No es una invención ni una película de los ochenta, cuando todavía el humor homofóbico era socialmente aceptado, o cuando los guiones del cine norteamericano no eran muy exigentes. Tampoco es una película porno, sino una historia real de la década de los noventa que ha salido a la luz gracias al “Acta de Libertad de Información” (Freedom of Information Act), que permite el acceso a documentos secretos después de determinado número de años, que varían de acuerdo a la importancia del secreto o a los daños que su difusión pueda causar.

Utilizando esta ley, Edward Hammond, de la Universidad de Berkeley, tuvo acceso a documentos de los Laboratorios Wright, de Ohio, un laboratorio de investigación de la Fuerza Aérea estadounidense que en 1994 propuso, entre otras armas no convencionales, el desarrollo de una “bomba gay”.

La bomba de “haz el amor y no la guerra”, pensada para la guerra

Deja de especular: la bomba al estallar debía liberar una sustancia química no letal que provocaría en los soldados del ejército enemigo una incontrolable atracción sexual por sus compañeros, anulándolos como tropa de combate.

Y aunque parece la trama de una película protagonizada por Peter Sellers, esta propuesta fue entregada a la Fuerza Aérea, y para su desarrollo inicial se estimó un presupuesto de nada menos que ¡siete millones quinientos mil dólares!

gay

En honor a la verdad, y a favor de la Fuerza Aérea estadounidense, la propuesta fue descartada rápidamente. También que el laboratorio reconoció que no existía una sustancia que funcionase como afrodisíaco homosexual, y que habría que inventarla.

El Premio Ig Nobel

Al hacerse pública esta historia los Laboratorios Wright se hicieron merecedores en 2007 del Premio Ig Nobel de la Paz (por pensar un arma que no mataba, al menos no de inmediato), un prestigioso reconocimiento humorístico –que parodia un poco los verdaderos Premios Nobel, que se entregan en Estocolmo- otorgado en la Universidad de Harvard a proyectos científicos aparentemente absurdos, y que en este caso se otorgó por:

“instigar investigación y desarrollo de un arma química, la llamada bomba gay, que convierta a los soldados enemigos en irresistibles los unos para los otros”.

No es de extrañar que ningún miembro de la Fuerza Aérea haya asistido a la ceremonia en la Universidad de Harvard para recibir el premio.

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