Cuando vemos tumbas sin nombre solemos asociarlas, claro, a personas desconocidas, a seres anónimos que murieron en epidemias, catástrofes naturales o guerras –esto, más bien, se hace en fosas comunes–; o, si nos gusta el misterio, a personajes oscuros y peligrosos a los que no se ha querido dar una lápida inscrita para que no los ubiquen. Sin embargo, más de un famoso ha tenido como última morada una tumba indistinta, irreconocible, sin nombre.
¿Quiénes han sido enterrados en tumbas sin nombre, o en fosas comunes?
1. Comencemos por uno de los más famosos: Mozart, el divino músico del siglo XVIII. Como sabrás, murió joven (apenas 35 años), y vivió una vida de excesos que lo enfermaron prematura y fatalmente. Este extraordinario compositor y pianista, que gozaba de un humor un tanto escatológico, a pesar de ser considerado como uno de los músicos más influyentes de la historia, fue enterrado en una tumba comunitaria simple, junto a otras personas, debido sobre todo a la falta de dinero.
Esta tumba comunitaria se encuentra en el cementerio de St. Marx en Viena, y en la década de 1850 fue construido en su honor un monumento donde se cree que se encuentran sus restos, aunque más tarde se trasladó a otro cementerio como espacio para honrar a los músicos. En su lugar pusieron una estatua, la del ángel que mira el nombre de Mozart grabado en una columna rota.
2. Otro famoso enterrado en tumbas sin nombre fue Richard Trevithick, el ingeniero inglés que construyó la primera locomotora a vapor que funcionó. Fue un inventor adelantado a su época –como todos los inventores–, que viajó por Sudamérica construyendo bombas ligeras a vapor para drenar las minas de plata.
A pesar de su enorme contribución a esta tecnología, cuando regresó a Inglaterra en 1827 no tenía ni un centavo. Trabajó en distintos proyectos pero la pulmonía se ensañó con él en 1833, muriendo una semana después de haber enfermado.
Sus restos descansan en algún lugar del cementerio de Dartford (Kent, Inglaterra).
3. Esta vez hablamos de una mujer, Mary Dyer, una cuáquera inglesa del Boston del siglo XVII. Es considerada la última mártir religiosa de Norteamérica. Su historia, similar a la de tantos perseguidos.
Fue acusada de herejía por pensar y predicar que Dios no sólo habla a través del clero, sino directamente con cualquiera; se esforzó por organizar grupos para estudiar la Biblia, pero esto contravenía frontalmente la ley teocrática que imperaba en aquella colonia inglesa. Sin embargo, tanto ella como su esposo fueron desterrados y regresaron a Inglaterra en 1652.
Allá, se unió a la Sociedad Religiosa de los Amigos, organización cuáquera, y se convirtió finalmente en predicadora. La pareja volvió a Rhode Island en 1657, y protestó en contra de la ley anticuáquera, que le valió volver a ser arrestada y desterrada. Ella siguió viajando por Nueva Inglaterra, y en Connecticut la arrestaron de nuevo, aunque la soltaron. Lo mismo sucedió en Massachusetts, en donde fue arrestada dos veces, y por último sentenciada a muerte –aunque no se cumplió–, condena que se le cambió por el destierro permanente.
A estas alturas, ya te imaginarás que Mary Dyer no hizo caso. En 1660 volvió a Massachusetts, y allí finalmente, y ante su negativa de arrepentirse de pertenecer a los cuáqueros, fue ahorcada en el centro de Boston. Su cuerpo fue enterrado en un lugar sin marca, y según algunos historiadores, fue en la granja familiar.
Gracias a ella, y por el remordimiento causado por su muerte, se modificó la ley anticuáquera y luego se redactó la Real Carta de Rhode Island de 1663, donde se concede legalmente la libertad de culto. Hoy una estatua suya se erige donde se supone que reposan sus restos, en Boston.
4. ¿Recuerdas a Herman Monster? Sí, el tierno Frankenstein de la familia Monster. Pues Fred Gwynne, el actor que encarnaba al famoso personaje, murió en 1993, y no se sabe por qué, fue enterrado en una de esas tumbas sin nombre que borran el pasado y la memoria, en algún lugar del cementerio metodista de Maryland.
5. Un actor famoso, que dio vida a la voz del eterno Peter Pan, Bobby Driscoll, tuvo una vida lamentable, a pesar de su relativo éxito. Fue protagonista de algunas películas de Walt Disney, como Canción del sur o La isla del tesoro, recibiendo en 1950 un Oscar juvenil por su trabajo.
A mediados de los 50, su carrera cinematográfica comenzó el declive y su actuación fue principalmente como invitado en series televisivas; se hizo adicto a las drogas y se vio envuelto en actividades delictivas. Perdió todo su dinero y murió solo, a los 31 años, en un apartamento abandonado de Nueva York. La autopsia reveló que el abuso de drogas le produjo una insuficiencia cardíaca, de la cual murió.
Nadie sabía quién era, no tenía ninguna identificación consigo, lo que obligó a las autoridades a enterrarlo en una tumba sin nombre.
6. Si te gusta el blues, seguro te entristecerá saber que Bessie Smith, una de las mejores voces femeninas de este género musical, también reposa en una tumba sin lápida.
Su vida artística fue breve pero ineludible para entender el blues. Cantantes como Billie Holliday, Dinah Washington o Janis Joplin reconocieron su influencia, y el epíteto de “emperatriz del blues” así lo atestigua.
En 1970 se descubrió la tumba de Bessie, y Janis se ofreció a pagar de su bolsillo la lápida con el nombre de la extraordinaria cantante, como un reconocimiento póstumo; lamentablemente, Janis murió poco después de una sobredosis de heroína, y nadie hasta ahora ha vuelto a preocuparse por colocar el nombre de Bessie Smith en donde fue enterrada.
Las tumbas sin nombre no están reservadas sólo a las personas desconocidas. ¿Conoces el caso de algún otro famoso del que no se sepa dónde fue enterrado? Compártelo con nosotros, pero antes lee las tumbas más increíbles de la historia.