En la historia de la humanidad las mujeres fueron relegadas por milenios a planos grises, en los que, a pesar de tener iguales capacidades, permanecían bajo la sombra de sus pares masculinos. Basta con recordar casos como los de Marie Curié, Juana de Arco o Virginia Woolf, para darnos cuenta de que ciencia, historia y literatura, así como artes, deportes y matemáticas, han sido también atravesadas por el genio femenino. Hoy en Supercurioso queremos contarte el caso de una de esas mujeres extraordinarias, que decidió lanzarse a la exploración de una enigmática región de cumbres a la que se conoce como el techo del mundo. Acompáñanos a conocer la fascinante historia de Alexandra David Néel.
¿Quién fue Alexandra David Néel?
Oriunda de la región de Saint Mandé, en Francia, Alexandra David Néel fue la exploradora de exploradoras. Escritora, cantante de ópera, orientalista, anarquista convencida, budista en espíritu y escritora franco-belga. Y, además de todo esto, lidiaba con el hecho de ser mujer en el siglo XIX, asunto que era en sí mismo, ya todo un mérito. Alexandra David-Néel fue la primera antropóloga en estudiar el Tíbet y el budismo y, sin embargo, su historia ha quedado desdibujada hasta tal punto que es una desconocida para la mayor parte de la sociedad. Nos adentramos en las entrañas de una vida en la que hubo búsqueda, descubrimiento y sobre todo, mucha aventura.
1. Los orígenes de su vida
Si algo definió el recorrido vital de Alexandra David Néel fue una vida nómada y un carácter temerario. Digna de ser considerada como una de las mejores exponentes del feminismo, esta mujer nació en el año 1868, a orillas del río Marne francés. A sus seis años emigró a Bruselas. La pequeña Alexandra creció rodeada de estímulos opuestos. Por una parte, su religiosa madre quería para ella una educación ortodoxa. Siendo una devota católica de origen escandinavo, influenció de manera notable su crianza.
El equilibrio llegaría entonces con las influencias de su padre. Era hija de un profesor hugonote, librepensador y militante republicano, que tenía como amigos a Reclus y a Víctor Hugo. A pesar de que el hombre tenía linaje burgués, fue víctima de la represión que siguió a la Comuna de París, por lo que terminó huyendo hasta Bélgica. De él y del acceso a su biblioteca se iniciaría la joven en la construcción de un pensamiento anarquista, rebelde y profundamente feminista. Bajo la influencia de mentes como las de Julio Verne, Stirner, Hegel, Marx y Bakunin adquirió las nociones que la llevarían luego a escribir sus propios libros. Ya el primero de ellos, Elogio a la vida, escandalizó a los lectores de la época con una frase memorable: «Obedecer es morir».
2. Espíritu de exploradora
La exploración, la libertad y el descubrimiento fueron las banderas con las que Alexandra David Néel decidió vivir. A sus 18 años recibió una herencia de su abuela, que le permitió empezar a conocer el mundo. En bicicleta recorrió España, Italia y Suiza. Luego iría más lejos, hasta La India y Ceilán. Cuando la herencia se vio terminada, empezó a trabajar como periodista, actriz, fotógrafa y cantante, ya que tenía especial talento y formación en el Conservatorio Real de Bruselas y era dueña de una hermosa voz soprano.
Alexandra David Néel descubrió el Tíbet por primera vez en compañía de su marido, Philippe Neel. Con él convivió en el Túnez, desde los 32 y hasta los 43 años. Philippe sería también su mejor amigo, así que cuando Alexandra decidió, rompiendo los paradigmas de la época, divorciarse, en el año 1911, mantendrían su vínculo. A través de una profusa correspondencia permanecerían conectados durante toda la vida. Bajo el lema de «Marcharse o marchitarse», decidió dejar a su ex marido a cargo de las propiedades familiares y partir en un viaje a La India. La despedida fue pensada para menos de dos años, pero volvió 14 años después, en compañía de un hijo que sería adoptado por ambos bajo el nombre de Albert Arthur Jongden.
3. La llegada definitiva de Alexandra David Néel al Tíbet
Fue en este segundo viaje al Tíbet, en 1911, cuando tuvo la oportunidad única de conocer en profundidad a los lamas budistas, lo cual la llevó a escribir más de treinta libros a lo largo de todos sus años en Lhasa. Como dato curioso, se sabe que fue la primera occidental a quien se le permitió el acceso a esta ciudad santa. Durante este tiempo desarrolló grandes conocimientos y, según dicen, fue capaz de crear un tulpa tibetano (un fantasma que genera nuestra mente) con excelentes resultados. De hecho, demasiado excelentes, ya que llegó un momento en el que la creación de su mente empezó a actuar por su cuenta.
Alexandra David Néel había creado un fantasma de apariencia corpórea al que todos podían ver. Ella proyectó la figura de un monje rechoncho y bonachón que actuaba como un robot, pero con el paso del tiempo empezó a mudar su figura y su semblante y a convertirse en un ser terrorífico. La mujer tardó seis meses en revertir el proceso. Todo quedó recogido en su libro Magic and Mistey in Tibet. Después de la muerte de su ex marido y su mejor amigo, Alexandra decidió ir más allá en su aprendizaje. Se desprendió de la cotidianidad que compartía con el pueblo tibetano y se alejó hasta una cueva situada a unos cuatro mil metros de altura, donde se dedicó a meditar y aprender todo lo posible acerca del tantrismo budista.
Feminista, anarquista, escritora, exploradora, antropóloga, cantante y compositora, Alexandra David Néel escribió una treintena de libros, aprendió a hablar tibetano, dio clases de sánscrito y se convirtió en Lama a la edad de 78 años. Si tuviéramos que elegir un epitafio de esta gran luchadora, este sería el que ella misma manifestó en su célebre cita: “Para aquel que sabe mirar y sentir, cada minuto de esta vida libre y vagabunda es una auténtica gloria”. Si te interesa explorar en las biografías de mujeres que han marcado a la humanidad, no te pierdas este artículo en el que te contamos las vidas de las mujeres más célebres de la historia.