La historia de Álvar Núñez Cabeza de Vaca es una historia tan peculiar como su apellido: de conquistador español pasó a convertirse en un chamán indígena, pero antes de eso fue incluso esclavo de aquellos a los que debía conquistar. Y, sin embargo, consiguió volver a España para escribir sus hazañas y, no contento con eso, se embarcó nuevamente en expediciones hacia América. Sin duda, el nuevo continente lo había marcado, y la huella que las tierras americanas había dejado en él sería imborrable. Fue un hombre exaltado por la curiosidad y el interés, un descubridor más que un conquistador, razón por la cual en Supercurioso hemos decidido recordar su historia. Acompáñanos en este artículo para que descubras la fascinante historia de Cabeza de Vaca.
La increíble historia de Cabeza de Vaca
Cabeza de Vaca fue un conquistador español de esos tiempos en que la corona recién descubría América. Ya Cristóbal Colón había llegado a las costas de Guanahaní, mejor conocido como la isla de San Salvador, y Rodrigo de Triana, por supuesto, había lanzado su memorable grito: «¡Tierra a la vista!», pero Álvar Núñez Cabeza de Vaca apenas daba sus primeros pasos en el mundo. Sin embargo, esto no le impidió embarcarse en la primera expedición que pudo para visitar al nuevo continente, después de todo, a sus 37 años (más o menos, la historia en verdad no tiene demasiado clara la fecha de su nacimiento), en 1527, estas tierras seguían considerándose vírgenes e inexploradas.
Ya para entonces había participado en luchas y batallas. Después de todo, uno no se embarca en una expedición hacia tierras nuevas y misteriosas sin alguna experiencia previa: las batallas y pequeñas luchas europeas habían formado parte de su juventud, y de ellas devino un hombre hecho y derecho, con ganas de conquistar al mundo. Fue por eso que, a los 17 días del mes de junio de 1527, partió de Puerto de Sant Lúcar de Barrameda, en la expedición que dirigía el gobernador Pánfilo de Narvaez, con poder y mandato de vuestra majestad para conquistar y gobernar las provincias que están desde el río de las Palmas hasta el cabo de la Florida. La armada con la que se aventuraron estos hombres constaba al menos de unos cinco navíos, y los hombres que en ellos navegaban eran, hombres más hombres menos, unos seiscientos.
La expedición, que había comenzado con trombones y trompetas, vitoreo y buenos augurios, vivas y aclamaciones, terminó, no obstante, en desgracia. La primera gran desgracia de Cabeza de Vaca, y que truncaría su vida para siempre.
En busca de la fuente de la juventud
El objetivo de su viaje, más allá de la adrenalina y la aventura, era uno y solo uno: encontrar la Fuente de la Juventud, mito entre mitos en una época donde América era para los españoles una promesa inabarcable, un constante descubrimiento. Ciudades de oro, decían, fuentes que llevaban a los hombres de vuelta a sus primeros años, pero con toda la formación de la experiencia. No era poca cosa, y la verdad era una misión que se le hubiera encomendado a cualquier hombre, sino al mismísimo Cabeza de Vaca, el nieto de Pedro de Vera, conquistador de profesión como lo aspiraba su nieto.
Se habían embarcado en 1527, pero no fue sino hasta 1528 que desembarcaron, en un viaje de unos cuantos meses que también significó la pérdidas de unos cuantos marinos, algunos por simple deserción, tantas veces asociada a la cobardía, otros por muerte, cuestión que suele acaecer en los botes cuando azotan las tormentas, o cuando acaecen los naufragios. Por suerte, no estuvo Cabeza de Vaca ni entre los primeros ni entre los segundos, por pura suerte, pues cuando desembarcaron en Florida, el 12 de abril de 1528, a Álvar Núñez solo lo acompañaban otros tres hombres, y atrás, entre desertores y desertados, se habían perdido unos 596.
No es poca cosa decir que seiscientos partieron y solo cuatro llegaron, de paso todos perdidos, y sin saber dónde comenzar la búsqueda de la susodicha fuente. Además, para colmo de males, en un continente como nunca antes se había visto, lleno de selvas y extraños hombres que hablaban en lenguas raras, quizás las lenguas de los muertos, un continente incontinente, pues nada se lo guardaba, todo lo daba en demasía, y en el medio de él, en algún lugar perdido de la América, la fuente, la ansiada fuente de la juventud perpetua.
Fue como decir que el tiempo se detuvo, aunque no se detuviera nada, aquellos cuatro hombres, rodeados de tribus indígenas que nada querían tener que ver con el hombre blanco que desde hace unos años veían asomarse por esas tierras. Ahí estaba él, Cabeza de Vaca, y ahí los otros tres hombres, ahí su destino, así que lo tomaron: se pusieron a andar, caminaron y caminaron, y finalmente, en el intento de domar su hado, el destino finalmente se impuso: Álvar Núñez y los otros tres fueron hechos prisioneros por los indígenas.
De prisionero a chamán
Ah, pero el alma de un hombre noble puede imponerse ante cualquier circunstancia. Bueno, no necesariamente ante cualquiera, fuera otra la historia si los indígenas que atraparon a Cabeza de Vaca hubiesen sido caníbales, pero no fue así, los indiecillos que le tocaron eran, en verdad, agradables, y se dedicaban, sobre todo, a curar los cuerpos, no a comérselos. Resultaron, pues, ser gente agradable, y como tal quisieron enseñar a los españoles sus costumbres, cuestión que a algunos les pareció bastante risible, pero que Cabeza de Vaca supo asumir con dignidad, así que, mientras Álvar Núñez fue entrenándose en las artes de la curandería, los otros tres españoles fueron dados como sirvientes a otras tribus, y, colorín colorado, el cuento de aquellos tres se hubo terminado.
Pero la historia de Cabeza de Vaca no acabó ahí, sino que no solo se inició como chamán, sino que esto mismo le permitió que lograra desplazarse entre diferentes tribus indígenas, ganándose una buena fama entre los locales. Siguió en su rol, fiel entre los indígenas, y en esto fueron pasando los años, uno y hasta dos, tres y cuatro. Y, aunque aquí se narre bonito y hasta con un tono cómico, la verdad es que para Cabeza de Vaca aquel viaje también estuvo lleno de martirio, pues en los nueve años que pasó en el nuevo mundo lo que más abundaron fueron las desgracias: después de todo no es fácil ver morir o perderse a 596 de los tuyos, quedar solo, aislado entre desconocidos, perdido y sin remedio. Sin embargo, el destino, la fortuna o el sino no querían verlo muerto, sino que la vida de Álvar Núñez se extendió lo suficiente como para volver a toparse con los suyos, y le permitió, además, regresar a su amada España.
El regreso a la patria
En 1937, nueve años después de zarpar junto a otros seiscientos hombres, Cabeza de Vaca volvía a la tierra del padre, la patria querida, lleno de experiencias y de vida. Allá contó a todos lo que le había ocurrido, muchos de los cuales se sorprendieron no solo por su historia, sino por el hecho mismo de verlo vivo: después de todo, nadie más había vuelto de aquel viaje. Cabeza de Vaca pasó, por lo tanto, a la historia, y no contento con eso dedicó dos libros a contar las aventuras y los tormentos que había vivido en aquel continente extraño.
Sin embargo, algo en todo ello se le hacía extraño, la patria se le hacía desconocida, añoraba el calor del trópico, quizá, las lenguas extrañas, el poder de sus manos sanadoras. Algo tenía profundamente incómodo a Cabeza de Vaca, y por ello mismo decidió embarcarse en una nueva proeza. Eso sí, si bien antes había andado el norte de aquel continente buscando una fuente que nunca consiguió (y vaya que la había buscado, cuando de curandero le permitían desplazarse sin problemas entre las tierras del nuevo mundo). Ahora, si iba, tenía que ser por sí mismo, no para enfrentar el destino que le tocaba a otro.
La patria, su patria, al parecer, era otra. Volvió a América, esta vez distinguido con el honor de Gobernador de Río de la Plata, en 1940. Arribó por los lares de Brasil (lo que es ahora Brasil), y desde allí prosiguió su viaje a pie, unos cinco meses atravesando bosques y montañas, él y su expedición, los hombres a cuestas, cansados o sorprendidos, emocionados o quejosos, hasta llegar a lo que hoy en día conocemos como Paraguay, donde se encontraba la sede de la gobernación de Río de la Plata. Desde allí, Cabeza de Vaca continuó en sus andanzas en aquellas hermosas tierras, ahí, suponemos nosotros, hubiese querido morir si le hubiesen dado la oportunidad, pero quiso su suerte otra cosa.
Cabeza de Vaca, el Adelantado
Cabeza de Vaca murió en 1559, en España. Las circunstancias de su muerte no quedan muy claras a la historia, pero se dice que fue en un monasterio en Sevilla. ¿Qué hacía en España? Pues había vuelto como prisionero, apenas un par de años después de asumir su cargo de gobernador. Pero, ¿por qué lo habían hecho prisionero? Ahí radica el quid de la cuestión, como se suele decir. Si nos vamos a los documentos oficiales, son otras las razones que constarían, pero lo que se ha encargado de develar la historia es lo siguiente:
Cabeza de Vaca, quien había vivido con indígenas durante mucho tiempo, se indignó profundamente cuando llegó a Río de la Plata y vio cómo los españoles trataban a los locales. Según se cuenta, mandó a cerrar prostíbulos, que no eran tales sino salas de violaciones, y prohibió ciertos malos tratos que recibían los indígenas. Así, fue llamando a la rectitud y puliendo los comportamientos de sus gobernados, poco a poco pero con mano firme, hasta que, en 1544, los españoles no aguantaron más, después de todo ellos habían llegado hasta allá con la promesa de la anarquía, las mujeres y la fortuna, y armaron una revuelta al gobierno presidido por Álvar Núñez.
Así, pues, Álvar fue devuelto por donde mismo había llegado, y tuvo que atravesar el mar por cuarta vez para volver a España. Allí, apeló a la sentencia que le habían impuesto injustamente, y pasó los últimos años de su vida intentando restablecer su honor. No lo logró del todo en el momento, pero la historia se ha encargado de hacerlo por él. En la capilla del Convento de Santa Isabel, en la Calle Encarnación de Valladolid, se conserva la lápida que guardó los restos de este conquistador.
Quizá la historia de Cabeza de Vaca no sea la más bonita, pero sí es una historia real de un hombre asombroso por el simple hecho de ser capaz de acercarse a la empatía cuando nadie más supo hacerlo. Cabeza de Vaca tomó su experiencia de vida e hizo de ella un hombre, sí mismo, y mantuvo eso incluso cuando significó estar en contra de todos. Murió solo, triste, y muy lejos de la tierra que supo quererlo, pero la historia se ha encargado de darle su lugar en el mundo.
Bueno, hasta aquí lo que podemos decirte sobre Álvar Núñez Cabeza de Vaca, un hombre sin duda fascinantes. ¿Quieres saber más sobre él? Pues te recomendamos buscar los libros en los que dejó plasmadas sus aventuras. ¿Te ha impresionado esta historia? ¿Conoces algún otro personaje histórico que haya padecido circunstancias similares? Déjanos tu respuesta en los comentarios, ¡estaremos deseando leerte!
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