Así como Catherine Deneuve inspiró a Luis Buñuel o Gala Dalí al controvertido Salvador Dalí, las musas han proporcionado a los verdaderos genios la motivación y visión expandida que muchos sólo soñamos con alcanzar. Sabiendo esto, debemos reconocer que no sólo los grandes artistas han mantenido una relación estrecha con estos modelos de iluminación, tal es el caso del admirado psiquiatra y psicoanalista Jacques Lacan, el cual encontraría a dos singulares musas en el lugar y contexto menos esperado, evocando en él su principal teoría sobre Lo Real, lo Simbólico y lo Imaginario. Conoce el impactante caso del crimen de las hermanas Papin que llegó a oídos de filósofos y escritores de la talla de Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir.
Las hermanas Papin y su crimen. Un incidente… ¿aislado?
Jueves 2 de Febrero de 1933, la tarde caía con gracia sobre la tranquila ciudad de Le Mans, Francia. Un par de burguesas regresan a casa después de una ardua tarde de compras por la ciudad. Las elegantes mujeres son madre e hija de apellido Lancelin, éstas son recibidas por el ángel de la muerte en forma de sus dos criadas Christine y Léa Papin, quienes en un frenesí imparable asesinan, mutilan, golpean y descuartizan a sus queridas patronas.
La policía encuentra los cadáveres de las Lancelin frente a la puerta de entrada, rodeadas por bolsos, papeles arrugados, llaves y demás objetos inocuos, lo cual presume que el incidente fue imprevisto. incluso para las ahora finadas. Las criadas se encuentran agazapadas en su habitación sin separarse una de la otra. Durante los interrogatorios, las jóvenes Papin afirman que jamás habían tenido problemas con sus patronas, entonces ¿qué sucedió? La ira con la que se llevó a cabo la masacre no cabe en la fórmula que describen las hermanas en un estado tan espeluznantemente consciente e íntegro.
Peculiaridades en el acto homicida
Lacan se dio a la tarea de concretizar la personalidad de las hermanas inspirado por los detalles que intuyen que dichos datos podrían estar relacionados con un brote psicótico.
Por tal es necesario observar los aspectos principales: lo imprevisto del incidente, el rigor, la ausencia de un motivo aparente, la violencia y la curiosa simetría que existe entre las cuatro protagonistas, Christine es la hermana mayor de Léa Papin, a los ojos del psiquiatra la simetría se encuentra en el papel de madre asumido por Christine equiparado con el de la señora Léonie Lancelin y Léa a su vez en el papel de la niña, Geneviéve Lancelin.
Los cuerpos presentan una cantidad indiscriminada de golpes en la cabeza y el rostro, los ojos de ambas habían sido extraídos de sus cuencas, la sangre chorrea de las paredes a la par que restos de materia cerebral se despliegan en todo el piso, fragmentos óseos y algunos dientes se encuentran esparcidos por doquier. En este momento comenzamos a destacar las singularidades del crimen que a nivel simbólico pueden otorgarnos pistas de lo que podría estar pasando por las mentes de las jóvenes Papin. Es decir, no es una coincidencia que los ojos hayan sido arrancados “al rojo vivo” durante el ataque.
Léa, en todo momento durante el ataque, se dedica a imitar los actos de su hermana para después finalizar hundiendo el cuchillo de cocina en los muslos, piernas y nalgas de sus patronas, a modo de “firma” o “sello” final, esto es a lo que podríamos llamar heridas “innecesarias” debido a que las Lancelin se encontraban ya sin vida. Curiosamente las hermanas limpian las herramientas con las que masacrarían a sus patronas y vuelven a colocarlas donde estaban. Al testificar al unísono afirman que: “Quedó todo limpio”, a pesar del estado en el que se encontraban los cadáveres.
Los motivos tras la brutalidad de las hermanas
En un complejo y sobresaliente artículo para la revista “Le Minotaure” titulado “Motifs du crime paranoique: le crime des soeurs Papin” (Las razones del crimen paranoico: el crimen de las hermanas Papin) J. Lacan se encarga de analizar el pasado y los posibles motivos que llevaron a las hermanas a cometer semejante acto de una forma tan inesperada. Nos describe que indagando el origen de las Papin encontró que su madre, de nombre Clémence, había estado jugando un papel de estricta sumisión hacia sus hijas, pues en cuanto nacían las llevaba al cuidado de su cuñada Isabelle para, posteriormente y ya entradas en la adolescencia, internarlas en iglesias donde aprenden a obedecer y someterse ante alguien más poderoso que ellas. Más tarde Christine y Léa son extraídas de sus hábitos por su madre para volverlas a entregar, ahora al servicio de los Lancelin.
La madre de las Papin era una mujer que tenía ideas paranoicas por sí misma, hecho que logra transmitir a sus hijas en diversas cartas otorgándoles frases como: “Alguien os hará caer para convertirse en vuestro amo, hará lo que quiera de vosotras”, “Uno cree tener amigos y son todos grandes enemigos” ,“Hay celos contra ustedes y contra mí”… Así mismo en el juego interminable de tenencia y renuncia de sus hijas en distintas instancias, las hermanas apremian que son como una “posesión” u “objeto” perteneciente a su madre. Christine y Léa tienen una hermana mayor de nombre Emilie, quien ha sido reclutada como monja en el orfelinato del Buen Pastor. Clémence, arrepentida del destino de Emilie, prefiere tener a sus dos hijas más jóvenes trabajando bajo el cuidado de una familia bien colocada.
Para Christine, ser arrebatada de su hermana mayor, con quien había compartido tiempo y cariño en “El Buen Pastor” y que cumplió el papel de madre durante esa etapa, crea un vacío y nostalgia que sólo son cubiertas por la unión y el amor hacia su indefensa hermana menor: Léa.
Realizando esta compenetración entre ambas hermanas, Christine crea un lazo indestructible hacia Léa, el cual Lacan describiría como complementariedad narcisista, es decir, si una se ve afectada la otra también lo resentirá, si a una se le da un mal gesto, la otra se vengará… A nivel patológico estas respuestas dan una clara hipótesis de lo que podría desatar el terrible suceso.
Además de lo anterior, se tiene el conocimiento de tres incidentes que marcaron el destino funesto de las Lancelin, el primero se debe a uno de los gestos más amables e importantes que la señora Lancelin tendría con las hermanas, éste era sugerirle a Christine que dejaran de otorgar una parte de su sueldo a su madre y lo tomaran entero sólo para ellas, la mayor de las Papin considera este acto benevolente una muestra de afecto y ternura que termina por guiarla hacia el segundo incidente representativo, con respecto a que las hermanas dejaran de hablar, buscar o pensar en Clémence, su madre.
La función materna ahora era ocupada por la señora Lancelin, incluso se dijo que las Papin le decían “mamá” en ocasiones. Por último un tercer incidente termina por desestabilizar la turbada mente de las hermanas cuando éstas se presentan en la alcaldía con el deseo de conseguir la emancipación de Léa. Al preguntarles el alcalde de qué o de quién deseaban emanciparse la crisis las invade, ya que habían borrado de su mente de manera simbólica a su madre por lo que no sabían qué contestar, los pensamientos persecutorios habían sido provocados por el Alcalde quien al no entenderlas las estaba “persiguiendo”.
Descenso a la locura
A partir de este momento, la tensión en la casa Lancelin se comienza a acrecentar. Las hermanas se han vuelto sombrías, taciturnas y misteriosas, su manera de actuar siempre había sido discreta y recatada, jamás salían de casa a algún evento o paseo que no fuera la misa de los domingos. La terrible tarde del 2 de Febrero, mientras las patronas estaban fuera, un accidente ocasionado por una plancha en mal estado provocó que se fundieran los fusibles y la casa quedara en penumbra, al verse amenazadas las hermanas Papin por tal equivocación, y contemplando la posible reprimenda que les esperaba, su única alternativa fue asesinar a sus patronas en un frenesí descontrolado en el que simbólicamente matarían a su madre.
Tras la confesión de las hermanas, las autoridades deciden enviarlas a la cárcel en celdas separadas, acto que trastornaría por completo a Christine, quien a gritos suplicó durante días por que le unieran con Léa, necesitaba tenerla consigo, rogaba que se la dieran. Una guardia se compadece de la doliente crisis de Christine y decide llevarle a Léa a su celda, el momento cumbre de su despersonalización se desliza ante los ojos de la oficial al ser testigo de cómo Christine se abalanzaba sobre su hermana para asfixiarla pidiéndole: “Dime que sí, dime que sí” Probablemente buscaba aplacar el monstruo persecutorio que había estado escondiendo bajo la protección de su hermana, la perfección de su trabajo y el recatamiento que había aprendido desde muy joven. De aquí podemos entender que las ideas paranoides de Christine habían invadido la mente de su hermana Léa, compaginando su delirio como una especie de Folie a Deux.
Después de este momento de crisis, Christine jamás vuelve a mencionar a su hermana, no pide por ella ni la recuerda hasta que llega el día de su muerte, sentenciada a la guillotina acepta su destino sin protestar ni una sola vez. No obstante, podemos pensar que su muerte había llegado desde mucho antes aquella noche que desconoció a su hermana, intentando asesinar a esa parte de ella misma que jamás volvería a ver.
Léa es condenada a 10 años de trabajos forzados, siendo liberada en 1943 por su excelente conducta, la menor de las Papin decide irse a casa de su madre donde viviría hasta el final de sus días en el año de 1982.
A fin de cuentas nos podemos percatar que el enfrentamiento en esa trágica noche de Febrero era simplemente un duelo de una madre psicótica contra una hija psicótica, Clémence y Christine, ambas alimentaron frecuentemente a un ente persecutorio, un ser que las atormentaba y las mantenía en alerta de constante peligro. El destino de las Lancelin fue predicho con o sin intención por la madre de las Papin en una de sus cartas, cada palabra, cada frase y cada idea fue plasmada en el inconsciente de Christine como tallada en madera: “En la vida no sabemos lo que nos espera…. hay celos contra vosotras y contra mí…. Desconfiad, uno cree tener amigos y muchas veces son grandes enemigos, hasta los que están más cerca… Os han apartado de vuestra madre para que no veáis nada de lo que os hacen… Dios nunca admitirá que encierren a dos niñas. Entre los católicos, cuanto más honesta es una, más infeliz».
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