A muchos de nosotros cercenarse un dedo nos parece una acción que va unida a la cultura japonesa. Hemos visto películas en las que miembros de la Yakuza o personajes que querían purgar una ofensa o agravio practicaban el «Yubitsume». En este ritual se auto amputan un fragmento del dedo meñique para entregarlo como compensación. Sin embargo no son el único colectivo que practicó esa automutilación en el Japón, en el artículo de Supercurioso: La terrible vida de las prostitutas japonesas de la era Edo, os mencionamos este hecho y en esta ocasión queremos profundizar en el tema. Dedos como prueba de amor: las cortesanas japonesas en la era Edo

Dedos como prueba de amor

La vida de las prostitutas japonesas en la era Edo era realmente dura. Los burdeles eran regulados por el estado y solían estar en zonas completamente acotadas. Para las jóvenes que trabajaban allí era prácticamente imposible salir, excepto si uno de sus clientes se enamoraba de ella y la tomaba como su esposa. Los burdeles de lujo solían estar frecuentados por samurais o comerciantes, que aunque eran socialmente inferiores eran mucho mas ricos.

 Dedos como prueba de amor: las cortesanas japonesas en la era Edo

Ocurría algunas veces que el cliente se enamoraba de su prostituta favorita y acudía con frecuencia al burdel a visitarla aunque esto supusiera endeudarse o situarse en una posición vergonzosa. Si le pasaba por la cabeza pagar el rescate que pedía el dueño de la chica por ella, era consciente de que socialmente sería un suicidio, ya que no estaba bien considerado que un hombre de cierta posición se casase con su amante. Entonces, la prostituta, para demostrar a su enamorado que estaba dispuesta a hacer cualquier cosa por él recurría a la automutilación. Cortarse un dedo y ofrecerlo como prenda de amor verdadero era la mayor muestra de devoción que la prostituta podía ofrecer.

 Dedos como prueba de amor: las cortesanas japonesas en la era Edo

En la obra de Fujimoto Kizan «El gran espejo del amor» (1678), el autor explica que las parejas heterosexuales habían tomado costumbres de las homosexuales, y entre ellas el hecho de entregar a su amante escritos amorosos, uñas, mechones de cabello e incluso dedos que se introducían en unas bolsitas y se llevaban atados al cuello. Para las prostitutas este era el máximo exponente de la devoción que sentían hacia su patrón.

Se sabe, sin embargo, que las prostitutas de mayor rango encontraron una manera de entregar la preciada prenda de amor sin necesidad de automutilarse: compraban a mendigos o vendedores ambulantes dedos de difuntos que éstos cortaban de los cadáveres sabiendo que había un mercado para ellos. Estas mujeres evidenciaban así una devoción que podía sacarlas del burdel, pero no quedaban mutiladas para siempre si, finalmente, el amante decidía no casarse con ellas.

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