el médico inglés: el sol es cálido y la luna es fría. Las piedras son “calientes”, como el sol, y por lo tanto la eficacia de esta cura estaría relacionada con el hecho de que las crisis epilépticas eran resultado de un exceso de calor o fuego en el cerebro.
Otro ejemplo de curar “lo semejante con lo semejante”.
Sin duda, el mundo medieval guarda muchas sorpresas, y resulta curiosísimo atisbarlo desde nuestra “superioridad moderna”, ¿no crees?, además de lo verdaderamente difícil que sería encontrar los ingredientes necesarios para estos remedios. ¿Te atreverías a aplicarte alguno?
Te invitamos a seguir en la Edad Media, leyendo sobre las relaciones íntimas y sobre otros remedios que aún se usan y funcionan.