Se suele pensar que cuanto más retrocedamos en la historia, más patente será la falta de higiene. Nada más lejos de la verdad. La diosa griega Higiea era la protectora de la salud, la limpieza o higiene y también de la sanación. En la diosa convergían los dos conceptos, el de la higiene y el de la salud. De su nombre deriva el término higiene. En la antigüedad, especialmente en época del Imperio Romano, existían termas y retretes públicos a los que acudía la población y muchas de esas costumbres siguieron durante la Edad Media. Es a partir del renacimiento y hasta finales del siglo XIX la que se considera la época más sucia de la historia. Dentro de este periodo es remarcable la lamentable higiene en tiempos de María Antonieta.
La lamentable higiene en la época de María Antonieta
Para imaginar la inmundicia y suciedad reinantes, baste decir que las ciudades, ya muy pobladas, carecían prácticamente de alcantarillado o canalizaciones. Calles y plazas se convertían en auténticos vertederos. Los animales y las personas hacían sus necesidades en la vía pública y los matarifes sacrificaban a los animales en la propia calle, dejando sus deshechos abandonados en ella.
En el palacio de Versalles, por ejemplo, habían más de 300 habitaciones y, a parte de los de la familia real y la alta nobleza, no había ningún cuarto de baño más. Para hacer sus necesidades, los nobles tenían unos sillones llamados «chaise de commodité», con una especie de orinal acoplado y que se guardaban en unos armarios/habitaciones especiales para ese fin. Al parecer, desde el reinado de Luis XIII, existían distribuidas por el palacio algunas letrinas que terminaban en pozos negros, pero estaban mal atendidas y muy sucias. La gente optaba muchas veces por hacer sus necesidades detrás de las cortinas o en los rincones escondidos. Eso sí, María Antonieta tuvo la suerte de tener un nuevo modelo de excusado inventado en Inglaterra y hecho en madera.
El número de funcionarios, sirvientes, guardias… podía llegar a varios miles y proveer de baños y letrinas a todos ellos era imposible. En caso de querer tomar un baño, todos estos habitantes de Versalles debían alquilar una bañera que era llevada a su habitación o ir a la ciudad a unos baños públicos. En realidad esto no era un gran problema, pues la mayoría prefería no bañarse, ya que creían que debilitaba el organismo.
En las calles era común ver a los «portadores de letrinas». Estos trabajadores llevaban una especie de sillas orinales portátiles y una manta con la que cubrían a su cliente para que pudiera hacer sus necesidades con cierta intimidad.
Otros hábitos curiosos de higiene de la época eran los cordoncitos o trapitos de seda para limpiar los dientes o la utilización de perfumes en rostro y cabello para disimular el olor. La ropa se cambiaba únicamente cuando estaba muy sucia y se consideraba que mudándose ya no era necesario bañarse. Únicamente rostro y manos se lavaban asiduamente.
Realmente no nos podemos imaginar como sería vivir en ese tiempo, sin agua corriente y sin los hábitos de higiene de hoy en día. Si te ha interesado este post sobre la higiene en la época de María Antonieta, quizá quieras saber como era la higiene en la Edad Media.
Imágenes: «El Perfume», Tom Tykwer, (2006)