Acudimos a los anales del crimen para traerte un tema tan interesante como lúgubre: envenenamientos. El veneno ha sido utilizado tradicionalmente por mujeres, es una expresión de esos métodos íntimos de los que ya te hemos hablado en otros artículos, cuando la mujer es criminal.

Y para probar lo que decimos, comenzaremos por Locusta, considerada la primera asesina serial de la historia, reconocida envenenadora de la Galia.

La envenenadora Locusta

Nació en el siglo I. Fue una gran conocedora de botánica y de los efectos nocivos de las plantas.

En Roma se convirtió en esclava, donde no le fue nada mal, pues en aquella época los conocimientos de tales artes eran verdaderamente apreciados. Rivales políticos, viejos esposos, familiares molestos, todos eran eliminados con sus “polvos de sucesión”, hechos fundamentalmente de arsénico, cicuta, setas venenosas y otras plantas dañinas. Lo más interesante de sus venenos era que las muertes parecían ocurrir por causas naturales.

Detalle del cuadro "Locusta" de Joseph-Noël Sylvestre, 1876, en una escena probando un veneno en un esclavo, junto a Nerón
Detalle del cuadro «Locusta» de Joseph-Noël Sylvestre, 1876, en una escena probando un veneno en un esclavo, junto a Nerón

Se cuenta que Mesalina se deshizo de un amante fastidioso contactando a Locusta; que Agripina, la última esposa del emperador Claudio, lo envenenó con las mezclas mortales de la ya famosa envenenadora. Y que Nerón, el sucesor imperial, le ofreció la libertad a cambio de envenenar a Británico, el hijo de Claudio.

Agripina y Nerón, madre e hijo
Agripina y Nerón, madre e hijo

Así lo hizo Locusta, siendo colmada de honores por Nerón, quien le regaló tierras y le permitió abrir una escuela donde transmitir “sus valiosos conocimientos”. Si bien todos sabían de tales crímenes, nadie osaba levantar su voz por miedo al césar. Su suerte cambió tras la caída de Nerón, pues fue acusada nada menos que de 400 asesinatos. La sentenciaron a muerte.

Las Toffanas

Esta historia transcurre en el siglo XVII, en Sicilia. La acusada, Giulia Toffana, desde chica elaboraba venenos para ayudar a jóvenes esposas a deshacerse de maridos indeseados. Ella fue la primera Toffana, la que inauguraría el veneno llamado “agua toffana”, y que consistía en un compuesto de jugos de hierbas que no dejaban rastro en las víctimas, siendo invisible a la mirada médica.

Las otras Toffanas, discípulas de ésta, morirían una en Roma en 1651 y la otra (Hyeronima Spada o Scala), ya heredera tardía, en 1780, condenada a muerte.

Sicilia
Sicilia

Manejó durante mucho tiempo su macabro negocio de vender veneno y preparar a otras discípulas, pero fue descubierta y condenada a la horca en 1633, tras ser torturada. Su cuerpo fue despedazado y lanzado a los cuatro extremos de la ciudad, como escarmiento de similares crímenes.

El “acqua toffana” se conoció también con los nombres de “acqua di Napoli”, “acqua di Perugia”, “manna di Santo Nicola di Bari” o simplemente “acquetta”.

Giovanna Bonanno, la “vieja del aceto”

Palermo, siglo XVIII. En una casucha de la calle del Noviciado vive una anciana a la que creen hechicera. No es más que una mujer hábil y astuta, que se aprovechó de un invento del boticario Saverio La Monaca para matar piojos. La pócima: una libra de agua común, 3 onzas de vino blanco y un gramo de arsénico cristalino. Esta mezcla se hervía y se aplicaba en la cabeza de los niños.

Al morir accidentalmente la hija de una vecina por beber de aquel vinagre, a Giovanna le pareció una excelente manera de hacerse con dinero vendiendo este veneno a las mujeres que continuamente le pedían ayuda para “despachar” a sus maridos, por su fama de bruja.

sombras

El negocio funcionó hasta que, tras la muerte sospechosa de un hombre, el médico de cabecera empezó a hacer investigaciones, y con la ayuda de una vecina, logró un pomo del tal vinagre.

Y aquí acabó el cuento de nuestra Giovanna, que fue sentenciada a la horca, en plena plaza principal, a la vista de todo el pueblo.

La excesiva Marie Madeleine de Brinvilliers

Hermosa, apasionada, intrépida, de sangre fría… Así la describieron quienes la conocieron en 1651, cuando contaba con 21 años y se casó con Antoine Cobelin de Brinvilliers, convirtiéndose en marquesa de Brinvilliers.

Al poco tiempo tuvo un amante, Godin de Sainte Croix, avalado por el marido que también tenía amantes. El padre de nuestra antiheroína, escandalizado por los excesos amorales de su hija, logró que Sainte Croix fuera detenido y encerrado en La Bastilla, en 1663.

En la cárcel aprendió todo lo relativo a venenos con un italiano y al salir enseñó lo que sabía a Marie Madeleine, quien había desarrollado un profundo odio hacia su padre por haber encerrado a su amante. Decidió vengarse y comenzó a “practicar” sus conocimientos de venenos en los hospitales, visitando a pobres y enfermos a los que regalaba comida, vino, dulces. Estos inocentes morían y ella anotaba los efectos que observaba, y una vez lograda la mezcla que no dejaba huellas, decidió envenenar a su padre.

Así lo hizo, y duró 8 meses en los que el señor enfermó y empeoró hasta morir. Como la fortuna de su padre recayera sobre todo en sus hermanos varones, Marie decidió envenenarlos, logrando su objetivo.

Tenía diversos amantes, incluidos Sainte Croix y el preceptor de sus hijos, el joven Briancourt, a quien confió sus crímenes. Envenenó también a su dama de compañía, la señorita de Villeray, e intentó hacerlo con Briancourt al darse cuenta de que éste había hablado y lo mismo con su marido y Sainte Croix, que tenía guardadas muchas de sus cartas, todas comprometedoras.

Tras mil peripecias dignas de una película, que incluyen fugas y monasterios, la policía dio con ella en Lieja, ciudad de Bélgica, desde donde la trasladaron a París y fue condenada a muerte, aunque durante su juicio negara todo.

Retrato de Marie Madeleine de Brinvilliers, el día de su ejecución en 1676, hecho por Charles Le Brun
Retrato de Marie Madeleine de Brinvilliers, el día de su ejecución en 1676, hecho por Charles Le Brun

Después de conversar con el abate Pirot (un famoso teólogo), reconoció sus crímenes y asumió una conducta humilde frente a la condena; los registros dicen que subió al cadalso con tranquilidad y que pidió al sacerdote que rezara un acto de contrición en cuanto le cortaran la cabeza

¿Y tú? ¿Conoces otras envenenadoras?

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