Te hemos contado cómo ligaban o cómo se peinaban durante el siglo XIX en Inglaterra. Ahora queremos hablar sobre cómo se distraían, cómo se divertían en la época victoriana, qué hacían para pasar el tiempo y eludir el aburrimiento.
Cada época se procura sus propias formas de diversión, de acuerdo con lo que tiene a mano y sus posibilidades. Así fue como surgieron en su momento el teatro o el cinematógrafo, o los circos. Mira lo que hacían los ingleses para no fastidiarse.
¿Cómo se divertían en la época victoriana?
Las personas se divertían en la época victoriana de maneras un tanto distintas a las de hoy, por supuesto. Si a tan pocos años del uso de los computadores personales, de los móviles y de internet en casa nos preguntamos cómo diablos hacíamos antes para comunicarnos y pasar el tiempo, es natural que ni nos imaginemos cuál podría ser la diversión de aquella gente.
En primer lugar, leían. Sí, y mucho. Claro que habría quienes odiarían un libro, pero la lectura era un hábito bastante extendido. Para finales de la década de 1830, casi la mitad de la población masculina adulta sabía leer y escribir, y para 1870 se había aprobado la Ley de Educación Elemental, que volvía obligatoria la escolarización de los niños de entre 5 y 10 años –más allá de que también a esa edad tuvieran que comenzar a trabajar…–.
Para que te des una idea, la novela fue el género literario más difundido, y las obras se publicaban casi siempre por entregas, en capítulos (tipo folletín), que aparecían semanalmente en ciertos periódicos (en la época victoriana se llegaron a fundar más de 200). Tanta era la presión del público que muchos de los editores pedían a sus autores alargar las historias para mantener el interés y, por supuesto, las ventas. Charles Dickens es uno de los autores más renombrados de la época victoriana.
Aunque los escritores solían ser hombres, los lectores en cambio se repartían entre los dos sexos.
Otra diversión victoriana fue la “caza” de helechos. Como tal vez sepas, la botánica tuvo un gran apogeo en la Inglaterra decimonónica (y quizá allí nació esa afición por los jardines ingleses), muchas plantas exóticas se cultivaron en invernaderos, como las orquídeas, y los helechos fueron especialmente buscados, tanto, que hasta surgió una palabra para señalar aquella especie de obsesión que se adueñó de todos: la pteridomanía.
Ésta era una de las formas en que se divertían en la época victoriana, hacían “expediciones de helechos” hacia Europa, Asia y otros lugares, y numerosísimas muestras helechales fueron llevadas a Inglaterra; de hecho, esta práctica puso en peligro a muchas especies, y algunas hasta se extinguieron. Los victorianos tenían como emocionante y peligrosa esta actividad, que continuó en los primeros años del siglo XX.
El Teatro de Sombras, o sombras chinescas, por otro lado, fue también la delicia de todos. El Théâtre d’Ombres, como se llamaba, empleaba un coro de veinte voces, una orquesta y títeres de estilo japonés, y se representaban obras de temas militares y patrióticos.
Pero no todo era teatro o literatura, claro. Una de las actividades con las que más se divertían en la época victoriana era la adivinación. Así es, los victorianos utilizaron bolas de cristal, leyeron palmas y hojas de té para ver el futuro, pero también usaron nueces, espejos, manzanas, velas y cera, naipes, semillas, monedas, lunares y verrugas, sueños y hasta espíritus de gente muerta para adivinar el porvenir.
Fueron muy populares las sesiones de espiritismo, y muchas mujeres jóvenes acudían a las adivinadoras para saber si había algún hombre joven, guapo y rico en sus futuros. De hecho, la mayoría de los médiums eran mujeres, porque se consideraba que el sexo femenino podía ser más idóneo en la comunicación con el más allá y para la posesión espiritual por ser más sensible. Y en este sentido, Harry Houdini jugó un papel importantísimo, porque se dedicó a ubicar y desenmascarar a los espiritistas fraudulentos.
Y en temas más mundanos… la pornografía era una de las diversiones más ávidamente buscadas. La literatura erótica, representada fielmente en Mi vida secreta, novela escrita por un autor anónimo, pero que los expertos le adjudican al empresario inglés Henry Spencer Ashbee, retrata lo que ocurría en la intimidad de las vidas victorianas, aparentemente correctas y castas.
Tanto hombres como mujeres daban rienda suelta a las fantasías más locas, se abrieron burdeles temáticos y una “explosión silenciosa”, si tal expresión cabe, surgió en Inglaterra. Hubo revistas pornográficas, como La perla y la ostra (sin imágenes) y el erotismo se adueñó de la fotografía: comenzaron a circular imágenes bastante picantes, de hecho.
Pero no todos estaban dedicados a la exploración sexual. Muchos victorianos eran coleccionistas empedernidos; había quienes se especializaban en temas específicos, pero otros coleccionaban prácticamente cualquier cosa, desde especímenes animales y botánicos hasta muestras arqueológicas y geológicas, armas antiguas, cabezas reducidas o conchas marinas.
Para tales muestrarios, los coleccionistas crearon entonces sus “gabinetes de curiosidades” donde exponían aquellas cosas, extrañas y exóticas. Y para ilustrar esto, los ingleses victorianos tuvieron una especial inclinación hacia la taxidermia antropomórfica: hubo una gran proliferación de animales disecados, e incluso fue muy popular y conocido el museo de Walter Potter en Bramber, Sussex, que llegó a ser una atracción turística.
¿Qué te parece la manera en que se divertían en la época victoriana, tenemos algo en común o no? Comparte tu opinión y lee más sobre este período histórico tan interesante:
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