Parece que los seres humanos no tienen límite para idear maneras de hacer sufrir o ejecutar a sus semejantes. En Supercurioso hemos visto las terribles torturas de la Inquisición, instrumentos de tortura escalofriantes y algunos de los peores métodos de ejecución. En esta ocasión, hemos querido acercarnos a un terrible método de ejecución que se utilizó en el sudeste asiático durante casi 4.000 años: el aplastamiento por elefante. Para ello entrenaron a animales tan pacíficos e inteligentes como los elefantes.
Aunque la muerte por elefante no fue el único modo de ejecución, sí fue uno de los más comunes. También se utilizaban para desmembrar o torturar a los reos en ejecuciones públicas realizadas para disuadir y amedrentar a los posibles infractores de las leyes.
Historia y origen del aplastamiento por elefante
El aplastamiento por elefante, como método de ejecución, tiene sus raíces en la antigua Asia, particularmente en la India. Sin embargo, ya era conocido como método de ejecución por cartagineses y romanos. Además, en el libro Tercero de los Macabeos, que la iglesia ortodoxa considera canónico, se explica como el rey egipcio Ptolomeo IV intentó matar a un grupo numeroso de judíos aplastándolos con elefantes borrachos y que fueron salvados por un ángel.
El uso de elefantes en las ejecuciones tenía tres elementos principales.
- El primero era que el elefante era un animal que simbolizaba el poder real y por eso actuaba como verdugo.
- El segundo era que, a diferencia de otras fieras que utilizaban los romanos como leones, tigres u osos, el elefante se podía domesticar y enseñar a torturar y ejecutar de maneras muy diversas. (Cabe señalar que estas eran bastante crueles. Puedes conocer más leyendo: Cómo proteger a los elefantes)
- El tercero es que como siempre obedecía a su domador, el rey podía ser indulgente y otorgar el perdón en el último momento. Cosa que no ocurría con otros animales.
Con el paso del tiempo, el uso de elefantes como instrumentos de ejecución se extendió a otras regiones del sur y sudeste asiático. Cada cultura adaptaba la práctica a sus propias normas y tradiciones, aunque el principio subyacente permanecía constante: utilizar la imponente presencia del elefante para impartir un castigo severo.
Esta forma de ejecución no era arbitraria; estaba cargada de significado simbólico. Los elefantes, considerados sagrados en muchas culturas asiáticas, eran vistos como ejecutores de la justicia divina. Su participación en las ejecuciones era una manifestación de la voluntad de los dioses o del mandato celestial del gobernante. Así, la muerte por elefante se convirtió en una herramienta tanto de castigo como de propaganda, reforzando la autoridad del estado y la sacralidad de sus leyes.
El proceso de ejecución mediante aplastamiento por elefante
El proceso de ejecución por aplastamiento con elefantes era meticuloso y simbólicamente cargado. Esta práctica, profundamente arraigada en la tradición asiática, comenzaba con la selección y el entrenamiento especializado de los elefantes. Estos animales, considerados sagrados y poderosos, eran adiestrados para ejecutar con precisión actos de castigo. El entrenamiento se centraba en lograr que los elefantes pudieran controlar su fuerza, permitiendo así una ejecución que podía ser rápida o deliberadamente prolongada, según lo dictara la sentencia.
En el día de la ejecución, se llevaba a cabo un ritual que a menudo era público, sirviendo como un acto de disuasión y afirmación del poder estatal. La víctima era atada y colocada en un lugar designado, generalmente en un espacio abierto para permitir la observación pública. El elefante, guiado por su domador, se acercaba a la víctima. Dependiendo de la naturaleza del crimen y la sentencia impuesta, el elefante podía matar a la víctima de manera rápida, aplastando la cabeza o el torso, o podía prolongar el sufrimiento, aplicando presión gradualmente.
A lo largo de la ejecución, el domador del elefante desempeñaba un papel crucial, asegurándose de que el animal siguiera las instrucciones con precisión. Esta interacción entre el domador y el elefante destacaba la habilidad humana para controlar a una criatura tan poderosa, simbolizando así el control del estado sobre la vida y la muerte de sus súbditos.
Las descripciones de viajeros europeos a diversas partes de Asia hasta el siglo XIX en las que pudieron ver ejecución o aplastamiento por elefante son terroríficas. Hablan de elefantes que «atraviesan el cuerpo con sus colmillos y luego lo destrozan en pedazos y le arrancan miembro por miembro». O, que cuando el sultán condena a alguien a muerte, el elefante «eleva al acusado con su labio y lo mata».
También hay escritos que explican cómo los elefantes son enseñados a prolongar la agonía de los cautivos aplastando las partes no vitales del cuerpo o a chafar la cabeza del penado apoyada sobre un pedestal. Todas ellas eran ejecuciones públicas y buscaban atemorizar a la población. Por lo tanto, cuanto más crueles y terroríficas, era mejor.
El fin de la práctica
Este cambio se produjo principalmente durante los siglos XVIII y XIX, en el contexto de la creciente influencia y eventual dominio de los imperios coloniales europeos en la región. Los colonizadores europeos, con sus propias normas jurídicas y éticas, percibían esta forma de ejecución como bárbara y contraria a sus principios de justicia.
La abolición de esta práctica fue parte de un movimiento más amplio hacia la modernización y la humanización de las prácticas penales. Los europeos, al establecer su control sobre las regiones asiáticas, introdujeron sistemas legales y penales que reflejaban sus propios valores y percepciones de la justicia. En este proceso, métodos de ejecución como la muerte por elefante fueron progresivamente desplazados por formas que los europeos consideraban más civilizadas y humanas.
Además, este cambio también se vio influenciado por el creciente movimiento global contra la crueldad hacia los animales. El uso de elefantes en ejecuciones comenzó a ser visto no solo como inhumano para los condenados, sino también como un trato cruel hacia los animales. Esta doble perspectiva de humanidad hacia los condenados y respeto hacia los animales contribuyó a la disminución de esta práctica.
El fin del aplastamiento por elefante también reflejó un cambio en las dinámicas de poder y en la percepción del poder estatal. A medida que las sociedades asiáticas se movían hacia formas de gobierno y sistemas legales más alineados con los modelos occidentales, las antiguas prácticas que simbolizaban el poder absoluto y divino de los gobernantes se volvieron obsoletas. Este cambio fue parte de una transformación más amplia de las sociedades asiáticas, que incluyó la adopción de nuevas formas de gobierno, leyes y prácticas culturales.
¿Habías oído hablar del aplastamiento por elefante? Si quieres saber más sobre elefantes sometidos y utilizados por el hombre, te invitamos a leer el post: El cruel ahorcamiento de Mary, la elefanta.